Mi mamá me mima (pero parece que a otros hombres también): La primera cosa bella, de Paolo Virzi

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La prima cosa bella
che ho avuto dalla vita
e` il tuo sorriso giovane, sei tu.
-Nicola Di Bari

Ya es hora de corregir un error histórico. Deberíamos añadir al reparto de la película La mujer del cura (La moglie del prete, 1971) el pequeño papel de extra que realizó Anna Nigiotti, la hermosa joven a la que vemos actuar brevemente junto a Mastroianni –y bajo la mirada atenta de Dino Risi- en esa película. La confiable IMDB.com no la incluye en su listado completo de cast and crew y es hora de hacerle justicia.

Bueno, por lo menos eso pensamos los que vimos La primera cosa bella (La prima cosa bella, 2010) y nos dejamos conmover, no solo por esa escena hermosamente cinéfila, sino por la historia de Anna, una mujer demasiado bella para su propio bien. Y que además tiene dos hijos pequeños, y un marido celoso, y muchos ojos encima suyo. Esta película es su historia y a la vez no. Lo es, pues ella es la raíz del drama planteado, y no lo es, puesto que no es su punto de vista el del filme. Es el de su hijo mayor. Lástima, nunca nos acercaremos lo suficiente a Anna (Micaela Ramazzotti, esposa del director de esta película) , no sabremos la naturaleza de sus motivos, ignoraremos sus verdaderas intenciones y que tan sincera era su conducta.

La primera cosa bella (La prima cosa bella, 2010) , de Paolo Virzi

La primera cosa bella (La prima cosa bella, 2010) , de Paolo Virzi

Hay un enorme grupo de películas (casi un subgénero dramático) que trata de un hijo que tuvo una madre castradora que terminó por frustrarlo y arruinarle la vida. Ya adulto vive lejos, tratando de olvidar ese fantasma vivo, pero es llamado de nuevo por la madre, su padre, sus hermanos u otros familiares para que se acerque de nuevo a ella, probablemente en su lecho de muerte. Las heridas se reabrirán, los conflictos volverán a surgir, para al final –en muchas ocasiones- lograr paz, perdón o redención, una vez el hijo logre entender in extremis los motivos de esa madre. ¿Suena muy conocido, verdad? Pues en la superficie La primera cosa bella no se aparta mucho de ese esquema lleno de lugares comunes: Bruno (el actor Valerio Mastandrea) es un profesor solterón, drogadicto y medio fracasado, que toda la vida ha vivido a la sombra de su madre, la Anna de este relato.

¿El pecado de Anna a los ojos de su hijo? Ser una mujer hermosa y apetecida. Esa belleza demasiado evidente, demasiado reluciente y atractiva que causó las peleas con su padre, que los hizo huir, buscar a cada momento un techo siempre provisional; ese rostro perfecto que siempre avergonzó a Bruno, que lo hizo conocer pretendientes de dudosa procedencia que buscaban a su madre como un imán; esa figura voluptuosa que provocaba comentarios de sus compañeros de colegio, que fantaseaban con ella y le inventaban romances. Y como la perspectiva del filme –contado en sucesivos flashbacks– es siempre la de los recuerdos de Bruno, pues no tenemos cómo saber si todo no era más que una incorrecta e injusta interpretación que él hacía de las cosas que veía con su óptica primero infantil y luego juvenil. Anna parece siempre la culpable, la provocadora de todas las desdichas. Pero lo que no ve Bruno es que el de su madre se trata en el fondo de un personaje trágico, profundamente solo, incapaz de ser feliz y para quien su belleza física resultó ante todo una maldición que destruyó su hogar y la puso siempre en peligro, sacando fuerzas de donde no había para disimular sus penas y sostener unos hijos que tenían derecho a ser felices. Pese a todo Anna nunca perdió su talante combativo, su espontaneidad y sus ganas de vivir. Al final de su vida (interpretada en ese momento por la ya otoñal, pero siempre, bella Stefania Sandrelli) continua exuberante al frente de su destino: le tocará a su hijo aceptarlo. Y, por fin, aceptarse.

La primera cosa bella (La prima cosa bella, 2010)

La primera cosa bella (La prima cosa bella, 2010), de Paolo Virzi

El director Paolo Virzi apela esta vez a la nostalgia. Vuelve a su natal Livorno para contarnos esta historia, que es también la de una época –los años setenta- que la película recrea con especial cuidado, detalle y cariño: aplausos sean dados a la cinematografía de Nicola Pecorini. Música (la canción de Nicola Di Bari que da título al filme es sintomática), ambientación y moda que se sienten auténticos, vivos y al servicio de una historia que no se sabe bien si opta por el patetismo o por la levedad. A cada escena festiva sigue una oleada de mala suerte y adversidad que pone a prueba el temple de Anna y la paciencia de Bruno, que crónicamente se va decepcionando hasta devenir en el personaje adulto –ese sí totalmente patético- que regresa a casa a confrontar por última vez a su madre.

Seleccionada por Italia para optar por el premio Oscar a mejor película en la ceremonia de febrero de 2011, La primera cosa bella no fue escogida por los miembros de la Academia de Hollywood para integrar el listado final de nominadas. Ya lo dije: se trata de un filme conmovedor, diseñado para el lucimiento de Micaela Ramazzotti, pero que no termina de seducir. La combinación de drama y comedia, y los fantasmas del cliché y de la caricatura de los personajes secundarios terminan por convertirla en una experiencia agradable y disfrutable (con el obligado final feliz), pero no imprescindible.

Ojalá, por lo menos, que Anna salga en el reparto de La mujer del cura.

Publicado en la revista Kinetoscopio No. 93 (Medellín, Vol. 21, 2011). Págs. 89-91
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2011

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