La estrella que ansiaba ser austral: El sur, de Víctor Erice

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“En resumen, el mito congregado por la memoria en los espacios de la infancia: este es el mundo de Víctor Erice”
-Jaime Pena Pérez

“El coral brota,
la palmera crece,
pero el hombre se va”
-Refrán de las islas Marquesas citado por R. L. Stevenson en Los mares del sur

“¿Qué podemos amar que no sea una sombra?”
-Friedrich Hölderlin

La voz de Estrella nos habla desde un futuro que nunca veremos, al que nunca seremos capaces de acceder. Es más, las imágenes que acompañan su voz son las de su pasado. Estrella nos está contando de su infancia y su adolescencia en el norte de España, pero sabemos que ella se ha ido hacia un ansiado sur que sólo podemos imaginar. ¿Habrá sido feliz? ¿Habrá encontrado las huellas esquivas de su padre? ¿Habrá roto para siempre los lastres del pasado? ¿Cómo habrá sido su relación con su abuela? ¿Ya el amor irrumpió en su vida?

Preguntas que el final abierto de El sur (1983) deja sin respuesta y las convierte en especulación y dudas irresolutas que se suman al encanto –tan enorme como difícil de describir– de este filme, un viaje a los recuerdos del pasado de una mujer, a los instantes que quedaron grabados en su memoria, al modo en que ella interpretó desde su óptica unos hechos cuya dimensión quizá aún no entendía. La historia de Estrella empieza y termina en 1957, en el momento en que su padre ha desaparecido ya para siempre. Ella es en ese entonces una adolescente que ve con relativa tranquilidad cómo esa brusca separación de su progenitor acaba de lanzarla precozmente hacia la adultez y hacia ese sur mítico lleno de misterios, sol, música flamenca, palmeras y familia. Todo el resto de la narración es un flashback a las entrañas de su propia infancia, un retrato a jirones de una niñez signada por la sombra tutelar de un padre cuyo misterio y silencios le fascina.

Omero Antonutti y Sonsoles Aranguren como padre e hija en El sur (1983)

Omero Antonutti y Sonsoles Aranguren como padre e hija en El sur (1983)

Ese mundo infantil da sentido –desde su propia visión, no lo olvidemos– a las acciones y obrar de su padre, Agustín (el actor italiano Omero Antonutti), y de su madre, Julia. La película no cambia nunca de punto de vista, es Estrella quien anima este relato cerrado sobre sí mismo, es en función de ella que parecen gravitar sus padres. Como en El espíritu de la colmena (1973) a ellos nunca los vemos dialogar entre sí, tener un momento de intimidad o camaradería; cada uno parece existir en un compartimiento paralelo y distinto al que sólo entra esa hija que se siente lejana y ajena de su madre, pero que idealiza a ese padre, quien desde su silencio lleno de secretos la mira con ojos amorosos.

Estrella es una niña solitaria pero no triste. Tiene a su lado a su padre, ese médico que un día dejó el sur de su patria y se instaló con su familia en una hacienda –llamada La gaviota– de un pueblo del norte, al parecer por disputas con su padre franquista, o a lo mejor quizá perseguido por sus ideas republicanas. ¿Por qué su padre se mudó a ese sitio? Ella no lo sabe. Pero lo que sí sabe de su padre le encanta: Agustín –zahorí, amén de médico– tiene un péndulo de propiedades casi mágicas que le enseña a usar y con el que adivina el sitio donde puede haber agua y la distancia a la que se encuentra; Agustín baila con su admirada hija en su primera comunión, y… parece tener otro amor, según descubre Estrella. ¿Será posible que su padre esté o estuviera enamorado de una actriz de cine? Por primera vez siente que Agustín puede amar a una mujer distinta a ella…

El sur (1983), de Víctor Erice

El sur (1983), de Víctor Erice

Atraída por el sortilegio que envuelve a su padre y que exacerba su curiosidad infantil y femenina, Estrella todo se lo perdona y todo se lo justifica, mientras sigue viendo en su madre a una extraña. Ese esquema permisivo remite al de La sombra de una duda (Shadow of a Doubt, 1943), película de Alfred Hitchcock, cuyo afiche –en un guiño cinéfilo– Estrella ve exhibido en la marquesina del cine donde un día descubrió a su padre. En ese filme del director inglés una joven mujer –apodada Charlie– está deslumbrada por su tío Charlie, a quién idealiza, pero que en realidad resulta ser un criminal. El misterio y el silencio que rodea al padre de Estrella no hacen más que acrecentar el aura de fascinación que genera en ella.

Ese esquema no cambiará durante toda esa infancia que vemos sólo de manera episódica, pero inevitablemente Estrella crece y al llegar la adolescencia debutan para esta joven otras incertidumbres y su padre –cuyo enigma vital sigue siendo inaferrable– se convierte en fuente de frustraciones. La infancia se ha ido y con ella el filtro que le impedía verlo con objetividad. Erice “[construye su discurso] partiendo del desamor. […] La relación se articula a base de separaciones, distanciamientos, rupturas y desamor. […] En la película el espectador es dirigido desde el primer momento hacia la ruptura” (1). Queda ante los ojos de esta adolescente un hombre insatisfecho, incapaz de luchar por lo que realmente quiso o de tomar ese tren que lo lleve a donde el deseo lo invita, aislado en un mundo donde ella nunca pudo entrar. La última vez que Estrella se refiere a Agustín es clara a ese respecto: “Le dejé allí, sentado junto a la ventana, escuchando aquel viejo pasodoble, solo, abandonado a su suerte. ¿Pude hacer por él más de lo que en ese momento hice? Es lo que siempre me he preguntado, porque ésa fue la última vez que hablé con él”. Que desapareciera violentamente de su vida fue para Estrella el rito de paso necesario para madurar: romper con un pasado mítico y enfrentar a partir de ahora lo desconocido que constituye la vida real. Eso implica irse al sur y por fin lograr entender que esa palabra representa –ante todo– un estado del alma, libre de ataduras y miedos, antes que un sitio geográfico concreto.

El sur (1983), de Víctor Erice

El sur (1983), de Víctor Erice

La imagen mítica de un padre forjada por la mirada infantil de su hija: el resumen torpe del argumento de El sur no logrará nunca dar a entender el sortilegio estético de este filme. La sensibilidad de Víctor Erice convierte cada imagen –en su rigor, en su fijeza– en un lienzo donde la composición visual, el ritmo pausado, las transiciones de claridad y oscuridad, los fundidos a negro y ese manejo de la luz que es un portento (todos los honores sean dados a la bellísima fotografía de José Luis Alcaine, realizada con luz artificial) se conjugan de manera magnífica para conseguir casi el efecto de tableaux vivant de una pintura barroca flamenca, un Veermer o un Rembrandt revivido para nuestros ojos por un autor con una capacidad expresiva y evocadora que se prolonga en los largos silencios y en esa voz en off de Estrella que tiñe de nostalgia y de fábula esta historia simple, convertida por la sugestiva fuerza de su mirada en uno de los testimonios más incontrovertibles del inveterado talento poético de su autor.

Vicisitudes de una película que no fue
Un relato aún inacabado al momento de gestarse la película, escrito por la filósofa y escritora andaluza Adelaida García Morales –quien era la mujer de Erice en esos momentos–, constituyó la piedra en la que se fundó el guion que Víctor Erice hizo para este filme y que constaba de dos partes. Una ambientada en el norte de España y la conclusión, situada en el sur del país, que Erice imaginaba tomando como modelo a El río (1951) de Jean Renoir. Inicialmente, se pensó presentar como una miniserie de tres capítulos para la televisión, pero durante la filmación esa idea se abandonó. Además, el productor del filme, el veterano Elias Querejeta –quien había producido para él El espíritu de la colmena– tomó la decisión de suspender el rodaje de El sur treinta y tres días antes de lo estipulado y cuando se habían alcanzado a rodar ciento setenta páginas de las trescientas noventa y cinco originales del argumento, sosteniendo que el guion contenía dos películas diferentes y que lo que se alcanzó a filmar constituía una película terminada.

Sonsoles Aranguren como Estrella a los 8 años en El sur (1983)

Sonsoles Aranguren como Estrella a los 8 años en El sur (1983)

Enfrentando con altura las consecuencias artísticas de esta decisión inconsulta, Erice presenta su película el último día del Festival de Cannes de 1983, obteniendo instantáneo reconocimiento. En la rueda de prensa de este certamen el director afirmó que hizo el montaje (junto al montajista Pablo G. Del Amo): “Como si tuviera continuación, aunque algunos elementos que aquí aparecen se habrían explicado mejor en la segunda parte. Sin embargo, he asumido la situación y firmo esta película. Sé que son así las leyes de la producción cinematográfica. Aunque disiento de algunos motivos de la productora para interrumpir el rodaje, no quiero polemizar sobre ello y acepto las cosas tal como están. Ahora es el público el dueño de la película” (2).

Ese dueño siempre se preguntará cómo habría sido si se filma la película completa y nos hubiéramos ido con Estrella al sur para descubrir allá (según lo relatado por Erice en varias entrevistas y de acuerdo con el guion no filmado, pero publicado parcialmente en Cuadernos hispanoamericanos en 1984) las piezas perdidas del rompecabezas que constituyen la infancia y la adolescencia de su padre. Constataría también que Agustín había estado enamorado de esa otra mujer –Laura– que alguna vez fue actriz; y que de ese vínculo había nacido un hijo, Octavio, su hermano, al que Estrella le regala el péndulo de su padre antes de regresar al norte.

Icíar Bollaín como Estrella a los 15 años en El sur (1983)

Icíar Bollaín como Estrella a los 15 años en El sur (1983)

Ese mismo hermano le habla de los libros que le gustan y en particular se refiere a la literatura de Robert Luis Stevenson. Recuerda Erice que: “El chico enseñaba una foto de Stevenson a Estrella y ésta le preguntaba quien era. Octavio, entonces, se lo explicaba a su manera. Entre otras cosas decía: “Estaba tuberculoso, pero iba de un lado a otro viajando y escribiendo sin parar”. […] Creo que hay algo de ejemplar en su destino de escritor, tal como el chico de la película lo expresaba […], alguien, enfermo de gravedad, pero en el cual permanece todavía un aliento capaz de generar vida a su alrededor […] (3).

Octavio le da a Estrella un libro de Stevenson, Los mares del sur, uno de cuyos fragmentos son las palabras que ella lee en el tren de regreso y que en la voz de Fernando Fernán Gómez constituían el final de la película: “Hay en el mundo unas islas que ejercen sobre los viajeros una irresistible y misteriosa fascinación. Pocos son los hombres que las abandonan después de haberlas conocido; la mayoría dejan que sus cabellos se vuelvan blancos en los mismos lugares donde desembarcaron; hasta el día de su muerte, a la sombra de las palmeras, bajo los vientos alisios, algunos acarician el sueño de un regreso al país natal que jamás cumplirán. Esas islas son las Islas del Sur. Cuentan que en ellas estuvo en tiempos el Paraíso” (4).

El sur (1983), de Víctor Erice

El sur (1983), de Víctor Erice

Ayer y hoy Erice ha afirmado que El sur es una cinta inacabada, rota, inconclusa a la fuerza. Pero si en esas condiciones constituye una película de esplendorosa forma y lírica narración (quizá involuntariamente debida a huecos argumentales originados por lo no rodado), ya no es posible preguntarse qué hubiera pasado de haberse filmado por completo. El crítico y coguionista de El espíritu de la colmena, Ángel Fernández-Santos no se resigna, y en un texto se pregunta: “¿Es El Sur, tal como forzosamente ha quedado, la película que ideó y cerró sobre sí misma su imaginador? ¿O es otra?” (5). Quizá la magia de la película resida en su fuerza evocadora, en ese apuntar a un sitio/estado mental que nunca vemos pero que logramos intuir, y que en el proyecto originalmente pensado se convertía en algo concreto y palpable, pero que ahora es patrimonio eterno de la imaginación. Mejor quererla como está, inasible como las volutas de humo, inalcanzable como la luz, inabarcable como el viento. El Sur existe tal como es. Y así la sabemos obra maestra.

Referencias:

1.Cristina Martínez-Carazo, “El Sur: de la palabra a la imagen”, Bulletin of Hispanic Studies, Liverpool, vol. 74, núm. 2, 1997, pp.187-196.

2. Diego Galán, “‘El Sur’, segundo largometraje de Víctor Erice”, sitio web: El pais, disponible en: www.elpais.com/articulo/espectaculos/Sur/segundo/largometraje/Victor/Erice/elpepiesp/20040603elpepiesp_7/Tes, consulta: diciembre 1 de 2012.

3 Miguel Marías y Felipe Vega, “Una conversación con Víctor Erice. En el camino del Sur”, Casablanca, Madrid, núms. 31-32, julio-agosto de 1983, p. 70.

4 Víctor Erice, “El sur”, Cuadernos hispanoamericanos, Madrid, núm. 411, septiembre de 1984, p. 101.

5. Ángel Fernández-Santos, “33 preguntas eruditas sobre ‘El sur’”, Casablanca, Madrid, núms. 31-32, julio-agosto, 1983, p. 56.

Publicado en el libro Imágenes escritas: obras maestras del cine, Medellín, Fondo editorial EAFIT, 2014, págs. 313-319
©Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2014

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Víctor Erice (izq.) y el montajista Pablo G. Del Amo durante el rodaje de El sur (1983)

Víctor Erice (izq.) y el montajista Pablo G. Del Amo durante el rodaje de El sur (1983)

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