Sembradores de odio: Los miserables, de Ladj Ly

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“…la más terrible y la más homicida de las pasiones
que se puede infundir a las masas, es la pasión de lo imposible”.
Alphonse de Lamartine

No siempre una película tiene que tener un tema inédito para capturar nuestra atención, a veces la potencia de la narración es suficiente para que pasemos por alto el “visto ya” y nos concentremos en los hechos que tenemos frente a nuestros ojos como si nunca los hubiéramos presenciado. El énfasis sobre la novedad. Eso pasa con Los miserables (Les misérables, 2019), el primer largometraje del director francés de origen africano Ladj Ly. Películas sobre el exceso de fuerza policial, voluntario o involuntario, y sus consecuencias éticas, legales o sociales hay muchas, y esta es una de ellas, pero lo que diferencia a este filme de sus congéneres es la urgencia visual que la recorre, el modo tan vertiginoso en que se producen los hechos, la forma tan verista y por ende tan aleatoria en que se desenvuelven las cosas.

Los miserables (Les misérables, 2019)

La película está ambientada en un polvorín: la comuna de Montferneuil, en los suburbios orientales de París, famosa en la literatura porque ahí vivían los personajes de Los miserables, la obra maestra de Víctor Hugo. Ahora en ese sector viven refugiados e inmigrantes de origen africano, muchos de ellos fieles seguidores del Islam, conviviendo junto a gitanos y mafiosos, todos en un tenso y frágil equilibrio, evidentemente fácil de romper en medio de la pobreza y la anarquía. Poco contribuye la policía y su Brigada de Lucha contra la Delincuencia (BAC por su sigla en francés), pues sus agentes –que son los protagonistas del filme- están tan contagiados de la violencia que se vive en el sector, que en realidad la instigan antes que controlarla: son sembradores de odio entre una población que más que respetarlos, les teme y los detesta a partes iguales.

Los miserables (Les misérables, 2019)

Vamos a acompañar al policía novato que viene del campo, Stéphane Ruiz (Damien Bonnard), a hacer equipo con dos agentes veteranos, Chris (Alexis Manenti) y Gwada (Djebril Zonga), este último hijo de inmigrantes africanos que viven en el sector. Los tres actores repiten los papeles que hicieron en el cortometraje de igual nombre que Ladj Ly dirigiera en 2017 y que es la semilla de Los miserables. Ruiz –llamado Laurent en el cortometraje- representa la idealización del trabajo policial como lo entiende un hombre que no está acostumbrado a lo que se vive en París, mientras los otros dos ya están curtidos en el asunto y viven en connivencia con los jefes de los diversos clanes del barrio, una simbiosis mal avenida y tolerada solo por absoluta conveniencia de todas las partes. Así, los vemos relacionarse con “el alcalde” negro del sector, con el líder musulmán, con el jefe de la mafia de las drogas local, con los gitanos que administran un circo. La BAC media entre ellos tratando de que las cosas no exploten en el cálido verano parisino de 2018, cuando el equipo de fútbol de Francia acaba de ganar la Copa Mundo de la FIFA.

Los miserables (Les misérables, 2019)

La anécdota que desencadena todos los hechos –que transcurren en dos días consecutivos- parece una travesura antes que una fechoría, pero ante la crispación permanente que se vive ahí, lo sucedido se escala a una situación de imposible control por la policía. Sobre todo, y este es el ángulo novedoso de Los miserables, es que implica a un grupo con los que la BAC no había hecho pacto alguno de no agresión: los niños y los jóvenes del barrio, un segmento poblacional que ha crecido entre la marginalidad, los abusos y el odio creciente ante una ley que no los representa.

Por eso se ve tan curioso ver cuáles son los dos sujetos de las dos grandes persecuciones que los tres agentes de la BAC emprenden en el filme. No son los líderes ni sus secuaces los perseguidos, no. Por el contrario son aquellos en quienes nunca pensaron y cuya fuerza colectiva ignoraron. De ahí que la policía se siente tan inerme: están frente a un colectivo aleatorio, errático y muy violento, cuya revancha no vieron ni presintieron venir, pero que es la consecuencia natural y agresiva de un estado de las cosas donde jamás hubo diálogo ni ayuda gubernamental, solo represión, olvido y muerte. Ya en 1933 con Cero en conducta (Zéro de conduite) Jean Vigo nos mostraba de lo que son capaces de hacer si se los menosprecia.

Los miserables (Les misérables, 2019)

La anarquía del segmento final de Los miserables se antoja una catarsis colectiva, un grito de “basta ya” que exige sangre y no va a detenerse. Lo decía Víctor Hugo en su novela: “La vida, el sufrimiento, la soledad, el abandono, la pobreza, son campos de batalla que tienen sus propios héroes; héroes oscuros, a veces más grandes que los héroes ilustres”. Esa exhibición poderosa de violencia produce miedo, sobre todo porque habla de una generación futura ya contaminada para siempre, ya sin sueños, ya sin ilusiones. Peor que en una película de terror.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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