La vida sin las partes aburridas: Los 39 escalones, de Alfred Hitchcock

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Los 39 escalones puede ser la primera obra maestra indisputable de Alfred Hitchcock”.
– Donald Spoto

La película empieza y no vemos el rostro del protagonista. Vemos su sombra y su brazo llegar a la taquilla de un Music-Hall, comprar un boleto y entrar al recinto. Seguimos sin reconocerlo, sin saber quien es. Sólo sabemos que lleva un sombrero en la mano izquierda y un abrigo largo. Cruza por el pasillo del centro de la platea y se acomoda en una fila intermedia, en el cuarto puesto de derecha a izquierda. La cámara lo ha perseguido por detrás y todavía no nos deja ver su rostro. Se sienta y aún no lo reconocemos. Es más, culminará el metraje de Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935) ochenta y seis minutos más tarde y todavía no sabremos quien era exactamente Richard Hannay. ¿Un viajero canadiense de paso por Londres?, ¿Un asesino prófugo de la justicia?, ¿Un lechero? ¿Un mecánico automotriz?, ¿Un orador político?, ¿Un recién casado esposado -literalmente- a su cónyuge? “No te molestes. Yo no soy nadie”, le dirá más adelante a una mujer. Pero para Alfred Hitchcock es todos y ninguno, pues la personalidad del protagonista es la primera víctima en esta magistral demostración de oficio fílmico, esbozo primigenio y espontáneo de muchos de los temas, ideas y motivos claves que llenarán consistentemente la pantalla del director inglés en los años por venir.

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

La personalidad de Hannay había de ser vulnerable, pues tenia que adoptar primero la del falso culpable, la del hombre común que -sin importar quien es- necesita recuperar su buen nombre, puesto ahora en entredicho por una acusación tan falsa como, en apariencia, contundente. Para hacerlo tendrá necesariamente que desenmascarar a aquellos que lo acusan y cargar con todo el peso de la pesquisa que lo deje libre de sospechas, pues no puede recurrir a la policía para que sean ellos quienes investiguen, ya que tiene todas las pruebas en su contra. Es la situación que subyace a filmes como Inocencia y juventud (Young and Innocent, 1938), Saboteur (1942), The Wrong Man (1956) e Intriga internacional (North by Northwest, 1959), continuadores de un estilo temático y narrativo muy afín a Hitchcock, pues le permitía echar a rodar la trama de la película a partir de premisas muy sencillas, pero que se iban expandiendo y haciéndose complejas a medida que el protagonista del filme encontraba nuevos tropiezos que ponían en peligro su frágil libertad.

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

En Los 39 escalones, Hitchcock no da un minuto de respiro a Richard Hannay (interpretado por Robert Donat), acusado de haber apuñalado a una mujer en un apartamento londinense. La mujer era una espía del servicio británico, que previamente lo había puesto al tanto de una organización de espionaje llamada “los 39 escalones”, que está a punto de sacar del país una información que amenaza la seguridad del estado. Con un paraje escocés señalado en un mapa como única pista, y con toda la policía londinense detrás, Hannay va a tratar de encontrar al líder de los espías, de impedir que el secreto salga de Inglaterra y de esclarecer su inocencia. Como ven, tarea fácil, considerando –además- que buena parte del trayecto lo hace esposado a una mujer -rubia, por supuesto, estamos en una película de Hitchcock- que está convencida de su culpabilidad.

Si vamos a ser claros, a Hitchcock de todo esto sólo le importa el viaje y las desventuras que su protagonista padezca. Lo de los espías es lo de menos, es una disculpa, un non-point que Angus MacPhail, supervisor y editor de guiones de la Gaumont, bautizó MacGuffin, para indicar que no significa nada. Nunca antes usado tan conscientemente (aunque ya estaba implícito en su anterior filme), a partir de aquí será una constante de su cine. En diálogo con Truffaut, Hitchcock recordaba que inicialmente querían darle un pretexto muy grande y muy evidente al desarrollo de esta película, pero que “siempre terminábamos por abandonar cada una de las ideas a medida que se nos iban ocurriendo, en beneficio de algo mucho más sencillo” (1). La simplificación fue tal, que hay casi una desaparición: a Hitchcock dejaron de importarle los motivos, para él lo importante era la emoción.

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Los 39 escalones fue la segunda película que este director inglés realizó a las ordenes del productor Michael Balcon y la compañía Gaumont-British, luego de firmar él y el dramaturgo y guionista Charles Bennett un contrato en 1934 que los obligaba a realizar cinco películas. La primera de ellas fue la versión inicial de El hombre que sabía demasiado (The Man Who Knew Too Much, 1934), a partir de un argumento original escrito por Bennett y que fue todo un éxito, tanto crítico como en taquilla. Vendría después este filme, basado en una novela homónima publicada en 1915 por el escritor y abogado escocés John Buchan, quien afirmaba en la dedicatoria del texto que su propósito había sido “Escribir una novela donde los incidentes desafíen las probabilidades y marchen apenas dentro de las fronteras de lo posible” (2). Como se ve, ya en el texto original se privilegia la acción sobre lo racionalmente viable. Lo que Bennett, el dramaturgo Ian Hay –un especialista en diálogos- y Hitchcock hicieron al elaborar el guion fue ensanchar las posibilidades truculentas y humorísticas de la novela, comprimiendo el tiempo y los personajes en pro de la acción y el drama. Además añadieron anécdotas y episodios de su propia cosecha y echaron mano de otras fuentes como la biografía Datas: The Memory of Man –sobre un célebre artista inglés dueño de una prodigiosa memoria- y la novela The Shulamite, de Claude y Alice Askew, de la que tomaron la secuencia del granjero y su esposa. Había que enriquecer el relato, no importaba que la verosimilitud de los eventos se viera afectada.

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Al respecto, y respondiéndole a Truffaut, el director inglés decía que “La verosimilitud no me interesa. Es lo más fácil de hacer. (…) Seamos lógicos: si se quiere analizarlo todo y construirlo todo en términos de plausibilidad y verosimilitud, ningún guión de ficción resistiría este análisis y sólo se podría hacer una cosa: documentales. (…) Pedir a un hombre que cuente historias que tomen en consideración la verosimilitud me parece tan ridículo como pedir a un pintor figurativo que represente las cosas con exactitud. (…) En el film de acción, es el director quien es un dios, quien debe crear la vida. Para hacer un film, hay que yuxtaponer montones de impresiones, montones de expresiones, montones de puntos de vista y, con tal de que nada sea monótono, deberíamos disponer de una libertad total. Un crítico que me habla de verosimilitud es un tipo sin imaginación” (3). La película avanza en un ritmo febril y asfixiante, sumando persecuciones y escapes milagrosos que no dan tiempo a pensar si eran viables o gratuitos, en constantes transiciones que funcionan muchas veces como secuencias autónomas, como pequeños episodios independientes e individuales que Hitchcock quería que fueran “en sí mismos, una pequeña película” (4). Al impacto que tienen estas escenas ayuda la composición visual que Hitchcock empleó, con el uso de planos-contraplanos, tomas yuxtapuestas en imagen y sonido, gran angulares y puntos de vista perceptuales que dan a su mirada un sello inconfundible y difícil de imitar con naturalidad.

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Hitchcock había visto a Robert Donat en las tablas londinenses en 1930 y admiraba su labor, de ahí que fuera fácil involucrarlo como protagonista, luego de llegar a un acuerdo con el productor Alexander Korda con quien estaba bajo contrato. Más difícil fue concretar a la inglesa Madeleine Carroll, ya una estrella destacada a ambos lados del Atlántico y en ese momento una de las actrices mejor pagadas del mundo. Madeleine expresaba reservas sobre el proyecto, sobre todo porque no había sido la opción inicial del director (él pensó en Jane Baxter para el papel), su personaje no irrumpía en la película desde los primeros minutos y habían largos segmentos del filme donde no aparecía. Sin embargo Hitchcock vio en ella la primera encarnación de sus rubias gélidas pero cargadas de sex appeal que engalanarían su cine posterior y logró que dos días antes de empezar la filmación aceptara rodar la película. La actriz había conocido a Hitchcock en 1928, lo recordaba cortés y respetuoso, y además sus agentes negociaron un muy buen contrato con Michael Balcon para hacer dos películas consecutivas con el director inglés.

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

El 11 de enero de 1935 se inició la fotografía principal. Robert Donat recordaba su primer encuentro con Madeleine Carroll en el plató de Los 39 escalones, “En nuestra primera mañana en el estudio, inmediatamente después de que nos presentaron, nos pusieron un par de esposas, uniéndonos por un brazo y comenzamos a actuar en una escena. Pensábamos que tal comienzo no era exactamente útil para establecer relaciones y tal sentimiento no se hizo menor cuando al final de la toma, Hitchcock extravió la llave de las esposas. Por cerca de una hora Madeleine y yo compartimos esta compañía forzada, mientras continuaba la búsqueda de la llave. No había nada que pudiéramos hacer, así que hablamos de nuestros amigos mutuos, de nuestras ambiciones y de temas relacionados con el cine. A medida que intercambiábamos experiencias nuestra desconfianza disminuyó gradualmente. Cuando Hitch vio que nos llevábamos bien, sacó la llave del bolsillo de su abrigo, nos soltó y dijo, con una sonrisa de satisfacción, ‘Ahora que se conocen, podemos seguir’ ” (5).

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

El unir con esposas a una pareja dispareja en la pantalla le sirvió a Hitchcock para crear un suspenso diferente, derivado de las posibilidades románticas y eróticas de una pareja de distinto sexo que debía permanecer junta y compartirlo todo, en una obligada intimidad que se sublimó, pero que dejaba abierta todo tipo de posibilidades y elucubraciones, implícitas en los ingeniosos diálogos que acompañan a esta larga secuencia, juego de doble sentido que parecía divertir y complacer al director. Ivor Montagu, colaborador de Michael Balcon y editor de producción de muchas de las películas inglesas de Hitchcock destaca esa tendencia al mencionar que, “He tenido la convicción, sustentada al haber trabajado con Hitchcock, que un buen director debe tener algo de sádico. No hasta un grado patológico, sino derivado de su mirada sobre las cosas, y de darle ordenes a sus actores, lo que está cercano a dominarlos, a someterlos” (6). Y ese dominio se centró acá en Madeleine Carroll, a quien el director se empeñó en someter a duras escenas, retomas, bromas pesadas y maltrato. “Nada me gusta más que desnudarlas de su refinamiento y de su feminidad” (7), expresó Hitchcock al término del rodaje.

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Para él, el dirigir y ser autor de una película implicaba crear, controlar y dominar los destinos de los personajes, y es indudable que quiso prolongar ese sometimiento en la figura de los villanos de su cine, que actúan como un “director sustituto” capaz de ser cruel en sus ansias de poder, pero que -sin embargo- ocultaba esas intenciones bajo una fachada digna. En Los 39 escalones ese personaje, el profesor Jordan, lo interpreta Godfrey Tearle quien –en una encantadora perversidad del director, como lo anota Pauline Kael- guarda una notable semejanza física con Franklin Delano Roosevelt. La figura del director sustituto volverá una y otra vez en sus películas: son Paul Prescott y Alexander Sebastian en Notorious (1946), es Vandamm en Intriga internacional y es Gavin Elster en Vértigo (1958).

Rodaje de Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Rodaje de Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

El 18 de marzo concluiría la filmación, que transcurriría sin mayores contratiempos. El 6 de junio en el New Gallery Theatre fue el estreno para la prensa, y de inmediato recibió buenos comentarios y el favor del público, suceso que se repitió en Nueva York durante su debut en septiembre del mismo año. Durante esa época de estreno, Hitchcock le pedía a su público que viera la película más de una vez, por lo menos tres veces, para captar sus detalles y las intenciones que subyacían a ellos. En otras palabras, para que pudiera captar toda la “audacia contundente” (8) que este filme -detrás de su empaque relajado- trae.

Rodaje de Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

Rodaje de Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935)

En Los 39 escalones vemos la relación que existe entre la búsqueda del conocimiento y la perdida de la seguridad, nos hacemos conscientes de la fragilidad de la personalidad y de que por lo general estamos representando un papel, ahondando en la relación no siempre armónica entre el teatro y el cine. El MacGuffin, el falso culpable, una rubia, los trenes, la tensión sexual, los abismos, los villanos sofisticados y el humor negro también están aquí, entremezclados de manera calculada para dar como resultado una obra maestra, un pedazo de vida filtrado a través de las manos de un maestro. Ya lo decía él: “Rodar películas, para mí, quiere decir en primer lugar y ante todo contar una historia. Esta historia puede ser inverosímil, pero no debe ser jamás banal. Es preferible que sea dramática y humana. El drama es una vida de la que se han eliminado los momentos aburridos” (9).

Referencias:
1. François Truffaut, El cine según Hitchcock, 3ª reimpresión, Madrid, Alianza Editorial, 1993, p. 116
2. John Buchan, The 39 Steps, Whitefish, Kessinger Publishing, 2004, p. 1
3. F. Truffaut, op cit., pp. 83-84
4. Patrick McGilligan, Alfred Hitchcock, una vida de luces y sombras, Madrid, T&B editores, 2005, p. 168
5. Patrick Humphries, The Films of Alfred Hitchcock, 1a reimpresión, New York, Crescent Books, 1994, p. 41
6. Donald Spoto, The dark side of genius: the life of Alfred Hitchcock, 9a reimpresión, New York, Ballantine Books, 1993, p. 164
7. Donald Spoto, Las damas de Hitchcock, Barcelona, Editorial Lumen, 2008, p. 82
8. Claude Chabrol y Eric Rohmer, Hitchcock, Buenos Aires, Editorial Manantial, 2010, p. 60
9. F.Truffaut, op cit., p. 86

Publicado originalmente en la revista Kinetoscopio no. 72 (Medellín, vol. 14, 2005) págs. 84-87
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2005

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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