La vida soñada de un hombre casado: La comezón del séptimo año, de Billy Wilder

Compartir:

«Marilyn pensaba que el modo en que lucía le daba derecho a ciertos privilegios. Era verdad. Pero eso no funcionaba conmigo, porqué yo la miraba no como hombre, sino como director. Bueno, la mayoría de las veces».
-Billy Wilder

La primera vez que la vemos surge bruscamente tras una puerta. Trae una bolsa de víveres en la mano izquierda y un ventilador portátil en la mano derecha, cuyo cable se enreda en el marco de la puerta, le rodea el contorno de sus caderas y le impide avanzar por los escalones que pretende subir. Hecha curvas en su vestido blanco de puntos negros, Marilyn Monroe hace que en ese momento perdamos la concentración y nos centremos sólo en ella, en su voluptuoso cuerpo, en su voz de niña inocente, en su rostro sensual. “En la película, el centro de interés se desplaza hacia la heroína, por la excelente razón de que cuando ella está en la pantalla no hay otra parte donde mirar excepto a su cuerpo, de la cabeza a los pies, con mil paradas a lo largo del camino. Su cuerpo nos endereza en las butacas y nos hace mirar la pantalla como un imán que atrae un pedazo de metal. En la pantalla no hay oportunidad de reflexionar. Caderas, nuca, rodillas, oídos, codos, labios, palmas y perfiles, se imponen sobre tracking shots, enfoques, panoramas sostenidos y fundidos”, escribe François Truffaut a propósito de la actriz en su libro Las películas de mi vida y entendemos como nunca sus palabras.

La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955)

Ella es la fantasía masculina de los años cincuenta hecha carne, convertida en improbable vecina de un padre de familia digno, un ciudadano de Estados Unidos en la época de Eisenhower, que tendrá que poner a prueba su capacidad de ser fiel a sus principios (y a su esposa) para evitar caer en la tentación que vive en el piso de arriba. Él -mientras se habla a sí mismo en voz alta- es el narrador de La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955) –conocida en España como La tentación vive arriba– un filme que ocurre más en su fantasía y en sus sueños que en la vida real. El hombre se llama Richard Sherman (el actor Tom Ewell), es un editor de libros pulp de mediana edad que vive en los bajos de un edificio de tres plantas en Manhattan. Tiene una vida normal, una esposa hacendosa, un hijo pequeño… nada especialmente digno de mención en sus siete años de matrimonio.

Hasta que un caluroso verano manda a su familia a pasear a Maine, se queda solo en el apartamento y de repente descubre que una chica está ocupando el apartamento superior. No valdría la pena siquiera hacer referencia al hecho, excepto porqué la chica es Marilyn Monroe. Ni siquiera le ponen un nombre al personaje. ¿Para qué? Ella es ella, inconfundiblemente hermosa. Entonces el señor Sherman es víctima de una enfermedad pruriginosa que ataca a los hombres casados y los hace buscar una relación extraconyugal buscando aliviarse. El drama, pero sobre todo la comedia, están planteados.

La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955)

En Sabrina (1954) hay una línea de diálogo del personaje de Humphrey Bogart que merece atención. El empresario llama por teléfono a su secretaria y le dicta: “Aquí está el itinerario para esta noche. Quiero dos entradas para The Seven Year Itch. Mesa para dos en el Colony antes del show, mesa para dos en el Salón persa después del show. Una mesa en una esquina oscura”. La referencia es a la exitosa obra homónima de Broadway escrita por George Axelrod, una comedia romántica de tres actos que se estrenó el 20 de noviembre de 1952 en el Teatro Fulton en Nueva York, protagonizada por Tom Ewell y Vanesa Brown, bajo la dirección de John Gerstad. Wilder vio la obra antes de su estreno y sorprendió al dramaturgo al llamarlo él mismo una noche para proponerle que realizaran una adaptación para el cine. Para adquirir los derechos de la obra, Wilder se contactó con el productor independiente Charles Feldman, que a la vez era amigo personal y asesor artístico de Marilyn Monroe. La actriz estaba feliz de trabajar con Wilder, dada la fama y trayectoria del director, y para Feldman esta sería su primera producción independiente desde Un tranvía llamado deseo (A Streetcar Named Desire, 1951). La Monroe estaba negociando un contrato, que no acababa de convencerla, con Darryl F. Zanuck en la 20th Century Fox, y Feldman -tras varias conversaciones- consiguió que la compañía productora accediera a respaldar el filme. Warner y United Artists le ofrecían al productor unas propuestas más lucrativas, pero este las desechó ante el interés de la actriz por el filme.

La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955)

Con el respaldo de la Fox, Wilder y Axelrod empezaron a hacer la adaptación, que rinde homenaje a Breve encuentro (Brief Encounter, 1945), de David Lean -película en la que también figura el segundo concierto para piano de Rachmaninoff. Sin embargo los guionistas vieron que se requerirían cambios a la obra teatral original: el Código de Producción imperante en Hollywood no permitía que el adulterio fuera el tema de una película -como tampoco permitiría ese tema la Liga de la Decencia- así que hubo que recurrir a la sublimación: a un adulterio que sólo tiene lugar en la imaginación del protagonista. “Axelrod no podía creer lo que le estaba pasando a su obra. En Broadway el tipo tiene un affaire con la chica de arriba, pero en la película, él sólo consigue imaginar cómo sería irse a la cama con Marilyn Monroe. Y sólo la idea de irse a la cama con ella tenía que aterrorizarlo o el filme no sería aprobado por los censores”, declaraba Wilder a la biógrafa Charlotte Chandler. La oficina del señor Hays convertía a un hombre adulto contemporáneo en un ser muy temeroso de Dios, la ley y el sagrado vínculo matrimonial. Y no es que eso estuviera mal, pero para afectos de los propósitos de una comedia sobre la infidelidad, se empezaba por suprimirle el núcleo de donde derivaba todo. Pero como se nos está permitido soñar, pues entonces a eso se recurrió, a que el protagonista imagine un apasionado romance con la joven y con otras mujeres, pero también que sospeche que su mujer esté teniendo también un romance por su lado. Deseo y celos conjugados en una sola mente que, febril, parece en muchos momentos estar a punto de perder el control de sí misma.

El director había jugueteado con una propuesta distinta que tampoco fue aprobada: “La diferencia entre una buena película y una menos buena de lo que pudo haber sido es, en este caso, una horquilla para el pelo. Yo tenía esta idea: la mañana después, la mucama de Tom Ewell encuentra una horquilla en la cama. De esta forma no vemos nada, pero sabemos todo. Eso es como Lubitsch lo hubiera hecho. Pero ellos no lo permitirían. Una película que se reduce a una sutil horquilla y tuvimos que cortarla”. En vez de eso obtenemos una comedia donde lo risible son los dilemas morales que le hace pasar la propia conciencia conservadora del personaje y el poder observar como su ansiedad anticipatoria -de lo que cree que va a pasarle si se enreda con la joven- le hace imaginar los más absurdos y disparejos desenlaces. También es gracioso el contraste entre la mujer imaginada, sensual, sofisticada y con clase, y la chica real, sencilla, terrenal y ordinaria. Por lo general el desarrollo del tema funciona, dentro de lo forzado que resulta ver a un hombre resistirse a una mujer como esta, más por decisión obligada del guion que por voluntad propia.

La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955)

En este caso es notoria la falta de una escena de abierta infidelidad conyugal, que hubiera convertido a La comezón del séptimo año en una comedia negra con todas las de la ley. El mismo Wilder lo decía, “A menos que el marido –que se queda solo en Nueva York mientras la esposa y el hijo están lejos durante el verano- tenga un affaire con esa chica, no hay nada. Pero uno no podía mostrar eso en esos días, así que yo tenía una camisa de fuerza. Me hubiera gustado haber podido hacer La comezón del séptimo año más tarde, porqué era buen material para hacerlo sin censura. Sólo una horquilla”. Es evidente que la camisa de fuerza que los censores le pusieron aquí a Wilder le talla a él tanto como a la película.

Para el papel protagónico masculino, Wilder pensó en William Holden, Gary Cooper o James Stewart, pero al ver unas pruebas de cámara de Walter Matthau creyó haber dado con el actor ideal, concepto con el que coincidió Axelrod. Sin embargo, la Fox -con Zanuck a la cabeza- no estuvo de acuerdo con se arriesgara el proyecto con un novato y se optó por Tom Ewell, el mismo actor que interpretaba el papel en el teatro. “Yo no tenía poder para conseguir a Matthau”, afirmaba Wilder. Se buscaba un hombre del común, alguien con quien el espectador masculino promedio pudiera identificarse El mismo Zanuck logró algo más: le pagó ciento setenta y cinco mil dólares a Axelrod para que accediera a que la película -cuando se rodara- se estrenara sin que la obra teatral culminara su ciclo de presentaciones en Broadway.

Billy Wilder y Marilyn Monroe durante el rodaje de La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955)

La filmación tuvo lugar entre el 1 de septiembre y el 4 de noviembre de 1954. No fue fácil, como nunca fue fácil filmar con Marilyn Monroe, por sus continuas tardanzas y por la dificultad que tenía para recordar sus líneas de diálogo; todo esto contribuyó a que se elevaran los costos de la película, que alcanzaron los seis millones de dólares, por fortuna recuperados con la taquilla. Lo dice el propio Wilder ante Chandler: “Me enojaría mucho con ella. En La comezón del séptimo año fue completamente impuntual. Nunca llegó a tiempo ni una vez. En vez de estudiar con Lee Strasberg, debió mejor haber estudiado en Suiza con Patek Philippe”.

Pero así mismo el director supo reconocer sus virtudes, como se ve al final de un comentario tan ácido como este: “Trabajar con ella era como ir al dentista, tu sabes, sacarle esas líneas [de diálogo] es como extraerle los dientes, excepto que esta vez el dentista era el que sentía el dolor. Pero no importa que tanto sufriera uno con Miss Monroe, ella era totalmente natural en la pantalla y eso era lo que perduraba. Ella brillaba”. Y es cierto, el magnetismo de la actriz era y sigue siendo muy grande, capaz de hacer pasar por alto sus limitaciones histriónicas (que no son tantas si uno va a ser justo), su obligado encasillamiento en papeles de rubia tonta, su voz infantil. Todo eso pasaba a un segundo plano al verla en la pantalla. Wilder no era, sin embargo, uno de sus admiradores: “Ella era más provocadora que provocativa. Para mí, personalmente, Audrey Hepburn era la personificación de todo lo ideal en una mujer. Además era puntual”.

La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955)

La película se convirtió en mítica por una escena que hace parte de la historia del cine. Aquella en la que una rejilla del metro de Nueva York genera un chorro de aire frío y le eleva a Marilyn su falda. Fue filmada a la 1:00 am del 15 de septiembre de 1954 en Lexington con la calle 52, pero ni la hora impidió que una gran multitud de periodistas y curiosos se reunieran alrededor del lugar, generando una enorme congestión. Relata Wilder: “Cuando rodé con ella la escena de la boca de ventilación del metro tenía la atención del mundo. Se reunieron veinte mil personas, hubo caos de circulación y una crisis matrimonial entre Joe DiMaggio y Marilyn. Reconozco que yo también me habría puesto nervioso si veinte mil personas hubieran estado observando una sola cosa: cómo mi mujer se levantaba las faldas por encima de la cabeza”. La escena hubo que repetirla en múltiples ocasiones, para vergüenza de DiMaggio y delicia del público y de algunos técnicos: “Tenía a tipos peleando por quien iba a ser el que encendiera el ventilador allá debajo de la rejilla”. En un momento dado DiMaggio se acercó a la actriz, le susurró algo al oído y se marchó. Ella siguió con el rodaje de la escena, para delirio de la gente que la llamaba a gritos. “Le pedí a las multitudes que se calmaran. Pero nada. Sólo el mismo escándalo. Entonces Marilyn puso un dedo en sus labios. Silencio absoluto”.

Rodaje de La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955)

Esa noche la pareja tuvo un fuerte altercado y romperían su relación incluso antes de completarse el rodaje del filme. “Oí tiempo después que eso acabó con su matrimonio. Supongo que debió haber más cosas malas en su matrimonio para que este se acabara. Creo que DiMaggio tenía sentimientos encontrados. Él quiso casarse con Marilyn Monroe y luego no le gustaba que ella fuera Marilyn Monroe excepto para él mismo. No sé si estaba celoso de que otros hombres vieran su falda levantándose o celoso de que ella lograra más atención que él. Probablemente ambas cosas”, afirmaba Wilder en el libro Billy Wilder in Hollywood de Maurice Zolotow.

Irónicamente, lo que se filmó no pudo ser utilizado debido al ruido del gentío y a la escasa corriente de aire y hubo que volver a rodar la escena en un plató cerrado en estudio. Lo que se ve en pantalla es muy discreto, mucho más que el registro que se conserva de las tomas en la calle o lo que la publicidad utilizó para vender el filme. Al momento del estreno, la Fox instaló un retrato de cuerpo entero de la actriz, sosteniéndose la falda, que medía cincuenta y dos pies y ocupaba cuatro pisos encima del teatro Loews en Times Square. La exitosa premiere neoyorquina fue el 1 de junio de 1955, día del cumpleaños número veintinueve de la actriz. DiMaggio la acompañó al estreno, al que Marilyn -como para variar- llegó tarde.

Publicado originalmente en el libro Elogio de lo imperfecto: El cine de Billy Wilder, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2008, p. 81-87
©Editorial Universidad de Antioquia, 2008.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Compartir: