Los padres de Simbad: Mi amor, de Maïwenn
No es nada casual que varios de los personajes de Mi amor (Mon Roi, 2015) explícitamente consuman medicamentos para la distimia –Fluoxetina, Escitalopram-, jugueteen con la posibilidad de usar Sildenafil o utilicen drogas de abuso. Se trata de seres lábiles afectivamente que requieren satisfacer sus necesidades de cariño y compensar su baja autoestima. Lo que no saben que esa debilidad que padecen los va a ser susceptibles a la más poderosa de las drogas, a una que obnubila por completo los sentidos y crea una sensación inaudita de euforia y embriaguez: Tony y Georgio van a caer en manos del amor.
El infalible Groucho Marx decía que “lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado”. Exactamente eso le ocurrió a Georgio (Vincent Cassel), un cheff y empresario solterón, seductor y bon vivant, que un día, cansado de frecuentar modelos hermosas, encuentra a Tony, una abogada divorciada, y ve en ella al amor de su vida. La mujer se siente halagada, sorprendida de ser el foco de atención de este hombre y a él se entrega. Uno no sabe bien que lo unió, si fue el deseo, si fue el hecho de sentirse bien juntos o qué fue. Realmente la mecánica intrínseca del amor es un misterio, y este filme de la actriz, guionista y directora francesa Maïwenn Le Besco (que firma acá solo como Maïwenn) no pretende revelarlo.
Realmente a lo que Mi amor aspira es a contarnos lo que ocurre cuando finaliza abruptamente el efecto anestésico del amor y ya hay un matrimonio de por medio y un bebé, sin que haya unas bases de solidaridad, compromiso y un proyecto de vida común que aminore el impacto. Como siempre, ante una situación como esa, los hombres reaccionamos de manera infantil y las mujeres con madurez. Nosotros intentamos recuperar la vida previa, ellas preservar la familia. Entre ambas posiciones hay un océano de discordias, amenazas, gritos, golpes, revelaciones dolorosas, abogados y trámites.
Maïwenn nos relata esta historia en un largo flashback. Tony (interpretada por la directora de cine y también actriz Emmanuelle Bercot) ha sufrido un accidente mientras esquiaba y durante su proceso de rehabilitación rememora sus años junto a Georgio. Por eso el filme tiene su punto de vista, la perspectiva de una mujer que vio una segunda oportunidad para ser feliz y que se encontró con un hombre inmaduro, pero cuyas razones la película no explora adecuadamente.
Mi amor no es una historia de amor, es sobre el desamor, sobre las lágrimas que acaban de apagar las cenizas de promesas, besos, risas y soles perpetuos. Sin embargo… ¿Se fijaron en la última escena? Tony y Georgio ya llevan mucho separados y asisten al informe de desempeño escolar de Simbad, su hijo mutuo. Hay frialdad entre ambos, pero Tony se queda mirando a su exmarido con cierta nostalgia, todavía con algo de afecto pese a tantos sinsabores previos. Qué se le va a ser: somos frágiles. Por eso existe el Prozac y se vende tanto.
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