De mártires y traidores: Judas y el mesías negro, de Shaka King

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“He aprendido que no se puede aplicar la lógica al racismo”.
-Shaka King

En El juicio de los 7 de Chicago (The Trial of the Chicago 7, 2020), de Aaron Sorkin, hay en realidad inicialmente ocho acusados, siete hombres blancos y uno negro. Este último es el presidente del partido de las Panteras Negras, Bobby Seale, cuyo juicio es declarado nulo porque nunca contó con la representación legal a la que tenía derecho, además de ser haber sido golpeado, amordazado y encadenado durante una de las audiencias por orden del juez. En la película vemos a un grupo de las Panteras Negras de Chicago que asistió al juicio a darle su apoyo a Seale, liderado por Fred Hampton, el presidente del grupo en Illinois y vicepresidente nacional de este partido. En la película el rol de Hampton es asesorarlo, aconsejarlo y quejarse por la ausencia de su abogado, pero nada sabremos sobre su importancia, más allá del revuelo que causó su trágico destino.

Judas y el mesías negro (2021)

Ese mismo Fred Hampton es el protagonista de Judas y el mesías negro (Judas and the Black Messiah, 2021), el segundo largometraje del director y guionista Shaka King, que estrenada seis meses después de El juicio de los 7 de Chicago, le hace justicia a la figura de un hombre mítico dentro de las Panteras Negras, un símbolo de lucha racial, y un ejemplo de la persecución de que fue objeto esa misma lucha por parte del FBI, que veía en ese despertar de la conciencia social y racial una amenaza enorme para la estabilidad del estado, que no podía permitirse la aparición de un nuevo “mesías negro”, tras las muertes violentas que “neutralizaron” a Martin Luther King Jr. y a Malcolm X. Fred Hampton tenía todas las condiciones para volverse ese líder de masas: era tan carismático como radical, su oratoria movilizaba, tenía un programa de alimentación escolar y fue capaz de unir estratégicamente a diferentes facciones raciales en torno a un objetivo común, en un grupo conocido como “Coalición Rainbow”. J. Edgar Hoover, la cabeza del FBI, lo tenía –con sobrados motivos- en la mira.

Judas y el mesías negro (2021)

Hampton fue sujeto de seguimientos a través del programa secreto COINTELPRO (Counter Intelligence Program), cuyas tácticas el cine nos mostró en Vigilando a Jean Seberg (Seberg, 2019), de Benedict Andrews, cuando esta actriz se vinculó activamente con las Panteras Negras. Pero en Judas y el mesías negro –cuyo solo título claramente revela las intenciones hagiográficas de sus realizadores- sabremos que el FBI introdujo un informante al interior del grupo de Chicago. Se trataba de William “Bill” O’Neal (interpretado por LaKeith Stanfield), un joven ladrón que chantajeado por la agencia estatal, se infiltró dentro de las Panteras Negras, llegando a ser jefe de seguridad de Fred Hampton (Daniel Kaluuya).

Judas y el mesías negro (2021)

La película está ambientada en Chicago entre 1968 y 1969, mostrándonos el clima de radicalismo que se vivía y dejando en evidencia el liderazgo mesiánico de Fred Hampton, que contrasta con la soledad en la que vivía William O’Neal y el riesgo al que se exponía al delatar a sus compañeros. No parecía pesarle en la conciencia la traición que estaba haciendo, aunque en un momento dado renuncia temporal e inútilmente a la misión que el gobierno le encomendó. O’Neal era una contradicción ambulante (y así lo encarna LaKeith Stanfield) y de su vulnerabilidad y sus flaquezas se aprovechó el FBI para desestabilizar a las Panteras Negras. Es claro su rol activo en el complot que esta agencia, la fiscalía y la policía de Chicago armaron para impedir que Hampton siguiera en su lucha. Que estuviera preso no era suficiente para ellos.

Judas y el mesías negro (2021)

La película puede verse como un thriller en la línea de Los infiltrados (The Departed, 2006), con notables secuencias de acción y de suspenso, pero las intenciones de Shaka King y sus coguionistas son políticas. No quieren que la historia la sigan escribiendo otros y pretenden que sus víctimas y sus mártires no queden en el olvido, o como una nota de pie de página en filmes de gran difusión como El juicio de los 7 de Chicago, que contó con el músculo de Netflix y no supo darle el lugar que Bobby Seale y Fred Hampton merecían. Este tipo de líder, que ahora el cine norteamericano realizado por directores afroamericanos nos muestra, es fruto de la discriminación racial, de la violencia, del desprecio y del abandono. No son exactamente próceres idealistas al uso: son militantes y su misión es despertar consciencias, incomodar, arengar, protestar, alzarse en armas, inmolarse, ser asesinados.

Judas y el mesías negro (2021)

Es ahora el turno de estos realizadores para contar su versión y así tratar desde el arte de sacudirse de tanto dolor y rabia acumuladas. Y acá lo hicieron con dignidad frente a una figura histórica a la que aspiran dar el reconocimiento que se le adeuda. ¿Saben qué edad tenía Fred Hampton cuando murió? En los créditos finales de Judas y el mesías negro está esa respuesta y otras revelaciones. Vale la pena saberlas.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.    –  Instagram: @tiempodecine

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