Saberse extraterrestre: Moonage Daydream, de Brett Morgen
En entrevista con la revista Rolling Stone en 1979, David Bowie mencionaba que “hay aún mucho de Buster Keaton en todo lo que hago”. No es de extrañarse: ambos eran extraterrestres, ninguno de los dos era de este mundo. Keaton salió de un poema de García Lorca, y en realidad cuando Nicolas Roeg hizo de Bowie el protagonista de El hombre que cayó a la tierra (The Man Who Fell to Earth, 1976), simplemente le estaba revelando al mundo la verdadera naturaleza de este ser. Tampoco era humano Max Schreck, que según la leyenda cinéfila, era de verdad un vampiro que se interpretó a sí mismo en el Nosferatu (1922) de Murnau. Por eso en Moonage Daydream (2022) aparecen Keaton, Schreck y la obra de muchos otros iniciados que están a la altura de Bowie: Bergman, Buñuel, Dreyer, Lang, Méliès… seres que desde el cine trascendieron su humana condición y con su arte se convirtieron en inmortales. Dejo constancia que solo he mencionado hasta ahora la relación de Bowie con el cine, uno de los muchos ejes que guiaron su sensibilidad artística. El Bowie músico fue solo uno de los muchos Bowies que conocimos durante su paso por este planeta.
Con Moonage Daydream, su director, guionista y editor, Brett Morgen, está dando testimonio de la genialidad de David Bowie, haciendo el tipo de anti biopic que él mismo hubiera querido para sí: compleja, no lineal, abarcando al creador integral que fue desde cada una de las pieles que habitó: Ziggy Stardust, el Duque blanco, la estrella pop, el compositor, el actor de cine y de teatro, el pintor, el escultor, el videoartista, el guionista, el trendsetter andrógino… ese hermoso “generalista” como él mismo se definió. No hay acá “cabezas parlantes” rememorando a Bowie, no hay una línea de tiempo estricta, prácticamente no hay datos biográficos, solo un torrente de imágenes, colores, música y la voz de Bowie guiando la narración de principio a fin.
Son sus propias palabras, sacadas de muchas fuentes de archivo, las que nos hablan desde un eterno presente. Esa voz habla de su arte, de su filosofía particular, de su relación con la fama, de su constante mutación, de la soledad y el aislamiento del artista, de la temporalidad del existir humano. A veces se contradice –algo que él mismo acepta- como parte de su constante cambio personal, de la madurez que va adquiriendo con los años. “Uno es consciente de una existencia más profunda. Quizá una seguridad temporal de que en realidad no hay principio, no hay final”, afirmaba. Ese Bowie que le rehuía al amor y que era incapaz de establecerse, de echar raíces en ningún lado, fue un ser que al final de su vida acá entre nosotros adquirió una madurez optimista, y una claridad sobre sí que fue coherente con su genialidad.
Esa genialidad la traduce Brett Morgen en un fabuloso caudal audiovisual que fusiona collages de videos, fotos, dibujos y animación, con mezclas de sus canciones de diversas épocas, desde el documental que D.A. Pennebaker filmó a partir del concierto en el Hammersmith Odeon de julio de 1973 -la última vez que Bowie se presentó como Ziggy Stardust junto a the Spiders from Mars- hasta las imágenes de “Blackstar”, el álbum que lanzó un par de días antes de fallecer. También hay extractos del show de Ziggy de 1973 en Earls Court y es allá mismo donde David Hemmings rodó en 1978 la versión de “Heroes” y de “Warszawa” que vemos en el filme. También nos asomaremos a dos de sus tours, Diamond Dogs de 1974 y el Serious Moonlight de 1983, entre una cantidad enorme de material que fue cedido por los herederos del artista. No esperen, por favor, una playlist complaciente y condescendiente. Nadie se toma cinco años para hacer un documental que parezca una lista de grandes éxitos.
El Bowie que vemos en pantalla, más allá del showman de sus conciertos, es una mezcla sin solución de continuidad de las entrevistas que concedió, de su presencia “colonialista” en el documental Ricochet (1984) de Gerry Troyna, y de sus papeles protagónicos en filmes de Tony Scott, Roeg, Ôshima, Henson, que son parte de su rico acervo como actor y como protagonista de videos como “Jump they Say” de Mark Romanek. No se sabe dónde empieza el Bowie persona y el Bowie personaje, es imposible diferenciar al uno del otro. Puede que el artista sea una invención del público, pero Bowie les dio todos los motivos posibles para hacerlos indistinguibles. Se pregunta uno si a toda hora estaba representando un rol, si alguna vez conocimos su verdadero rostro, su verdadero yo. Quizá no.
En entrevista para la revista Sight and Sound de octubre de 2022, el director Brett Morgen declaraba que “Yo quería crear una película de tal forma que si la enterrabas en el desierto y la sociedad se destruye, y algunos seres sensibles vienen a la Tierra y descubren el filme, se preguntasen si fue este el documento de una vida, si fue este un profeta, si fue uno de los suyos que vivió 3000 años antes que ellos ¿Fue esta alguna clase de religión del siglo XX?” Ese ser interplanetario dejó nostálgicas pistas de su origen a su paso. No es sino escuchar detenidamente su música. “I´m a space invader” canta nuestro Starman favorito en la canción Moonage Daydream y ahora todo tiene sentido.
We scanned the skies with rainbow eyes and saw machines of every shape and size
We talked with tall Venusians passing through
And Peter tried to climb aboard but the Captain shook his head
– Memory of a Free Festival
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