Noticias del feliz retorno de Alexis Godard: La perra, de Jean Renoir
La búsqueda de lo real a partir de lo artificial convierte La perra en el primer logro importante de la filmografía de Jean Renoir, en la primera obra reveladora de sus claves estilísticas. La reconciliación entre la ilusión y la verdad del mundo real es el desafío de la película.
-Ángel Quintana
La segunda película sonora de Jean Renoir es un triunfo narrativo y estético. La perra / La golfa (La Chienne, 1931) anticipa algunas de las temáticas y preocupaciones que Renoir va a desarrollar y resolver a lo largo de está década y que encontrarán su culmen en La regla del juego (La Règle du jeu, 1939). Dejemos que el mismo Renoir sea quien resuma el argumento del filme: “Se trataba, en resumen, de la degradación de un empleado de comercio que roba en la caja de su jefe para satisfacer las exigencias de una pobre prostituta. El empleado es un pintor aficionado en quien los comerciantes de cuadros descubren cierto talento. Le entrega todo el dinero a la chica, que tiene un chulo con una ambición insaciable. Cuando el infeliz descubre la existencia del chulo, apuñala a la chica con un cortapapeles. El chulo es arrestado, convicto de asesinato, y ejecutado en la guillotina. El verdadero asesino se convierte en un vagabundo” (1).
La película se basa en una novela folletinesca de Georges de la Fouchardière publicada en 1930, de la que André Mouézy-Éon hizo una adaptación teatral que se estrenó el 12 de diciembre de 1930. La versión de Renoir la escribió él mismo, con ayuda de André Girard. Buscando de entrada suprimir cualquier atisbo de tono moralizante en este filme, se introdujo un prólogo de un teatro de títeres en el que dos de ellos discuten si se trata de un drama o de una comedia y de lo que puede derivarse de cada uno de estos abordajes. De repente entra Guiñól con un palo, se deshace de los otros dos personajes y anuncia que:
La obra que van a ver no es ni un drama ni una comedia.
No tiene moraleja ni demuestra nada.
Los protagonistas no son héroes ni traidores.
Son una pobre gente como usted y como yo.
Son tres: él, ella y el otro, como siempre.
Luego describe la tipología de los tres protagonistas y entramos al mundo del filme a través de esta compuerta teatral, elemento que Renoir no nos deja perder de vista: si bien se trata de un filme realista en lo temático, en lo formal posee una sofisticación y una artificialidad conscientes. “El filme continuamente llama la atención hacia su propia teatralidad: tanto por su prólogo de espectáculo de títeres, como con la forma en que presenta sus puntos de giro argumentales en la forma de secuencias elaboradas (set pieces), cuya fotografía y montaje son ostensiblemente diferentes a como se presenta cualquier otro segmento del filme” (2). Renoir, jugando con las posibilidades del sonido y de la movilidad de la cámara, opta por filmar en escenarios naturales (el barrio de Montmartre), registrar los sonidos en directo (se oye el agua en las cañerías y los desagües en las cisternas) y hacer fluir los movimientos de la cámara en elegantes tracking shots laterales y hacia adelante y atrás, que incluyen intentar experimentar con la profundidad de campo y hacer reencuadres dentro del cuadro.
Renoir también opta por cambiar con frecuencia el punto de vista y nos lleva de repente hacia el exterior de los espacios, para ver desde afuera y desde lejos el ámbito privado. En ocasiones la cámara parece divagar, alejarse de la acción principal. “Nada trasmite esta nueva relación con el escenario como los momentos en que la cámara se desvía de la acción para enseñarnos algo que queda apartado a simple vista, algo aparentemente irrelevante para la trama. Estos tiempos muertos del cine de Renoir fueron la perdición de los productores y a veces de los críticos, que se quejaban del relajo de la acción” (3).
Renoir se deleita en mostrarnos los detalles banales que constituyen la vida: un hombre que se distrae por el sonido de un piano mecánico, una pareja que baila ensimismada en un bar, un mesero que se las ingenia para que una botella no se le resbale, una niña –al principio oculta a nuestra vista- que ensaya unas notas al piano, una multitud desprevenida escuchando a unos artistas callejeros, un pequeño gato en el marco de una ventana. “La sintaxis es la de un contrapunto irónico, un instrumento dramático tradicional. Pero el efecto es incluso un poco más disruptivo. Periódicamente la película flota en ángulos oblicuos a sí misma, parece escaparse por entre los dedos” (4), escribe Raymond Durgnat en su texto biográfico sobre este autor. Renoir ve en estos aparentes juegos un símbolo de libertad, al que se une su sensibilidad para el detalle, para la construcción de atmósferas tridimensionales, pacientemente construidas.
Para protagonizar La perra, Renoir contó con el gran Michel Simon en el papel del apocado cajero Maurice Legrand; Lulú la prostituta se le encomendó a la actriz Janie Marèse, mientras el proxeneta Dédé fue interpretado por Georges Flamant. El fatídico triangulo amoroso de la pantalla terminó teniendo su reflejo en la vida real, cuando Georges Flamant y Janie Marèse vivieron un romance. El actor describía a Renoir lo que lograba con la mujer, a quien había hecho abandonar a un acaudalado protector y a la que ahora sometía sexualmente: “Le hacía quitarse la ropa y tenderse desnuda sobre el sofá al pie del cual se ponía él, acurrucado. Pasaba las horas así, «sin tocarla». «Entiendes, tío, lo único que hago es mirarla, la miro con devoción, pero no la toco. Al cabo de una hora puedo hacer de ella lo que quiera… sin tocarla, eso es lo importante. »” (5). Sin embargo como la vida imita al arte, la tragedia se abatió sobre los actores: al término del rodaje, Flamant y Marèse tuvieron un aparatoso accidente de tránsito en la riviera francesa, en el que la actriz de 23 años falleció. Durante el entierro de la joven, Michel Simon colapsó de la pena, al parecer revelando sus sentimientos ocultos hacia la actriz.
Además de rodar en escenarios naturales parisinos, la película se filmó parcialmente en los estudios de Billancourt, gracias a la financiación de los productores Braunberger & Richebé, que habían confiado en el ágil director de On Purge Bébé. Sin embargo la esperada nueva comedia de Renoir –de la que no habían visto nunca los copiones- resultó ser un drama gris con asesinato adúltero de por medio y por eso decidieron hacer un nuevo montaje sin intervención del director. “Fui expulsado del estudio y en particular de los cuartos de edición y cada día que intentaba entrar enviaban por la policía. Una vez el productor hizo la versión que quería se dio cuenta que no iba a funcionar y que, habiendo perdido de cualquier forma, podría también dejármela manejar a mi manera. Regresé al cuarto de edición y pude más o menos reparar los daños” (6), explicaba.
Sobre el frustrado estreno en noviembre de 1931 en la ciudad de Nancy hay versiones contradictorias del propio Renoir, quien en una entrevista en 1956 afirmó que “Tuvieron que interrumpir la función porqué el público no podía aceptar una historia tan realista en una película sonora. Es muy extraño, los espectadores aceptaron narrativas realistas en el cine mudo, pero cuando los personajes en tales situaciones tristes y grises eran parlantes, el público rechazaba lo que veía” (7). Sin embargo en su autobiografía Mi vida y mi cine, Renoir atribuye el fracaso al sabotaje de grupos de extrema derecha –como la Croix de Feu- que anticipaban un filme revolucionario y lo recibieron con palmas, pitidos, gritos y escándalo. Puede que La perra no haya incitado a la revolución, pero es evidente que tiene una crítica social implícita: la fácil corrupción de un pequeño burgués sometido al tedio conyugal, seducido por el sexo joven y complaciente de una prostituta, que a su vez es sometida por un proxeneta abusivo, que va incluso a vender a un galerista los cuadros que Legrand elabora y regala a su amante. Sobre las prácticas artísticas –tema que Renoir conocía bien- hay también un comentario irónico cuando Dédé y un socio van a vender los cuadros y encuentran a un crítico de arte interesado en ellos y en su misteriosa “autora”: “Usted sabe, somos nosotros los que hacemos a los pintores”, le dice el crítico, capaz de crear ídolos y destruir carreras con la facilidad con la que escribe una columna laudatoria o negativa. Así mismo la película tiende una sombra sobre la justicia francesa y su sistema penal, que juzga y condena circunstancialmente a un hombre inocente.
En lo que no hay discusión alguna fue en el triunfo del filme al estrenarse en Biarritz gracias a los auspicios de un exhibidor local, Siritzky. “Este hombre permitió presentar la película en su teatro. Propuso la idea de cierto tipo de poster inusual que se pegara en toda la ciudad de Biarritz. El póster le explicaba a la gente que la película era horrible, imposible, y que por favor no llevaran a sus niños. Bien, el teatro se llenó durante muchas semanas y entonces un gran cine en París decidió exhibir la cinta. Y se convirtió en la primera película en ser mostrada durante tres o cuatro meses seguidos en el mismo teatro; La perra tuvo una larga temporada de estreno. Todavía es una de mis películas favoritas” (8), explicaba Renoir en una entrevista.
Buen final para una película tan lograda como esta, de la que incluso hubo un remake a manos de Fritz Lang, filme conocido como Perversidad (Scarlet Street, 1945). ¿Y el Alexis Godard del título de este texto que ya concluye? Pues es el gracioso deus ex machina que pone a andar la tragedia. De ahí que la explicación de su aparición queda reservada para aquellos que tengan el placer de ver este filme…
Referencias:
1. Renoir, Jean. Mi vida y mi cine. Ediciones Akal. Madrid, 1993. Pág. 105
2. Shaviro, Steven. ‘La chienne’, Quarterly Review of Film and Video (2010), 27: 5, 442 — 444
3. Faulkner, Christopher y Paul Duncan (Ed.). Jean Renoir. Conversación con sus películas 1894-1979. Taschen (Barcelona, 2007). Pág. 51
4. Durgnat, Raymond. Jean Renoir University of California Press. 1a. ed.1974. Pág. 70
5. Renoir, Jean. Op Cit. Pág. 106
6. Durgnat, Raymond. Op Cit. Pág. 68
7. Bachmann, Gideon. A conversation with Jean Renoir. En: Cardullo, Bert (Ed.). Jean Renoir interviews. University Press of Mississippi. 1a ed., 2005. Pág. 50
8. Ibíd
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