Las herramientas del oficio: La crónica francesa, de Wes Anderson

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El décimo largometraje de Wes Anderson, La crónica francesa (The French Dispatch, 2021), es la demostración más lograda –al punto de la perfección y bordeando el exceso frenético- de la madurez de su puntilloso estilo formalista, a un nivel incluso mayor que el que exhibió en El gran hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel, 2014), pues aquel filme contaba con una sola línea argumental (o lo que Anderson conciba como tal), mientras La crónica francesa es una película episódica unida por un marco narrativo común, lo que le permite al director multiplicar exponencialmente las habituales ramificaciones de sus historias, casi hasta conseguir desorientar al espectador, que no puede darse el lujo de apartar un segundo los ojos de la pantalla.

La crónica francesa (The French Dispatch, 2021)

No se vaya a pensar por esto que se trata de una narración complejísima u oscura. Nada de eso. Este cine es luminoso, abigarradamente colorido, sorpresivo y siempre presto al humor aparentemente involuntario que adeuda mucho al estilo de comedia deadpan de Buster Keaton y sobre todo al del estatismo contemplativo de Jacques Tati, otro formalista extremo. El universo fílmico de Wes Anderson es único en su manierismo, pero también es único en su mirada compasiva e ingenua sobre el mundo y sus personajes. Él es consciente que sus ojos ven una realidad cálida que en muy poco se parece al mundo real y por eso no le teme al artificio y a revelar lo artificial de su propuesta: quiere que nosotros también seamos conscientes que lo que vemos en sus filmes solo es su óptica subjetiva sobre las cosas. En una puesta en escena tan rigurosamente controlada como la que él nos muestra, uno podría pensar que sus personajes son también parte del decorado, meras caricaturas al servicio de la forma fílmica, pero no. Anderson los dota de una peculiar sensibilidad naïve que es la misma suya, aunada en esta película a la nostalgia por el gran periodismo escrito.

La crónica francesa (The French Dispatch, 2021)

En La crónica francesa todo gira al editor de una revista, llamado Arthur Howitzer, Jr., que está inspirado en el editor fundador de la revista The New Yorker, Harold Ross, y parcialmente en la personalidad del segundo editor de esa misma publicación, William Shawn, pero Howitzer (interpretado por Bill Murray), no es ninguno de los dos: es una creación de Anderson y como tal se comporta. El editor de la revista The French Dispatch, suplemento cultural del periódico Evening Sun, de Liberty, Kansas, y editado en Francia en la ciudad (ficticia) de Ennui-sur-Blasé, es un hombre exigente y temperamental, pero comprensivo y paternal con sus escritores, y es en relación a ellos que siempre lo vemos en el filme. Howitzer es la mano firme, pero a la vez permisiva, que no va a dejar que una buena crónica se quedé sin ser publicada por problemas de espacio o de demoras en la entrega. Ese personaje –cuya presencia realmente es breve en el filme, en comparación con las de otros- es el alter ego de Wes Anderson, él es quien comprende, respeta y ama a los protagonistas de sus filmes y a los que regala esa visión optimista del mundo que todos ellos comparten.

La crónica francesa (The French Dispatch, 2021)

Anderson se propone acá el mostrarnos el contenido de la revista –su material literario- pero traducido a imágenes: es como si decidiera hacer el backstage de cada una de las crónicas de la revista o dicho de otra forma, escenificarlas desde la perspectiva del periodista que las escribió. Se antoja complejo, pero el resultado es profundamente satisfactorio. Esto da lugar a los diferentes episodios del filme: la sección más corta de La crónica francesa llamada “El reportero en bicicleta” presenta a Owen Wilson como Hersaint Sazerac, el escritor de viajes de la revista, haciendo un recorrido por el pasado y el presente de Ennui-sur-Blasé; “La obra maestra de concreto”, es el artículo de la sección de artes escrito por la periodista J.K.L. Berensen (Tilda Swinton), “Revisiones de un manifiesto” es la crónica en la sección de política, escrita por Lucinda Krementz (Frances McDormand) y “El comedor privado del comisionado de policía” es el texto de la sección gastronómica de la revista, elaborada por Roebuck Wright (Jeffrey Wright), modelado a partir de las figuras de James Baldwin y A. J. Liebling.

La crónica francesa (The French Dispatch, 2021)

Estas tres secciones centrales tienen una característica común: el involucramiento activo del escritor en los hechos que se están narrando, algo que contradice la objetividad y la distancia periodística que se suponía debían tener. Otra forma de entender esto es que la “escenificación” que se nos hace de la crónica escrita implica para el periodista embellecer mediante la ficción un trabajo que no fue más allá de la investigación, los testimonios, las entrevistas y la escritura del texto en una oficina.

La crónica francesa (The French Dispatch, 2021)

La habitual coralidad de sus filmes tiene en La crónica francesa la oportunidad de llegar a los límites del paroxismo, pues además de los personajes del marco narrativo –el staff fijo de la sala de redacción de la revista, compuesto por actores como Elisabeth Moss, Jason Schwartzman, Anjelica Bette Fellini o Fisher Stevens- cada una de las crónicas tiene sus propios protagonistas, que pueden tener roles tan preponderantes como el de Benicio del Toro y Timothée Chalamet, o prácticamente cameos como el de Saoirse Ronan, convirtiéndose todo esto en una prueba de fuego para la puesta en escena y la continuidad del filme, pues de cada historia surgen ramas como “jardines de senderos que se bifurcan”, que incluyen nuevos personajes y formas narrativas diferentes.

La crónica francesa (The French Dispatch, 2021)

La película es un collage inspirado de escenas a color, blanco y negro, animación, miniaturas, pantallas divididas, cambio de formato visual, y profusión de avisos y letreros… es asombrosa su variedad y su coherencia interna: todo lo que implique salir del estudio y volverse una escena de acción compleja, Anderson lo convierte en caricaturas animadas, por ejemplo. El blanco y negro remite al pasado, a lo rememorado; el color es para lo actual, pero no hay reglas fijas, todo es un fluir absolutamente pasmoso en su belleza formal. Tiene tiempo para incluir homenajes explícitos a sus fuentes, como a Jacques Tati en Mi tío (Mon Oncle, 1958) o a Truffaut con Les Mistons (1957) y sus chicos traviesos, y con Besos robados (Baisers volés, 1968), con esos barrios parisinos tan entrañables, tan nostálgicos. También rinde tributo al cine mudo con la cámara estática, con sus imágenes en blanco y negro, con esos personajes que entran al cuadro por un lado y salen por el otro. Los tableaux vivants que crea con ese estatismo que a veces todo lo congela, son de una belleza apabullante. Y ni hablar de lo que este filme adeuda al teatro, con los decorados que, como telones, suben, bajan o se deslizan lateralmente.

La crónica francesa (The French Dispatch, 2021)

Algo que es llamativo de La crónica francesa –y que obra en beneficio de Anderson- es su atemporalidad: la revista de esta narración fílmica circuló entre 1925 y 1975 (no revelaré porque dejó de aparecer), pero la colección de crónicas que vimos no necesariamente corresponde al último número que circuló, se antoja una antología de los mejores relatos. “Revisiones de un manifiesto” sin duda transcurre en 1968, pero no en mayo, sino en marzo. De los demás relatos la ambigüedad de su fecha los sublima aún más ante nuestros ojos, si es quedaba alguna duda de que ocurren exclusivamente en el universo propio de Wes Anderson.

La crónica francesa (The French Dispatch, 2021)

En un momento dado un personaje del filme habla de utilizar “las herramientas del oficio”. Anderson está hablando aquí en esta película de un oficio que parece perdido ya en el tiempo: el de las grandes publicaciones escritas en papel, como The New Yorker, en las que un desfile de talentosos cronistas, plumas que este director admiró y que inspiraron su filme, exhibían su arte para narrar historias, que en sus manos se volvían más grandes que la vida. La crónica francesa exhibe, además, el enorme oficio de Wes Anderson como narrador. Un artista como él, retrata a artistas de la escritura que también retrataron a artistas –de la pintura, del debate dialéctico, de la culinaria- en sus textos. Todo tan suyo.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

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