Noches de des-encanto: Burlesque, de Steven Antin
A quien le gusta el cine de Hollywood clásico, le gusta el musical. El más exigente de los géneros es a la vez el más rico en satisfacciones, ideas y talento. La época de esplendor del musical (relacionada de manera inseparable con la MGM y la unidad de producción de Arthur Freed) hace décadas es historia y solo ocasionalmente los nuevos musicales alcanzan a tocar el borde de ese brillo mítico que alcanzaron las películas que hicieron grande a este género.
Ante el estreno de Noches de encanto (Burlesque, 2010) había una comprensible expectativa. Ver a Cher y a Christina Aguilera prometía cosas buenas, dado el inveterado y aparentemente eterno talento de la una, y la voz y la juventud de la otra. Sin embargo el resultado es decepcionante: nos encontramos ante un musical sin alma, vacío y con una línea argumental y un desarrollo dramático que tienen la solidez de una pompa de jabón. La historia de la chica provinciana talentosa que debe abrirse paso en la gran ciudad y que lentamente se va convirtiendo en una rutilante estrella, dejando enemigos a su paso que le harán zancadillas, para al final superarlas y triunfar en el escenario y en el amor, no resiste mayor análisis. Lo hemos visto una y otra vez.
Es una lástima constatar -una vez más- la incapacidad de Hollywood para desarrollar buenas historias más allá de lo predecible, lo convencional y lo obvio. Acá no hay personajes, hay estereotipos que no superan nunca el esquema prediseñado que les han dado (ni siquiera Staley Tucci se sale del molde, pese a ser el único que parece haberse divertido durante el rodaje). Ni siquiera los números musicales tienen fuerza, brío y picardía. Son efectivos pero nada innovadores. Como serán que hasta echamos de menos a Rob Marshall…
Christina Aguilera tiene una voz asombrosa, pero sus capacidades como actriz son mucho menores. Y un proyecto de tan dudosas bondades poco contribuye a mejorar esta imagen, pese a la energía que desborda. Ojalá tenga mejor suerte la próxima vez cuando intérprete -ojalá- a un ser humano real, no a un cliché cantando.