La lluvia es distinta en casa: Shakespeare Wallah, de James Ivory
“Poética y visualmente viva, Shakespeare Wallah es un filme extraordinario. Es la joya de los inicios de la Merchant Ivory, poco menos que un milagro”
-Robert Emmet Long
Una escena crucial de Shakespeare Wallah (1965) involucra a Manjula, una joven y famosa actriz del cine indio que –presionada por su amante- decide ir a ver una adaptación teatral de Otello en un modesto recinto de una ciudad periférica de la India. Su llegada a uno de los palcos, en medio de una escena crucial del drama de Shakespeare, no pasa inadvertida: el público la reconoce y la mira, desde la platea le toman fotos, le piden firmar autógrafos. Es tal el grado de conmoción y ruido que el actor principal detiene su actuación y le dice al público que solo continuará cuando se callen. La actriz se distrae, se aburre, come algo y por último decide irse sin terminar la función, para seguir generando alboroto en el pasillo.
Este pasaje–que muestra la tensión entre el teatro de toda la vida y el cine como moderna forma de entretenimiento- es clave para entender el sentimiento melancólico y de derrota que albergan los protagonistas de este filme, el segundo dirigido por James Ivory en su asociación con el productor Ismail Merchant y la guionista Ruth Prawer Jhabvala, unión que se conoció como Merchant Ivory Productions. Es el primer guion original de ella para esta naciente compañía y lo escribió en compañía de Ivory.
Shakespeare Wallah nos cuenta de un grupo ambulante de actores ingleses –The Buckingham Players–que llevan las obras del bardo de Stratford por los pueblos de la India. Tony y Carla Buckingham, su hija Lizzie (que nació en el país que los alberga y que no conoce Inglaterra), Bobby, un intérprete aún más veterano, y dos jóvenes indios constituyen la pequeña tropilla teatral. No son un conjunto famoso y ostentoso, sus puestas en escenas son modestas y su público lo es todavía más, pero eso no es obstáculo para entregarse con profesionalismo y absoluta entrega a su labor actoral (a eso se refiere el wallah del título original).
La película nos hace conocerlos cuando afrontan una crisis que más que vocacional es derivada de los cambios post colonialistas: ya los espectadores indios han dejado de apreciar y respetar el teatro, abandonándolo en pro del deporte y del cine local. Tony y Carla sienten que ya son un caduco rezago del pasado. Ante la reducción del número de funciones que afrontan, en un momento dado Tony le expresa a su esposa con amargura en un monólogo que “rechazan lo que soy, lo que hago. Hoy en día ya no importa nada. No hablo de aprecio sino de por qué estamos aquí y no en Sheffield o en Bristol o en un lugar parecido. ¿Tuvimos que venir a la India porque no valía allí? (…) No, no fue eso. Tú y yo éramos idealistas. Los dos. Y siempre nos salió bien. Todos aquellos artistas de Inglaterra, la gente haciendo fila para comprar entradas, el dinero que movíamos. Luego, estos últimos años todo ha ido cambiando. No sé por qué. No lo entiendo. Y no dejo de pensar en el motivo. No lo sé, no lo sé. Debimos volver en el 47 como todos. Pero estábamos muy seguros. Siempre tendríamos nuestro público”.
En el fondo saben que el público ha cambiado y que ellos ya no los complacen como antes. Además tienen una hija joven que ha seguido el mismo sendero de ellos pero que nació en la India, que no siente raíces insulares, y se preocupan por su futuro en un país que cada vez se parece menos al que ellos conocieron cuando llegaron. Tienen miedo.
Así pues, la película aborda simultáneamente dos frentes: el de la decadencia melancólica de la actividad teatral y el del futuro de Lizzie, enamorada de un joven seductor –Sanju (Shashi Kapoor)- que a la vez es el amante de Manjula (Madhur Jaffrey), la actriz de cine. Los padres de Lizzie no ven salida a la crisis que afrontan, pero están demasiado mayores como para volver a Inglaterra e intentar empezar de nuevo. Sin embargo quieren que ella vaya al país de sus ancestros, así no lo conozca, para que prosiga allá su carrera… lo viejo y lo nuevo, la tradición versus la modernidad, el respeto debido a unos padres enfrentado al amor que una mujer siente por un hombre, lo colonial contrapuesto a lo autóctono, el gran arte clásico en contravía del arte audiovisual popular, la lluvia que cae en Inglaterra versus los monzones de la India: todo es oposición en Shakespeare Wallah, todo es una lucha de fuerzas contrarias.
Pese a la juventud e inexperiencia de sus realizadores la película es un triunfo: tanto temática como visualmente está exquisitamente manejada. Pasamos de la entregada representación teatral shakesperiana a la desesperada tras escena donde los actores lamentan su presente gris, mientras Lizzie descubre un amor que la obnubila. Vamos de la decadencia del palacio de un marajá donde se va a interpretar a Antonio y Cleopatra a la música y el baile de Manjula al aire libre mientras rueda una película. Tras la cámara de Shakespeare Wallah estaba Subrata Mitra, el cinematografista de Satyajit Ray –incluso venía de hacer para él Charulata (1964)- y su experiencia y su sensibilidad se notan en este rodaje realizado completamente en exteriores. Es más, Ray compuso la banda sonora de este filme a pedido de Ivory, tras ver en Calcuta la película ya montada en una exhibición privada.
Buena parte del éxito del filme deriva de la actuación de Geoffrey Kendal, su esposa Laura Liddell y su hija Felicity Kendal, que interpretan respectivamente a Tony, Carla y Lizzie Buckingham. Se están representando a sí mismos, pues los Kendal eran una tropilla de actores ingleses trabajando en la India, la llamada “Shakespeariana Company”. Geoffrey le mostró a Ivory los diarios de las experiencias de su compañía teatral, escritos en 1947 durante la independencia india, y cuando este se los pasó a Ruth Prawer supieron que podían hacer un guion que sirviera de metáfora sobre el fin del colonialismo. Dado que la empresa de Kendal fue siempre exitosa, no fue fácil para él aceptar que, en la película, los ahora bautizados Buckingham Players fueran rumbo al fracaso.
Hacer Shakespeare Wallah costó ochenta mil dólares, obtenidos de la venta de los derechos de distribución mundial de The Householder (1963) –la primera cinta de la Merchant Ivory- a Columbia Pictures. Se rodó en blanco y negro para abaratar costos y por el mismo motivo se filmó en locaciones naturales. Presentada en el Festival de Cine de Berlín en junio de 1965, obtuvo allí el premio a la mejor actriz, otorgado a Madhur Jaffrey.
Posteriormente se exhibió en el Festival de Cine de Nueva York y luego comercialmente en esa ciudad. Era el verdadero debut internacional de la Merchant Ivory y lo hacían con un filme que miraba las contradicciones entre Oriente y Occidente, y las tensiones entre el pasado y el presente, temas que se volverán recurrentes en su fecunda filmografía, cimentada desde sus inicios con piezas tan hermosas como esta. Carla le dice a su hija que “La lluvia es distinta en casa”, para señalarle que en Inglaterra el clima es otro y las causas de la lluvia también. James Ivory sabía bien como llovía en casa, por eso hizo su carrera fuera de ella, para que nosotros también supiéramos lo que se siente cuando la lluvia cae en un lugar y en un tiempo que no es el nuestro.