Trazos rurales: La vida de Jagna, de DK Welchman y Hugh Welchman
Loving Vincent (2017) fue un hermoso homenaje a la obra de Van Gogh, que buscó y logró convertir sus lienzos en un largometraje narrativo de ficción, gracias una animación a mano pintada al óleo, concebida por los esposos Dorota Kobiela (DK) Welchman y Hugh Welchman. Ahora ambos regresan con su segundo proyecto, La vida de Jagna (Chlopi, 2023), conocida en España y en otros países como En nombre de la tierra, y que está basada en la magna novela “Los campesinos” (1904-1909), escrita por el premio Nobel de literatura polaco Władysław Reymont.
La técnica de animación es la misma: pintar al óleo cada fotograma luego del proceso de animación que convierte a actores reales en dibujos. Sin embargo, el trabajo acá fue más exigente, tal como el codirector lo explica en una entrevista con Rafael Motamayor: “A la hora de pintar, tuvimos que desbaratar parte de la línea de producción de Loving Vincent e idear una completamente nueva. En aquella película, pintábamos doce fotogramas por segundo, y cada fotograma nos tomaba un promedio de dos horas y media. Para La vida de Jagna, el promedio era de cinco horas por fotograma, debido a la mayor complejidad del estilo. Teníamos un sistema que recordaba al clásico de los estudios Disney, en el que los pintores al óleo hacían los fotogramas clave cada ocho fotogramas, es decir, tres fotogramas por segundo. Luego teníamos una unidad intermedia de animación de pintura digital que hacía los fotogramas intermedios” (1). Así pues la película está compuesta por más 80.000 pinturas al óleo.
Al no estar circunscrita ni a la obra ni al estilo de Van Gogh, sino al momento histórico donde ocurren los hechos descritos por Władysław Reymont –un pueblo polaco de finales del siglo XX- la película gana en textura, movimiento, complejidad y detalles escénicos. Se conservan las pinceladas gruesas, pero se siente una mayor libertad y sobre todo un uso más depurado de los de recursos estéticos de esta técnica de animación, tanto que por momentos Loving Vincent se siente como un borrador de lo que es posible lograr cuando se emplea la pintura al oleo para hacer cine. El estilo es en este filme más cercano al del movimiento de la “Polonia joven” (Młoda Polska) que surgió en Cracovia entre 1895 y 1914, y que tuvo entre sus representantes a artistas que reflejaban en sus obras al campesinado polaco, como Leon Wyczółkowski, Lidwik de Laveaux y Teodor Axentowicz. La meticulosidad en los detalles de los vestuarios, de los rostros, de los grupos humanos, de los paisajes, hablan de un trabajo concienzudo, laborioso y extenuante. Cuatro años –atravesados por la Covid-19 y por el inicio de la guerra en Ucrania, donde tenían uno de sus centros de trabajo- implicó concluir este largometraje, dotado además de una bella banda sonora donde predominan cantos corales de celebración.
Alguien podría preguntarse para qué ponerse en semejante trabajo sí se antoja más sencillo filmar a los actores en vivo en un estudio o en escenarios naturales, pero en realidad lo que acá se emplea en pintura se ahorra en vestuario, diseño de producción, decorados, búsqueda y utilización de locaciones, extras y todo lo que está circunscrito al mundo real. La vida de Jagna, como la conocemos, solo existe pintada al óleo, es ahí donde despliega su poder, donde tiene su impacto, lejos de las ataduras de lo real. Es cierto que los actores y las actrices, con sus cuerpos y sus voces son el punto de partida para la captura de la imagen, pero la imaginación de los artistas al óleo son el punto de llegada. Lo que alguno directores harían con animación en 3D, acá se hace con un pincel. Es cuestión de minuciosidad artesanal dibujar una garza con un ala rota que diseñarla por computador; eso justifica una tarea artística como la de La vida de Jagna.
El relato es la narración clásica de una sociedad paternalista donde el afecto de una mujer se comercia y no se gana. Jagna (a quien da vida la bella actriz polaca Kamila Urzedowska), es una joven demasiado bella y coqueta para su propio bien, que vive junto a su madre viuda en una de las pequeñas parcelas que conforman el poblado. Jagna hace decoraciones en papel y se dedica a las labores del hogar, pero un terrateniente vecino, Maciej Boryna, viudo y muy mayor, pone los ojos encima de ella, así como también lo hace el hijo de este, Antek, que está casado. Mientras Boryna (el veterano actor Miroslaw Baka) y la madre de Jagna negocian el matrimonio de la joven, ella se enreda sentimentalmente con Antek, dando lugar a una serie de eventos dramáticos posteriores que tienen que ver con la codicia, el honor, la envidia y la venganza. Como ven, un material bastante inflamable que se desenvuelve a lo largo de un año, según vemos cambiar el paisaje con las estaciones. Lo que no cambia es el padecer de la protagonista, que no parece nunca tener paz.
La vida de Jagna es una película ambiciosa, hecha para ser admirada por sus valores estéticos de producción. Su temática histórica debe ser vista desde ese contexto: desde la reproducción de un ordenamiento social misógina donde las mujeres no tenían capacidad de decisión sobre ellas mismas. No hay acá crítica alguna a ese estado de las cosas porque este no es un filme alegórico ni simbólico, esta es una película basada fielmente en una obra literaria escrita hace más de 120 años. Buscarle otro sentido es perderse de ver lo que un notable esfuerzo artístico colectivo hizo con las palabras de esa novela.
©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.
Referencia:
1. Rafael Motamayor, “Painting Poland: The Peasants filmmakers DK and Hugh Welchman on their hand-painted epic”, 11/10/23, www.letterboxd.com
Disponible online en: https://letterboxd.com/journal/the-peasants-hugh-dk-welchman-interview