Una mujer neutralizada: Vigilando a Jean Seberg, de Benedict Andrews

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Jean Seberg dejó hace décadas de ser una actriz: es y será un ícono del cine. Godard hizo esa alquimia posible al darle el papel protagónico –junto a Belmondo- de Sin aliento (À bout de souffle, 1960). La gamina desenfadada y sensual que allí interpretó, improbable voceadora del New York Herald Tribune en las calles de París, fue suficiente para volverla un símbolo inequívoco de la nueva ola del cine francés y luego un símbolo del cine mismo. Su imagen reemplazó a su ser.

Pero tras esa imagen cinéfila hubo una mujer conflictiva y polémica, una activista social, una rebelde que en la última mitad de los años sesenta se volvió un personaje demasiado visible e incómodo para el FBI, que no entendía como una actriz como ella se involucraba con el movimiento de las Panteras Negras y le daba validez pública. Era necesario neutralizarla: había que callarla, desprestigiarla, desmoronarla psicológicamente, derrumbarle sus certezas. Y a esa maquinación sistemática fue sometida, víctima del programa de vigilancia conocido como COINTELPRO, un proyecto encubierto que el director del FBI J. Edgar Hoover promovió e impulsó como táctica disuasoria y de eliminación de personas consideradas peligrosas para la seguridad del país. Jean Seberg fue una de ellas.

Belmondo y Jean Seberg en Sin aliento (À bout de souffle, 1960)

Vigilando a Jean Seberg (Seberg, 2019) es una biopic dirigida por Benedict Andrews, que se centra en los años en los que ella fue sometida a esa persecución. La película está ambientada entre 1968 y 1971, cuando Jean Seberg regresa a Estados Unidos a rodar La leyenda de la ciudad sin nombre (Paint Your Wagon, 1969), conoce al activista negro Hakim Jamal y termina apoyando económicamente a Las Panteras Negras. Kristen Stewart interpreta a Jean Seberg convencida tanto de la importancia simbólica del personaje, como de su ambigüedad y volubilidad: Jean Seberg fue una mujer psicológicamente compleja, y las maniobras de COINTELPRO ayudaron a desnudar una fragilidad emocional que Kristen supo representar en la pantalla.

Vigilando a Jean Seberg (2019)

Vigilando a Jean Seberg no tiene exclusivamente el punto de vista de su protagonista. La pareja de esposos guionistas conformada por Joe Shrapnel y Anna Waterhouse, decidió visibilizar al enemigo e inventar a un personaje, Jack Solomon (Jack O’Connell), que trabaja como técnico de sonido para el FBI y al que se le encarga la tarea de vigilar a Jean Seberg. Durante casi toda la película la perspectiva será la del vigilante encubierto, haciendo aún más lejano el retrato, ya de por sí esquivo, de la actriz, cuyas reales motivaciones quedan fuera de nuestra vista.

Los ecos ensordinados de La vida de los otros (Das Leben der Anderen, 2006) se sienten en el personaje de Solomon, cautivado por la belleza y el misterio de esta mujer, y un poco apenado por la tortura a la que es sometida. Haber optado por este ángulo le quitó drama al filme, que se hubiera beneficiado de restringir el rango narrativo y hacernos partícipes de los interrogantes que ella tiene sobre una persecución que tiene la certeza que es real y no fruto de una paranoia, como piensan los que la rodean, que solo ven a una joven perdiendo el control de sus sentidos.

Vigilando a Jean Seberg (2019)

Al final Vigilando a Jean Seberg se antoja demasiado superficial y convencional como para abarcar las contradicciones, los demonios interiores, las luchas internas y las amenazas que se cernían sobre su protagonista, una mujer que fue víctima de un fuego cruzado, y que pagó caro el atrevimiento de haber sido fiel a su conciencia y a unos valores liberales en los que creyó. Jean Seberg cayó hecha cenizas, metafóricamente quemada en una hoguera como el personaje que interpretó en Saint Joan (1957), de Preminger, pero el ícono perdura. Para siempre.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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