La esencia es inalterable: Laurence Anyways, de Xavier Dolan
Es enorme el riesgo que Xavier Dolan corrió para hacer Laurence Anyways (2012). Era apenas su tercer filme y se decidió por el relato de un hombre transexual, pero con la perspectiva de una historia de amor, contado todo con un aliento épico y absolutamente operático, enmarcado en un metraje de 168 minutos, demasiado ambicioso y para nada comercial. Las posibilidades de un desastre eran todas, pero de nuevo operó el milagro de su talento inaudito y Dolan logró su cinta más integra, más personal y comprometida. Es impresionante como pasó de hacer dos filmes pequeños –un drama y una tragicomedia– a dirigir una cinta tan compleja, tan llena de elementos formales y narrativos que exigían de él -como director, guionista, montajista y diseñador de vestuario- un control absoluto. La amenaza de un desborde, de un derrumbe o de un exceso se cernía a cada minuto y sin embargo todo sale bien en Laurence Anyways. Todo.
La mirada de los otros
La película está mediada por la mirada de los demás. Es una mirada que juzga, que critica, y que está claramente antecedida por el prejuicio. Laurence Alia (interpretado por Melvil Poupaud) es un profesor de literatura que vive con su pareja, una mujer llamada Fred (Suzanne Clément). Su relación es intensa, satisfactoria, absolutamente cómplice. Pero un día Laurence tiene que sincerarse y ser sincero con Fred. Él se siente y se percibe mujer y no quiere seguir simulando lo que no es. Eso ocurre en 1989, pero la película empieza diez años después, para emprender un largo flashback que nos lleva al momento en que Laurence, tras un breve prólogo, decide que va a asumir su condición, su verdad. Cueste lo que cueste, así tenga que soportar miradas censoras, de extrañeza y miedo el resto de su vida. Y así tenga que perder a Fred. Xavier Dolan va a mostrarnos muchas veces esos ojos que juzgan sin entender, que ya dieron su veredicto excluyente sin haber escuchado motivos. No los necesitan. Con el miedo les basta.
Esta historia no es esa
El proceso de transformación de Laurence –interno y externo- no le interesa a Dolan. Para el protagonista no representa un conflicto vestirse públicamente como mujer, y tampoco la óptica del director es la de la exploración de la siquis del personaje. Esta no es esa película: el anecdotario, las frustraciones, ajustes y compromisos personales de Laurence son algo secundario. Eso sí, atención a la compleja y distante relación de Laurence con su madre, un tema que Dolan no para nunca de explorar en su cine. Sin embargo el énfasis de este filme no está ahí. Está en lo que pasa con Fred. Imaginen a una mujer heterosexual, enamorada de su pareja, que un día descubre que ese hombre ya no existe, que todo ha sido una ilusión óptica, que ahora a quien tiene enfrente es a una mujer. ¿Y que ocurre si esa nueva mujer la continua amando y no quiere perderla? ¿Cómo asumir algo así? ¿Huir? ¿Soportarlo? ¿Enfrentarse a lo imposible? Laurence Anyways sí es esa película. Y por eso triunfa.
La persistencia del afecto
(Casi) todos hemos tenido un amor imposible de olvidar. Que no funcionó, que se fue apagando, que optó por alguien más. Y pese a eso sigue tozudamente ahí, reapareciendo en la memoria y en el subconsciente de tanto en tanto, recordándonos que para esos afectos intensos no hay sucedáneos, no hay planes B, no hay placebos. Laurence y Fred están condenados a reconocer que se hacen falta y que la distancia geográfica, los años, otras parejas y la transexualidad no son suficientes para separarlos por completo, sobre todo si jamás se alteró la esencia que los unió un día. Este filme celebra esa persistencia y lo hace como toda buena historia de amor que se respete: sin miedo al ridículo, a la grandilocuencia, al color, a la música, a lo onírico, a lo simbólico. El amor es incomprensible para quienes lo ven desde afuera y se nota que Dolan lo sabe. Pero para los enamorados todo es luz, ropa de colores que cae del cielo, música que solo ellos oyen, un mensaje secreto en un poema, un ladrillo que alguien pintó a escondidas, cometer la locura de huir. Seguir siendo cómplices y camaradas, anyway.
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