Kim Novak, la diva indiferente
El 13 de febrero de 1933 nació la protagonista de Vértigo, una hermosa actriz que pareció siempre estar incómoda con la fama.
-“Déjame que te lo explique. Si llenas tu rostro de expresión, es como si lo escribiéramos todo en una hoja de papel, una hoja llena de garabatos. Pongamos que quieres escribir una frase para que alguien la lea. Si no puede leerla, es que hay demasiadas cosas escritas. Es mucho más fácil si la hoja está en blanco. Y esa debería ser la expresión de tu rostro” –le dice Alfred Hitchcock a Kim Novak en su camerino durante el rodaje de Vértigo (1958).
La joven actriz no sabe cómo tomar esas palabras, que la circunscriben a no expresar sentimiento alguno, diferente al que le dicta un guion que ya la encerró en un vestuario que ella había rechazado y que fue el primer motivo de conflicto con un director que no estaba acostumbrado –ni toleraba- que sus decisiones fueran discutidas. Pero ella no quería ese ceñido traje de chaqueta gris, ni esos zapatos negros de tacón. Sin embargo Hitchcock fue inflexible con una mujer a quien siempre vio como el reemplazo imperfecto de Vera Miles, esa estrella cuyo “inoportuno embarazo” le impidió filmar Vértigo.
La propia actriz lamentaba esa distancia entre ambos. “Nunca me senté con él para cenar o tomar el té ni nada, salvo en una cena con los actores, y llegué tarde. No fue culpa mía, pero creo que él pensó que me había retrasado para poder entrar como una estrella, y utilizó eso en mi contra. Durante el rodaje, nunca me dijo lo que pensaba”, relataba Kim. El realizador inglés jamás se sintió satisfecho con su rendimiento, sin importar todas las alabanzas que Kim Novak recibiera por su papel en un filme que hoy es considerado el más importante de la historia del cine. Su doble rol en Vértigo –el de Judy Barton y el de Madeleine Elster – le permite exhibir una complejidad dramática inesperada para una actriz de 24 años de limitada experiencia. Hitchcock logró extraer de ella una ambigüedad afectiva y un remordimiento que elevan el filme a cumbres insospechadas.
Pero para Kim Novak Vértigo representaba algo más. Su papel era “en gran parte lo que yo estaba viviendo en la Columbia. Me decían: Eres especial, eres diferente, te queremos. Y entonces alguien añadía: Te queremos, pero queremos que te parezcas a otra persona”. Columbia Pictures, al contratarla, buscaba moldearla para que fuera una rival de Marilyn Monroe y para que pudiera reemplazar a la diosa Rita Hayworth, cuya edad ya empezaba a ser problemática. Empezaron por cambiarle el nombre. Marilyn Pauline Novak iba a llamarse de ahí en adelante Kit Marlowe, pero por fortuna al final cedieron y optaron por Kim Novak. Debía además perder peso y tomar por su cuenta lecciones de actuación. El departamento de publicidad del estudio quiso diferenciarla de las demás rubias con una campaña curiosa: “Miss Novak duerme en sábanas de aroma de lavanda y se baña con burbujas de lavanda mientras hace sus llamadas con su teléfono color lavanda”. Era pues la “rubia lavanda”. Como se ve iban a transformarla, iban a convertirla en alguien más. Tal como ocurrió en Vértigo, donde hace un papel que -según el historiador de cine David Thompson- se trata “menos de una interpretación que de una desamparada confesión de sí misma”.
Demasiadas cosas le estaban ocurriendo en esos años a una modelo que había nacido el 13 de febrero de 1933 en Chicago, hija de padres de origen checo. Como parte de una campaña publicitaria para una marca de neveras fue “Miss Deepfreeze” y así recorrió el país. La gira terminaba en San Francisco, y ella y otra modelo decidieron probar fortuna en Los Ángeles. “Pensábamos quedarnos un mes y regresar a casa”, decía. En una fiesta, un asistente de producción de la Columbia se ofreció a presentarle a un caza talentos. Y a partir de ahí todo pareció funcionar. Su primera aparición en el cine fue en un filme producido por Howard Hughes para la RKO, The French Line (1953), que explotaba en 3D el bien dotado torso de Jane Russell. Su breve papel, y sobre todo su figura, no pasaron inadvertidos para el director de talentos de Columbia, Max Arnow, quien le recomendó al jefe del estudio, Harry Cohn, contratarla.
Su primer rol, con apenas 19 años, fue como la novia de un gánster en Pushover (1953), filme dirigido por Richard Quine, quien fuera su pareja sentimental y que la tuvo a sus órdenes en otras tres películas. En este filme y en Phfft! (1954) intentaron asemejarla a Marilyn enfatizando su natural sensualidad, pero fue en Picnic (1955) –adaptación al cine de un drama homónimo que le dio el premio Pulitzer a su autor, William Inge- donde por primera vez se destacó en un rol dramático, interpretando a Madge, una joven bella e ingenua de un pequeño pueblo de Kansas que sucumbe ante la pasión que le inspira un hombre de pasado turbulento. Ahí interpretaba a mujer que parecía representar las ambiciones de muchas jóvenes aspirantes a estrella. Era “el epítome de toda mesera de pueblo o reina de belleza que pensaba figurar en las películas”, según David Thompson.
A préstamo para United Artist, el director Otto Preminger la incluyó en el reparto de la magnífica The Man with the Golden Arm (1956) junto a Frank Sinatra, una obra seca, de profundo y doloroso naturalismo que causó polémica por su descripción de la adicción a las drogas. En The Eddy Duchin Story (1957) de George Sidney -otro director recurrente en su carrera- fue pareja de Tyrone Power. Sin embargo Columbia quería que ante todo fuera una diva popular y la puso en papeles poco retadores en dos largometrajes adicionales de Sidney, Jeanne Eagels (1957) y Pal Joey (1957), filme este último en el que interpreta a una sensual corista de un club de San Francisco que se enfrenta a una adinerada mujer -que interpreta ni más ni menos que Rita Hayworth- por el cariño de Frank Sinatra. Los rumores de la relación sentimental de Kim con este actor y cantante, así como el romance que supuestamente sostuvo con Sammy Davis, Jr. o con el hijo del dictador dominicano Rafael Trujillo, fueron excelentes noticias para los publicistas de Columbia. 1957 es el año, además, en el que Kim Novak aparece en la portada de la revista TIME en la edición del 29 de julio, acompañada de un artículo llamado A Star is Made, en la que se afirma que “Kim Novak fue virtualmente inventada; la primera estrella de alto vuelo alguna vez hecha estrictamente para llevar a domicilio cuando se requiera”.
Y ella precisamente no quería eso. No quería ser una pieza de manufactura prefabricada, quería que la vieran realmente como una mujer real, como una actriz dedicada y juiciosa. Pero no era tomada en serio, los periodistas y el público no iban más allá de la superficie, de su rostro perfecto, de su pelo platinado, de su figura suntuosa (“físicamente opulenta y abiertamente carnal”, la describió Donald Spoto en su libro Las damas de Hitchcock). Nadie pensaba que era una buena actriz. De ahí se deriva quizá esa indiferencia gélida con la que parecía asumir cada papel, esa melancolía resignada, esa distancia defraudada, esa indiferencia inequívoca. No parecía feliz. No lo era.
Prestada por Columbia para realizar Vértigo, jamás volvería a hacer algo tan excepcional como ese filme. Paramount Studios devolvió el favor cediendo a James Stewart para estelarizar juntos otro filme, la exitosa comedia Bell Book and Candle (1958), de Richard Quine, conocida en España como Me enamoré de una bruja. Vendría luego Middle of the Night (1959), de Delbert Mann –con guión del gran Paddy Chayefsky- que ella siempre consideró su mejor papel en el cine.
En los años sesenta su carrera empieza a declinar y en esa década solo interviene en ocho filmes, rechazando roles en Breakfast at Tiffany’s (1961) y Días de vino y rosas (Days of Wine and Roses, 1962). De esa época es su participación como la inolvidable “Polly Pistolas” en Bésame, tonto (Kiss Me, Stupid, 1964) de Billy Wilder. Este reconoció que “Me advirtieron acerca de Kim antes de empezar a trabajar con ella. Dijeron que era difícil, así que el primer día le dije que si había problemas la despedida sería ella, no el director. La chica me respondió con lágrimas en los ojos, que la malinterpretaban, y lo cierto es que trabajar con ella ha sido una agradabilísima sorpresa. Tiene la calidad de Monroe y Dietrich, algo muy notable dado que se trata de una estrella creada en estudio, un objeto de nailon artificial que hay que raspar, una actriz inventada para amenazar a Rita Hayworth”.
Y en Bésame, tonto Wilder –a pesar de la tormenta de críticas feroces que desató este filme- le da la oportunidad de lucirse, curiosamente interpretando dos roles, tal como en Vértigo: el de una prostituta manipulada por todos a la que le dan la oportunidad durante una noche de interpretar a un ama de casa normal, digna y respetada. Dignidad y respeto, lo que siempre anheló Kim Novak.
En buena hora se fue retirando paulatinamente de un medio que no la valoraba. Tras el desastre de The Legend of Lylah Clare (1968) de Richard Aldrich, sus apariciones fueron cada vez más esporádicas. En 1976 se casó en segundas nupcias con el veterinario Robert Malloy con quien vive en un rancho en Oregon, lejos, muy lejos de Hollywood. En los años ochenta hizo parte del reparto de la serie de televisión Falcon Crest, y en 1997 ganó un premio honorífico en el Festival de Cine de Berlín en homenaje a toda su carrera. Por fortuna sigue con nosotros, creo que nunca será tarde para recordarla.
Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano. (Medellín, 17/02/13). Págs. 14-15
©El Colombiano, 2013