Nolan, el payaso y el caos: Batman, el caballero de la noche, de Christopher Nolan
Todo cinéfilo habla en estos días de Christian Bale y del fallecido Heath Ledger en Batman, el caballero de la noche (The Dark Knight, 2008), pero casi nadie se ha referido al hombre detrás de la actuación de ambos, al guionista y director del filme, el londinense Christopher Nolan.
Billy Wilder se quejaba de lo ingrato que era el trabajo del guionista: el público pensaba que los actores se manejaban solos frente a las cámaras y que los diálogos se les iban ocurriendo de improviso. Nada de eso. Tras el éxito de este Batman está el oficio de Chris Nolan, el autor de filmes como Following (1998), Memento (2000), Insomnia (2002) y El gran truco (The Prestige, 2006), obras que mostraban una clara aproximación personal, un intento de individualidad en estos tiempos de un cine tan impersonal que parece hecho en una línea de ensamblaje industrial.
Si Tim Burton introdujo lo gótico y lo sombrío a las películas de Batman que realizó, el gran mérito de Nolan consiste en haberle dado peso y tridimensionalidad a los personajes. En sus manos, Batman es un ser reflexivo y contradictorio. No es un millonario feliz, es un héroe al que le duele su responsabilidad y que muchas veces debe asumir y padecer las consecuencias de sus actos, sufriendo la incomprensión de muchos y causándoles dolor a sus seres queridos. Si hasta ahora el cine de superhéroes vivía en una adolescencia perpetua, desde Batman inicia (Batman Begins, 2005), Nolan se dio a la tarea de hacerlo adulto y maduro.
El resultado es una película tensa, compleja y muy elaborada, donde Batman se enfrenta a su enemigo por antonomasia. Pero este Guasón que interpreta Heath Ledger con toda propiedad no tiene ni remoto parecido a los pintorescos bromistas que César Romero y Jack Nicholson hicieran antes.
Nolan lo retrata como un lunático extremadamente peligroso, pues su única motivación es el caos. Sin un patrón racional de conducta que sea posible predecir, el Guasón se convierte para Batman en un rival que está a punto de hacerlo caer. Y lo peor es que Nolan nos quita las certezas: no estamos seguros nunca si este payaso malhumorado va a poder ser derrotado y, sobre todo, a qué costo.
Narrada con suficiencia y provista con abundantes dosis de acción para el espectador que sólo busca divertirse, ver Batman, el caballero de la noche es aventurarnos a un terreno oscuro, a un sitio donde nunca habíamos estado y a donde tememos dar un paso. Sólo estamos seguros de que vale la pena correr el riesgo.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 24/07/08). Columna Cine, pág. 1-18
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