¡Que extraño llamarse Federico!, de Ettore Scola

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Llegan mis cosas esenciales.
Son estribillos de estribillos.
Entre los juncos y la baja tarde,
¡qué raro que me llame Federico!
-Federico García Lorca, Canciones para terminar

No era difícil pensar que las últimas imágenes que íbamos a ver de la obra de Ettore Scola serían las de Gente de Roma (2003). Ya el maestro de Trevico tenía 72 años y era con todo merecimiento una leyenda viva del cine italiano. Esas “historias mínimas” agridulces e inevitablemente críticas de Gente de Roma iban a ser seguramente el último eslabón de una cadena de filmes hermosamente construidos que se había iniciado en 1964 con Se permettete parliamo di donne.

Por eso recibimos con especial agrado -y no poca sorpresa- que Scola volviera a rodar y que en el Festival de Cine de Venecia de 2013 se presentara fuera de concurso su documental ¡Que extraño llamarse Federico! (Che strano chiamarsi Federico – Scola racconta Fellini), un homenaje que hiciera en conmemoración a los veinte años del fallecimiento de su colega y amigo Federico Fellini. Ese mismo mes se presentó en el Festival de Cine de Toronto, en noviembre la American Cinematheque lo exhibió en Santa Mónica, California, y el domingo 8 de diciembre de 2013 hizo su debut en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), en el inicio de una larga itinerancia.

Que extraño llamarse Federico (2013), de Ettore Scola

Que extraño llamarse Federico (2013), de Ettore Scola

La relación entre ambos cineastas fue profunda y creo que todos los que admiramos el cine de Scola recordamos que en Nos habíamos amado tanto (C’eravamo tanto amati, 1974) aparece el propio Fellini junto a Marcello Mastroianni, recreando el rodaje de la secuencia más emblemática de La dolce vita en las aguas de la fontana di Trevi. Es una especie de broma entre todos, incluso aparece un militar que dice admirar mucho a Fellini… pero lo confunde con Rossellini.

En ¡Que extraño llamarse Federico! volvemos a ver esa anécdota y muchas otras más, quizás imposibles de saber para un biógrafo convencional, por lo privadas y remotas en el tiempo. La película utiliza un narrador omnisciente que nos sirve de guía y le permite al propio Scola quitarse protagonismo, pues él bien sabe que para hablar de Fellini inevitablemente tendría que hablar de sí mismo. Este narrador -un hombre entrado en años y con aspecto de oficinista retirado- nos hace además conscientes del artificio del cine: con frecuencia nos saca del relato y nos muestra que lo que suponemos real no es más que un estudio de grabación, un plató completamente dispuesto para hacernos creer que estamos ante la realidad. Fellini tenía fama de mentiroso: el cine era el medio perfecto para dar rienda suelta a su capacidad casi infinita para la fabulación.

Scola recrea y hace mucho énfasis en los años formativos de ambos en Roma, cuando hicieron parte de la revista satírica Marc’ Aurelio, a la que Fellini llegó en los albores de la Segunda Guerra Mundial y Scola en la postguerra, ambos probando suerte como caricaturistas y humoristas. En esa revista hicieron parte de un colectivo humano brillante que incluía talentos como Ruggero Maccari, Steno (seudónimo de Stefano Vanzina), Bernardino Zapponi y el dúo de Agenore Incrocci y Furio Scarpelli, que terminaron todos vinculados al cine, la mayoría de ellos como guionistas.

Ettore Scola y Federico Fellini

Ettore Scola y Federico Fellini

El documental no pretende ser una biografía exhaustiva sino ante todo un homenaje agradecido y afectuoso de un hombre que vio en Fellini a un referente y a una inspiración. Scola, que alterna el color y el blanco y negro, se detiene en las jornadas que pasaron juntos en la mesa de redacción de la revista, en el bar que frecuentaban y en las largas conversaciones nocturnas que pasaban conduciendo por las calles de Roma, terapia rodante que Fellini utilizaba para contrarrestar su inveterado insomnio y para medirle el pulso a la ciudad, gracias a los habitantes de la noche a los que recogían con la disculpa de transportarlos, pero que en realidad terminaban contando su historia, sus sueños y sus ideas sobre la vida, el amor y el arte. Fellini los escuchaba y gracias a sus confidencias se abastecía de relatos y personajes para su cine.

Otro invitado a este filme es Marcello Mastroianni, un tercer compinche de aventuras y confesiones. El actor del rostro “absolutamente común” que Fellini necesitaba para La dolce vita y que terminaría convertido en su alter ego, tal como se evidencia en 8 1/2, la muestra más clara de pasión cinéfila de todo su cine. Mastroianni también tuvo como actor un vínculo muy fuerte con Scola, que incluso le dio la oportunidad -que Fellini le negó- de interpretar a Casanova en su película La noche de Varennes (1982). En una secuencia bastante simbólica de este documental están los tres hombres sentados frente a una mesa junto a un (falso) mar, cuando de repente aparece la madre de Mastroianni a reclamarle a Scola por hacer ver feo a su hijo en las películas, mientras que Fellini lo hace ver como una estrella. Mastroianni es una intersección básica en la vida de ambos directores, de ahí que Scola le dedique tanto espacio, lo que no ocurre por ejemplo con Giulietta Masina, la esposa y musa de Federico.

Que extraño llamarse Federico (2013), de Ettore Scola

Que extraño llamarse Federico (2013), de Ettore Scola

El documental, que empieza con una voz en off en español que recita unos versos de Federico Garcia Lorca, termina en 1993 con la cámara ardiente del féretro de Fellini recibiendo en el estudio número cinco de Cinecittà, el homenaje de todos los que en vida lo admiraron y quisieron. Obviamente Scola no iba a detenerse ahí y llega a la conclusión -como hubiéramos querido todos – que su muerte solo es otra más de las mentiras de Fellini. Lo que no es mentira es la calidad y originalidad de su universo cinematográfico, ejemplar muestra de lo que es un autor, fiel siempre a sus anhelos, fantasías, obsesiones, filias, fobias y sueños. Un montaje de fragmentos hermosamente seleccionados de sus películas nos hace suspirar recordando al artista infinito que en 1993 nos dejó y que Ettore Scola tuvo el privilegio de conocer. Tuvo también la bondad enorme de compartir con nosotros esas vivencias en este documental, que fue la mejor forma que encontró de decir gracias.

Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 15/12/13). Págs. 12-13
©El Colombiano, 2013

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Que extraño llamarse Federico poster

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