Un silencio ensordecedor: Oscuro animal, de Felipe Guerrero
Depender casi que exclusivamente de las imágenes para contar una historia fílmica, tal como lo ha hecho Felipe Guerrero con su ópera prima, Oscuro animal (2016) no solo es un reto narrativo, sino que termina convirtiéndose en un ejercicio que rinde homenaje a las raíces de este arte, que en un principio no dependió de la voz para expresarse.
En este caso la elección ha sido voluntaria y le sirve a este realizador colombiano para amplificar, mediante el silencio de sus protagonistas, los horrores que han padecido, una vivencia inenarrable que las deja sin palabras para expresar lo que sienten y sin un interlocutor con quien compartirlas. Han enmudecido, pero su silencio llena la pantalla de cine como el más ensordecedor de los gritos, porqué es el mutismo de las víctimas de nuestra violencia, cansadas ya de llorar, afónicas de gritar, agotadas de que abusen de ellas, con miedo en medio de la noche, y sin una autoridad que las defienda.
Felipe Guerrero nos cuenta la historia individual de tres mujeres, unas víctimas anónimas que nuestra guerra rural trae a la ciudad para escapar. Pero la urbe es solo el punto final, la incierta confluencia de unos destinos independientes. Antes hemos acompañado a cada una a ellas a vivir su propio drama, a experimentar la violencia que implica ser mujer en medio de un conflicto que las despersonaliza y las vuelve objeto.
La alta estilización narrativa de Oscuro animal –que fracciona e intercala las tres historias, y decide hacer de los diálogos solo ruido de fondo- puede crear alguna distancia entre la suerte de las protagonistas y el público, acostumbrado a una presentación más convencional de los hechos, pero es reflejo a su vez de las intenciones artísticas de Guerrero, que buscaba un abordaje audiovisual que lo alejara de esquemas explícitos ya previamente ensayados por otros.
Pese a eso considero que Guerrero consigue en Oscuro animal el impacto que buscaba: a nosotros llega el sufrimiento callado de esas mujeres pero también su resiliencia, la imposibilidad para darse por vencidas pese a tamaña adversidad. La existencia de este filme es un símbolo de admiración hacia su valentía. Una elegante manera de recordarnos que ante la bestia oscura de la guerra, el espíritu humano –y más el de una mujer– terminará imponiéndose.
Publicado en la columna Séptimo arte del periódico El Tiempo (Bogotá, 09/10/16), sección “debes hacer”, p. 5, con el título “Un silencio ensordecedor”.
©Casa Editorial El Tiempo, 2016