James Ivory, la tradición iconoclasta
La figura de James Ivory como cineasta es inseparable de la labor del productor indio Ismail Merchant y la de la guionista alemana Ruth Prawer Jhabvala, pues los tres formaron la Merchant Ivory Productions, que estuvo activa hasta la muerte de Merchant en 2005 y de Prawer en 2013. Esa asociación se tradujo en cuarenta y cuatro filmes, de los cuales veintitrés contaron con guion de Ruth Prawer, que por ello obtuvo dos premios Óscar. Las películas de Ivory –ambientadas por lo general en el pasado- exploran temas de cultura, identidad y relaciones sociales. Es un cuerpo fílmico que presta meticulosa atención al detalle, que cuenta con una solvente fotografía y que tiene la capacidad de dar vida en la pantalla a personajes e historias complejas, que se interesan por la condición humana, más allá del acento cosmopolita y del exuberante despliegue formal que las caracteriza.
Algunas de las películas más populares de James Ivory fueron realizadas entre 1985 y 1995. En esa década rodó las adaptaciones de tres novelas de E.M. Forster: Habitación con vista (A Room with a View, 1985), que ganó tres premios de la Academia de Hollywood; Maurice (1987) y Howards End (1992), por la que Emma Thompson fue galardonada con el Óscar a la mejor actriz. De esa época es también Lo que queda del día (The Remains of the Day, 1993), basada en la novela homónima del premio Nobel Kazuo Ishiguro, que fue nominada a ocho premios Óscar. Otro de los escritores favoritos de Ivory es Henry James, autor de las novelas que se convirtieron en Los europeos (The Europeans, 1979), Las bostonianas (The Bostonians, 1984) y La copa dorada (The Golden Bowl, 2000).
Pese a la rigidez que suponen las adaptaciones literarias de autores de la época victoriana y de las primeras décadas del siglo XX, las películas de Ivory se preocupan en ahondar en el desarrollo emocional de sus personajes, atados a un mundo de castas sociales y de hipocresía del que intentan escapar a toda costa. La mirada de Ivory es compasiva con el rebelde, con el inconforme, con el torturado, con el diferente. Él mismo lo es y por eso lo entiende; su relación con Ismail Merchant no solo fue profesional, sino afectiva. Fueron una pareja que luchó contra las convenciones sexuales de la época y lo hicieron mediante un cine que, explorando el pasado, miraba al presente. “El problema de vivir honestamente con las emociones propias estará con nosotros, supongo, mientras la gente haga películas, escriba dramas o novelas”, expresaba Ivory en entrevista con Robert Emmet Long. Pienso en esa frase y anoto acá que el único Óscar que Ivory ha ganado, después de ser tres veces nominado como mejor director, fue por el guion adaptado de Llámame por tu nombre (Call Me by Your Name, 2017), una película que hace honor a esa honestidad.
La sensibilidad de Ivory también se relaciona con sus influencias artísticas como cineasta. Existe una línea conductora que une al cine de Jean Renoir con el de Satyajit Ray y al de ambos con las películas de James Ivory, una línea humanista de la que este último se nutrió y que tiene a India como país donde los tres confluyeron y trabajaron. Allá, en Calcuta, Jean Renoir rodó El río (The River, 1951), un hecho que despertó la curiosidad de Satyajit Ray, que en ese momento era un joven aspirante a cineasta que trabajaba en una agencia de publicidad. Ray fue a buscarlo al hotel en el que se alojaba y trabaron una amistad que el tiempo consolidaría.
El rio fue la introducción que tuvo James Ivory a los misterios y sorpresas de La India, un país que iba a definir su destino como autor y que desde un principio lo fascinó. En 1959 fue comisionado por la Sociedad Asiática de Nueva York para hacer un documental sobre Nueva Deli y hasta allá viajó con la esperanza de conocer a Satyajit Ray y logró hacerlo: simplemente su teléfono estaba en el directorio telefónico de Calcula. Ray lo invitaría al plató de rodaje de su película Three Daughters (Teen Kanya, 1961) y se hicieron amigos. Su influjo iba a perdurar para siempre en él. Ivory conoce a Ismail Merchant –un indio musulmán- en Nueva York durante una proyección del documental de Ivory La espada y la flauta (The Sword and the Flute, 1959) en 1961, que recreaba la historia india a través de pinturas miniaturas y dibujos milenarios. “Desde ese momento estuvimos juntos, unidos en un propósito, y ese propósito fue hacer filmes juntos”, escribe Ivory en su autobiografía. Ya Merchant había dirigido un cortometraje, The Creation of Woman (1961), que fue nominado al Óscar. Iba a nacer la Merchant Ivory Productions y obviamente India los esperaba.
Al volver a ese país contactaron a una escritora judío alemana que residía allí con su esposo. La familia de Ruth Prawer huyó de la Alemania Nazi a Londres, donde ella creció y conoció a su futuro marido, un estudiante de arquitectura llamado Cyrus Jhabvala, con quien se mudó a la India en 1951. Una década después tocan a su puerta un par de hombres con la intención de comprar los derechos de su cuarta novela, The Householder. También querían que ella escribiera el guion. “-ˈPero nunca he escrito un guionˈ, dijo, a lo cual Ismail replicó espléndidamente, -ˈBien, yo nunca he producido una película y Jim nunca ha dirigido unaˈ”, recuerda Ivory en su autobiografía. Con semejante argumento la convencieron. Y ahí se inició todo. En ese país harían el segmento inicial de las producciones de la Merchant Ivory: The Householder (1963) donde contaron con la participación del cinematografista de Ray, Subrata Mitra, y más de una docena de sus colaboradores del equipo técnico; el documental The Delhi Way (1964), la maravillosa Shakespeare Wallah (1965) donde los conflictos entre la tradición y el modernismo afloran por primera vez; The Guru (1969), Bombay Talkie (1970), Autobiografía de una princesa (1975) y posteriormente Calor y polvo (Heat and Dust, 1983). Satyajit Ray fue consejero y asesor de las primeras producciones e hizo la música de Shakespeare Wallah.
La etapa norteamericana vino después. La base de Ivory y de Merchant siempre fue Nueva York y desde ahí hicieron Savages (1972), The Wild Party (1975), Roseland (1977), Los europeos (1979), Jane Austen in Manhattan (1980), Quartet (1981), Las bostonianas (1984) y Slaves of New York (1989). Posteriormente vienen las grandes obras europeas ya mencionadas que les dieron enorme prestigio y premios, época que se extendió hasta mediados de los años noventa con las biopics Jefferson en Paris (Jefferson in Paris, 1995) y Sobreviviendo a Picasso (Surviving Picasso, 1996). Sus obras posteriores tuvieron un menor impacto y tras la muerte de Ismail Merchant, Ivory solo dirigió una película más, La ciudad de tu destino final (The City of Your Final Destination, 2009).
Por poco dirige otra: Llámame por tu nombre fue un proyecto conjunto con Luca Guadagnino en el que Ivory escribió el guion a partir de la novela de André Aciman y todo apuntaba a que iban a codirigir el filme. Incluso Ivory visitó las locaciones italianas e hizo parte del proceso de casting, pero en un momento dado fue despedido del proyecto sin una explicación digna. Su desquite sería el premio Óscar que obtuvo a los 89 años, siendo el ganador más longevo de este premio. Ivory rememora lo que sintió esa noche del 4 de marzo de 2018 en Los Ángeles al recibir la estatuilla: “La balanceé despreocupadamente, con la certeza cada vez más fuerte de que era mía, mientras el orgullo –y la satisfacción de haber ganado por escribir- me invadían mientras avanzábamos juntos a trompicones por los pasillos en la oscuridad”.
Parece un excelente remate para una prolífica carrera, pero Ivory no se quedó quieto. En 2022 estrenó el documental A Cooler Climate, donde nos cuenta de sus experiencias en Afganistán en 1960 grabadas por él mismo y que apenas ahora se decidió a presentar, filtradas por la luz de sus propias experiencias personales. Lo que nos falta ahora es ver estrenado el documental sobre su vida y carrera, James Ivory: In Search of Love and Beauty, dirigido por Christopher Manning. Un colofón apenas justo para un hombre que dedicó su existir a la estética y a los afectos.
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Publicado originalmente en el periódico El colombiano de Medellín, en el suplemento “Generación” No. 17 (junio, 2023), páginas 24-25
©El Colombiano, 2023