Predicando el destino manifiesto: Horizonte: Una leyenda americana – Capítulo 1, de Kevin Costner

Kevin Costner siempre ha sido afín al western: tuvo mucho éxito con sus largometrajes Danza con lobos (Dances with Wolves, 1990) y Pacto de justicia (Open Range, 2003), y con las series Hatfields & McCoys (2012) y Yellowstone (2018-22). En todas ellas ha estado involucrado, bien sea en la dirección, producción o actuación. La realización de Horizonte: Una leyenda americana, pensada como una saga de cuatro filmes, es la suma de su enorme ambición y de sus ganas de honrar a este género. Desde 1988 venía pensando en llevar este proyecto a cabo, pero solo ahora tuvo la posibilidad de volverlo realidad, incluso poniendo él mismo parte de los cien millones que costó el primer capítulo.

Su relato –de aliento épico- pretende emular a La conquista del oeste (How the West Was Won, 1962) en su intencíón de contarnos, desde sus inicios, como fue el proceso de expansión de los colonizadores del oeste estadounidense, en esta oportunidad empezando en el Valle de San Pedro –en la que es hoy Arizona- en 1859, avanzando en esta primera entrega hasta los años de la Guerra de Secesión. Costner quería mostrarnos la gestación de un asentamiento rural desde cero, con todas las vicisitudes que eso implicaba, considerando que ese era, en ese momento, un territorio no explorado, con tribus indias al acecho de unos indeseables recién llegados. Esos colonos realmente no era mucho lo que traían consigo, pero fueron hasta allá atraídos, por una licencia de ficción del filme, por una publicidad, un volante amarillento firmado por H. Silas Pickering, un terrateniente que les prometía tierras vírgenes a la venta -150 mil acres- para construir una población llamada Horizon. A eso se aferraron, por eso apostaron y todo lo arriesgaron. Iban a predicar el “destino manifiesto” que como nación los impulsaba.  

La conquista del oeste relata el periodo de la historia estadounidense comprendido entre 1839 y 1889, con una familia –los Prescott- como hilo conductor, a lo largo de tres generaciones, componiendo un fresco enorme de un momento histórico en el que se mezcla leyenda y realidad. Horizonte: Una leyenda americana, en cambio, es una película sin un protagonista concreto (hasta ahora), sino que tiene varias subtramas paralelas que van coincidiendo lentamente, gracias a un guion que no requiere de forzar demasiado las cosas. Hay un asentamiento (carpas, alguna casa, un salón comunitario) en el Valle de San Pedro, que es atacado y destruido por los indios, hay otro asentamiento mejor constituido, Camp Gallant, al que el ejército traslada a un grupo de supervivientes, mientras otros se van junto a unos caza recompensas en busca de los indios que cometieron la masacre; una mujer en Montana comete un acto de venganza, un vaquero en Wyoming (el propio Kevin Costner), comerciante de caballos, llega de paso a un pueblo de casa de madera y carpas, donde se relacionará con una prostituta. Mientras todo esto sucede, una larga caravana de pioneros va rumbo oeste, sin saber si llegará a su aún incierto destino. Todo aún es demasiado endeble, todo está apenas empezando a ser, pero a la vez todo está atravesado por una violencia extraordinaria, el bautizo de fuego y sangre con que esas regiones fueron conquistadas y esas poblaciones fundadas.

Costner opta por un relato de tono clásico, con una narración lineal donde se entrecruzan las historias, siendo la más desarrollada la historia de la relación que se va dando entre un teniente del ejército (interpretado por Sam Worthington) y una viuda (Sienna Miller) que sobrevivió al ataque indio en San Pedro. Más interesante resulta la de una mujer (Jenna Malone) que tras un hecho de sangre huye con su bebé desde Montana a Wyoming, cambiando de identidad, pues se sabe perseguida por los hijos de la víctima. Ese bebé cambia de manos, como cambia el destino de todos los relacionados con esa mujer. En el trasfondo de todos estos hechos están –asordinados- la fiebre del oro y la Guerra de Secesión. Este primer capítulo tiene a la venganza como motor, no tanto a la ambición ni a la política.

En una época como esta, donde los revisionismos hacen parte de la discusión cultural, Costner le da espacio, razones y voz a los pueblos indígenas –ya lo había interiorizado en Danza con lobos– que no son invitados de piedra como en La conquista del oeste, sino contradictores en un conflicto donde nadie les preguntó si estaba bien que sus territorios fueran conquistados por una raza tan poco hábil para apreciar la naturaleza con la que ellos tan bien convivían. La rabia y el espíritu agresivo del guerrero joven contrastan con la sabiduría calmada y apesadumbrada del jefe de la tribu, consciente que todo ataque a los blancos tendrá consecuencias negativas para su pueblo, más ahora cuando a las cabelleras indígenas se les han puesto precio, sin importar o no que hubieran causado la masacre de San Pedro. 

Es probable que la falta de un protagonista definido y/o la existencia de múltiples historias aparentemente no relacionadas, hayan jugado en contra del éxito de un filme que es un western clásico de ley, imponentemente fotografiado, y que habría que considerar posteriormente como una integralidad, no juzgando únicamente este único capitulo. Una taquilla de solo 36 millones de dólares hizo que a la segunda parte del filme no se le diera luz verde para su estreno en salas, programado originalmente en agosto de 2024. Ese capítulo dos se estrenó en el Festival de cine de Venecia el 7 de septiembre de ese año y hasta el momento de escribir este texto aún no tiene fecha de estreno en cines. Ojalá se disipen las dudas sobre la viabilidad económica de este proyecto y pueda concluir tal como Costner lo concibió. Será entonces el momento de valorarlo apropiadamente, no antes.

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