Ocurrió en una galaxia muy, muy lejana…: La guerra de las galaxias, de George Lucas

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Parece una leyenda urbana, un mito cinéfilo. Pero como el propio George Lucas la ha dicho, entonces habrá que creer esta anécdota: fue tan pesada y apresurada la postproducción de La guerra de las galaxias (Star Wars) y eran tan malos los augurios que habían sobre su recepción, que su director –George Lucas- y su esposa Marcia, olvidaron la fecha del estreno. Se encontraban trabajando intensamente, él en la banda sonora monofónica del filme y ella en el montaje de New York, New York para Martin Scorsese, y estaban tan agotados que esa noche –el 25 de mayo de 1977- decidieron salir a comer unas hamburguesas en el restaurante Hamlet en Hollywood Boulevard, frente al Teatro Chino.

Al llegar y sentarse vieron por las ventanas del lugar un gran alboroto y muchas personas afuera del teatro. “Había gente por todas partes, mil personas o más, dos carriles de la calle estaban cerrados y se veían unas cuantas limusinas; era alucinante”, recordaba Lucas. Pero no sabían de qué película se trataba. Solo al salir del restaurante, después de cenar, reconocieron el nombre del filme que había generado tanto interés esa noche entre el público de Los Ángeles. Entre el asombro y el pasmo de su creador, La guerra de las galaxias empezaba su camino hacia la inmortalidad.

La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977)

Sin embargo George Lucas no alteró sus planes y se fue de vacaciones a Hawái con su esposa. Tenía motivos para suponer que su cinta iba a fracasar. En esos años la ciencia ficción no era un género que gozara de popularidad: eran los tiempos del “nuevo Hollywood” y los directores de esa generación, aprovechando la disolución del sistema monopólico de los estudios, se habían lanzado a la producción de filmes independientes, contraculturales, agresivos en sus propuestas dramáticas y baratos en sus costos. Todo lo opuesto a La guerra de las galaxias.

Lucas pertenecía a esa misma generación de cineastas universitarios o que tuvieron a la televisión como escuela. “Lo que teníamos en común era que habíamos crecido en los sesenta, en los años de protesta contra la guerra de Vietnam. Íbamos a tomar por asalto el mundo. Y también nos apasionaba el cine. Nunca pensamos que íbamos a hacer dinero con el cine o que era una buena manera de hacerse rico y famoso. Era como una adicción”, explicaba. Lucas estudió cine en la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad del Sur de California (USC), ganó una beca otorgada por la Warner Brothers para hacer una pasantía dentro de ese estudio y ahí conoció e hizo amistad con Francis Ford Coppola. Ambos –aburridos del ámbito corporativo- crearon en 1969 la compañía American Zoetrope y uno de los trabajos universitarios de Lucas se convirtió en el primer largometraje de esa nueva empresa productora, THX 1138 (1971), una distopía futurista.

La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977)

Rápidamente Lucas crea a Lucasfilm Ltd. y se independiza creativamente (pero no laboralmente) de Coppola para hacer American Graffiti (1973), una mirada nostálgica a la década de los años sesenta que tuvo gran éxito: obtuvo ganancias por más de cien millones de dólares y fue nominada a cinco premios Oscar. Con esa película coral Lucas estaba acogiéndose a los postulados no escritos del “nuevo Hollywood” y demostrando que la libertad artística, la independencia de los estudios y los temas con trasfondo humano o social funcionaban bien. Lo malo es que George Lucas no quería seguir haciendo ese cine, quería hacer La guerra de las galaxias.

Incluso antes de que se estrenara comercialmente American Graffiti, Lucas merodeaba por los estudios con un esbozo de unas catorce páginas titulado The Star Wars y cuya primera frase –que espantaba a cualquier productor sensato- decía que esta era la “historia de Mace Windu, un venerado Jedi-bendu de Opuchi relacionado con Usby C.J. Thape, aprendiz padawaan del célebre Jedi”. Su intención era hacer algo parecido a los seriales de ciencia ficción de la televisión como las aventuras de Flash Gordon, pero la verdad es que este género no tenía muchos adeptos. El planeta de los simios (1968) y 2001: Una odisea del espacio (1968) habían sido dos de las producciones recientes más logradas, pero nadie pensaba invertir en un proyecto poco claro de un director relativamente novato.

La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977)

Solo la 20th Century Fox tuvo fe. Su jefe de asuntos creativos, Alan Ladd Jr., que había estado en Londres trabajando y desde 1973 estaba en la Fox, fue quien convenció al presidente de la empresa, Gordon Stulberg, de darle el aval a Lucas. Lo que nadie sabía era que este tardaría dos años y medio en escribir el guion del filme. Por esos días George Lucas estaba interesado en la obra del catedrático Joseph Campbell –El hombre de las mil caras, Las máscaras de Dios– , que hablaba de la construcción de los mitos como algo transversal a diversas culturas, con similitudes y patrones que se repiten sin importar lo diversas que sean las sociedades. “Es entonces cuando empecé a hacer una investigación más ardua sobre los cuentos de hadas, el folclore y la mitología, y empecé a leer los libros de Joseph… Es extraño porque al leer El héroe de las mil caras me di cuenta que mi primer esbozo para Star Wars seguía esos patrones clásicos, de modo que modifiqué el esbozo en concordancia a lo que había estado aprendiendo sobre motivos clásicos y así lo hice todo más consistente”, explicaba Lucas.

La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977)

La guerra de las galaxias sigue tales esquemas. Uno podría ver en ella una variante de la historia del rey Arturo, la espada en la piedra y el mago Merlín. Luke Skywalker es un muchacho que va a atravesar una serie de ritos de paso hacia la adultez, guiado por un anciano sabio que sabe que ese muchacho es el elegido para grandes cosas, para protagonizar una epopeya cuando sea el momento. Por ahora tiene que aprender, equivocarse, caer, levantarse y crecer. George Lucas no tenía una idea clara de que quería y por eso su guion sufrió tantos cambios y reescrituras. Los personajes aparecían, mutaban, se dividan en dos, cambiaban de nombre, desaparecían, se trasformaban, perdían o cobraban protagonismo, volvían a su forma original. Lucas no quería sexo y violencia, quería que su película pudiera ser vista por personas de todas las edades, una decisión que contribuyó en buena medida a la popularidad de la cinta.

Un tercer borrador estuvo listo en agosto de 1975 y apenas en marzo de 1976 la Fox aprobó la historia y el presupuesto: el largometraje no podía superar los diez millones de dólares. Paralelamente a la escritura del guion, Lucas conformó una empresa de efectos visuales, Industrial Light & Magic (ILM), que empezó a operar en mayo de 1975. La 20th Century Fox había cerrado su división de efectos visuales y Lucas presintió que necesitaba disponer de tecnología de punta para su filme. John Dykstra, asistente de Douglas Trumbull en los efectos de 2001: Una odisea del espacio se convertiría en el supervisor del equipo de dibujantes, animadores y maquetistas dispuestos a volver factible el universo que Lucas proponía. Dykstra creo una cámara con movimiento controlado por computador que les dio precisión y espectacularidad a las tomas de las maquetas de las naves espaciales.

La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977)

El casting de la película se hizo junto al de Carrie, de Brian de Palma, para abaratar costos y ganar tiempo. Ambos filmes querían contar con actores jóvenes, poco conocidos y la convocatoria fue entonces común. Los elegidos serían el californiano Mark Hamill (24 años) para representar a Luke Skywalker, Carrie Fisher (19 años) -hija de la actriz Debbie Reynolds- para hacer de la princesa Leia, y Harrison Ford (33 años) como el mercenario Han Solo. A ellos se sumarían dos figuras veteranas, los ingleses Alec Guinness (Obi-Wan Kenobi) y Peter Cushing (Moff Tarkin), enfrentados en esquinas opuestas del bien y el mal. James Earl Jones proveería la voz de Darth Vader.

El 22 de marzo de 1976 se dio inicio al rodaje en Túnez. En mayo se trasladaron a los estudios Elstree en Londres, donde la fotografía principal concluyó el 16 de julio. Lucas no era un director gentil o cercano y los actores novatos le sacaron de quicio en varias ocasiones. Fueron 84 días de rodaje, los últimos de ellos bajo enorme presión ante el ultimátum de la Fox de concluir lo más rápidamente posible o cancelar definitivamente el proyecto. La idea que tenían era que La guerra de las galaxias se estrenara en diciembre, lo cual era sencillamente imposible, pues la postproducción de este filme no solo era larga, sino además crucial. El montaje de Richard Chew, Paul Hirsch y Marcia Lucas, los efectos visuales de ILM, el diseño sonoro de Benjamin Burtt y, sobre todo, la inolvidable banda sonora de John Williams eran elementos que faltaban por incluir y que fueron lo que en realidad elevaron esta película a un nivel que ni el propio George Lucas presentía.

La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977)

El estreno del miércoles 25 de mayo de 1977 solo atrajo la atención de 43 salas de cine, pero su impacto fue instantáneo: el voz a voz positivo se propagó como un virus hasta hacer que llegara a presentarse en 1750 teatros. Para fin de año había recogido en la taquilla de Estados Unidos 197 millones de dólares. Comercialmente no era posible un éxito mayor. Fue nominada a diez premios Oscar y ganó siete.

La guerra de las galaxias fue una de las películas –junto a Tiburón (Jaws, 1975)- que fracturó para siempre al “nuevo Hollywood” y le hizo recordar a los estudios que era posible hacer cintas de calidad que ganaran mucho dinero. Como lo afirma Peter Biskind en su libro Moteros tranquilos, toros salvajes, “Tras media década de películas basadas en los personajes y los temas, con finales tristes y narrativas fracturadas interrumpidas continuamente por flashbacks y secuencias oníricas y psicodélicas, Lucas reafirmó los placeres de la narrativa directa, sin ironías, con unos personajes bidimensionales y accesibles cuyas aventuras terminaban bien”. El público apreció eso y la convirtió en una de sus favoritas, en un mito contemporáneo del cine, en la constatación de que las historias del bien contra la maldad y en las que asistimos al trayecto vital de un héroe, están arraigadas dentro de nosotros, estemos aquí o en una galaxia muy, muy lejana.

Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 21/05/17), págs. 10-12
©El Colombiano, 2017

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