Rumbo al averno: La casa de Jack, de Lars von Trier

Compartir:

“Empecemos admitiendo que su obra está dominada por la obsesión sexual y el sadismo, y que se desarrolla bajo la égida de la violencia y la crueldad”. Esta cita, que bien podría aludir a la filmografia de Lars von Trier, en realidad fue escrita por André Bazin en 1949 para describir el trabajo de Erich von Stroheim, el director de Avaricia (Greed, 1924). “Si hoy hay un cine de la crueldad, Stroheim se lo inventó”, prosigue.

Cada época tiene directores de cine que han construido su obra a partir de los actos más atroces e inhumanos del hombre para, a partir de ellos, reflexionar, debatir, confrontar, abofetear o simplemente asustar. Lo que Bazin –quien murió en 1958- vio en las películas de Stroheim, y en las de Buñuel, Dreyer y Hitchcock, lo llevó a considerarlos como autores crueles, pero dudo que pudiera suponer que la atrocidad humana pudiera ser exhibida en términos cinematográficos de la forma tan gráfica en que Lars von Trier lo ha hecho.

La casa de Jack (The House That Jack Built, 2018)

La casa de Jack (The House That Jack Built, 2018) nos permite, si uno puede soportarlo, ser testigos privilegiados de los actos de un psicópata, un asesino en serie que mata a sus víctimas con sevicia, sin que medie motivo. La cámara, nerviosa, consciente de su propia presencia, no nos ahorra horror alguno. No hay elipsis, fuera de campo, pudor o compasión que nos dispense de ver como Jack (Matt Dillon), asesina a sangre fría. Que él padezca además un trastorno obsesivo compulsivo, que lo obliga a volver sobre sus huellas una y otra vez, se antoja una broma macabra.

La casa de Jack (The House That Jack Built, 2018)

El tratamiento de lo que vemos no es artístico, es clínico, forense para ser más preciso. La casa de Jack es al crimen lo que Ninfomania (Nymphomaniac, 2013) fue para el sexo: un estudio de caso. Pero obviamente esto no es un documental, von Trier nos saca permanentemente de la diégesis del relato para hacernos caer en la cuenta del artificio (hay un homenaje recurrente a Don’t Look Back (1967) de D.A. Pennebaker y una reflexión constante sobre los motivos del arte) y dejarnos entrar en la mente, grandilocuente, seductora y peligrosa, del asesino. A veces parece que quien hablara -en su narcicismo- fuera el propio von Trier, que a la vez fue el autor del guion.

Un siquiatra podría encontrar fascinante la descripción del obrar de este personaje enfermo, pero otros espectadores hallarán repulsivo el material que von Trier puso esta vez frente a sus ojos. El danés es un provocador inveterado y está consciente de su capacidad de generar polémica: la indiferencia sería fatal para él.

La casa de Jack (The House That Jack Built, 2018)

Pareciera que necesitara entonces nuestra aprobación, pero no. Solo nuestra atención (recuerden cuando en Cannes en 2001 afirmó que “entendía a Hitler” y fue expulsado del festival). Él, que no se pregunta si el arte tiene algún deber moral, menos va a preocuparle si el público acepta sus filmes. Con que hablen de ellos le basta. Es cruel. Su cine también.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 05/05/19) p. 3.9
©Casa Editorial El Tiempo, 2019

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Compartir: