Vencer sin convencer: Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar
Escribe Don Miguel de Unamuno a su amigo Quintín de la Torre en carta fechada el 13 de diciembre de 1936, dieciocho días antes de su fallecimiento: “Qué cándido y que ligero anduve al adherirme al movimiento de Franco, sin contar con los otros, y fiado –como sigo estándolo– en este supuesto caudillo. Que no consigue civilizar y humanizar a sus colaboradores. Dije, y Franco lo repitió, que lo que hay que salvar en España es la “civilización occidental, cristiana” puesta en peligro por el bolchevismo, pero los métodos que emplean no son civiles, ni son occidentales sino africanos –el africano no es, espiritualmente, Occidente– ni menos son cristianos. Porque el grosero catolicismo tradicionalista español apenas tiene nada de cristiano. Eso es militarización africana pagano-imperialista: y el pobre Franco, que ya una vez rechazó –si bien tímidamente– aquello de Primo de Rivera de “los de nuestra profesión y casta”, refiriéndose a la oficialidad de carrera, que no es el ejército, como el clero no es la Iglesia, el pobre Franco se ve arrastrado en ese camino de perdición. Y así nunca llegará la paz verdadera. Vencerán, pero no convencerán; conquistarán, pero no convertirán”.
Se arrepentía este enorme pensador, escritor y catedrático español del apoyo que le dio –a mediados de ese mismo año- a la sublevación del ejército contra la República española y que derivó en el ascenso de Francisco Franco al poder, que adquirió un control plenipotenciario del estado. Mientras dure la guerra (2019) es la crónica de esos meses convulsos de la historia de España a través de los ojos de un hombre que, como Unamuno, pareciera tener las respuestas correctas a la situación que ahí se incubaba, pero que en realidad fue tan falible y tan contradictorio como cualquier otro menos informado y menos formado intelectualmente que él. Tal era el grado de confusión que ahí se vivía.
Eso le sirve a Alejandro Amenábar para retratarnos a este académico –rector de la Universidad de Salamanca- como un hombre que, lejos de ser dogmático, fue un ser pragmático, capaz de cambiar de ideas y de ideales a medida que los tiempos, las circunstancias de su patria y su propia consciencia así se lo requerían. “¿Qué es verdad? Verdad es lo que se cree de todo corazón y con toda el alma. ¿Y qué es creer algo de todo corazón y con toda el alma? Obrar conforme a ello”, afirmaba. Y de esa fidelidad a sí mismo se nutre la película. En una famosa entrevista que le hizo el escritor griego Nikos Kazantzakis, quien lo visitó en Salamanca, Unamuno (interpretado en el filme por Karra Elejalde) recalcaba su falta de afiliación a un partido, “Pero cualquier día me levantaré —pronto— y me lanzaré a la lucha por la libertad, yo solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario”.
Ese hombre solitario tenía porque sentirse así: dos de sus amigos, el pastor protestante Atilano Coco y su exalumno Salvador Vila Hernández, fueron capturados por los nacionalistas y posteriormente ejecutados: todo se salió de cauce y de control. Realmente fueron muchos más los que murieron de su círculo cercano, pero la película los resume en ellos dos. Son los detonantes que van a hacer que Unamuno ponga en riesgo su vida al pronunciar públicamente unas palabras contra los sublevados el 12 de octubre de 1936, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, en presencia del general Millán-Astray, jefe de propaganda de los militares y de la esposa del general Franco.
Todo lo que vemos en Mientras dure la guerra nos lleva hasta ese momento de clímax, que fue además la anécdota que dio pie a la película, pues Amenábar ignoraba ese episodio histórico y fue al enterarse de él que supo el tipo de filme que quería hacer. No es esta una película sobre la guerra civil española, es una película sobre los hombres que en una encrucijada de su tiempo tomaron decisiones que iban más allá de sus propios intereses. Uno, Franco, ansiaba ciegamente el poder, mas allá de lo que durara la guerra civil. Otro, Unamuno, quería orden y libertad para su patria. ¿Qué consiguió cada uno? Creo que la historia ya le dio a ambos su veredicto.
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