Ser padre: El chico, de Charles Chaplin

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“Si su trabajo en El chico fue una distracción para él, también es verdad que la película fue forjada en el crisol de su vida interna. En su comedia, su melodrama y su pathos, El chico es un ensayo, cargado de fantasía, sobre su propia historia personal”.
-Kenneth S. Lynn

“Dicen que lo bebes y los perros son los mejores actores en las películas. Ponga a un bebé de doce meses en una bañera con una barra de jabón y cuando él trate de agarrarla creará un disturbio de risas. Todos los niños de una u otra forma son genios, el truco es extraer esa genialidad. Con Jackie fue fácil. Había unas pocas reglas básicas que aprender sobre la pantomima y muy pronto las dominó. Él podía aplicar emoción a la acción y acción a la emoción y podía repetirlo una y otra vez sin perder el efecto de espontaneidad”, explicaba Charles Chaplin en su autobiografía refiriéndose al coprotagonista de El chico (The Kid, 1921), un niño llamado Jackie Coogan.

Chaplin sabía de las posibilidades cómicas y tiernas de los perros: fue evidente al respecto en Vida de perro (A Dog´s Life, 1918), y si el éxito aplicaba para un canino, pues contar con un niño o una niña en el reparto era aún mejor. De ahí que parezca difícil de creer que Chaplin no encontrara una idea que le permitiera explotar esas posibilidades, y que se encontrara en ese momento de su vida –tras estrenar Sunnyside en 1919- en tan profundo bache creativo. Sin embargo es fácil de explicar: El 23 de octubre de 1918 se casó con la actriz Mildred Harris, forzado por un supuesto embarazo de ella que no era real. Sin embargo sí engendraron posteriormente un hijo, Norman Spencer Chaplin, que nació el 7 de julio de 1919 y murió tres días más tarde por una malformación intestinal. Chaplin se encontraba devastado por la muerte de su primogénito y por estar casado con una mujer que no sentía valiosa ni interesante. “Sin duda el matrimonio estaba teniendo un efecto en mis facultades creativas. Después de Sunnyside yo estaba al borde de la locura tratando de tener una idea”, relataba.

El chico (The Kid, 1921)

Curiosamente, en medio de la pena por la muerte de Norman, encontró la solución. Buscando distraerse asistió a una función de vodevil en el teatro Orpheum y allí vio bailar a Jack Coogan acompañado al final de su pequeño hijo Jackie –nacido en octubre de 1914- que era un prodigio para bailar y hacer imitaciones corporales. Semanas después en su estudio comentó sobre el acto que había visto y alguien entre sus colaboradores mencionó que Roscoe Arbuckle lo había contratado para una película. Chaplin lamentó en ese instante no haber considerado el incluir al niño en un filme suyo: “Dios mío, ¿por qué no pensé en eso? Por supuesto que hubiera sido maravilloso en una película. Entonces me puse a enumerar las posibilidades, los gags y las historias que podría hacer con él. Las ideas volaban. ¿Pueden imaginar al vagabundo como un reparador de ventanas, y el niñito yendo por las calles rompiéndolas y el vagabundo apareciendo y arreglándolas? ¿El encanto del chico y del vagabundo viviendo juntos, teniendo toda clase de aventuras!”.

Cuando se confirmó que el contratado por Arbuckle había sido Jack Coogan padre y no su hijo, la alegría fue inmensa. Ahora sí podía concretar todas esas ideas que por fin habían llegado a su cabeza. Contactaron al padre y se aseguraron a los servicios de Jackie Coogan por 75 dólares a la semana. A finales de julio empezaría el rodaje de su filme más largo hasta la fecha, que inicialmente se llamaba The Waif. Rodaron ininterrumpidamente y con gran intensidad hasta la primera semana de noviembre donde en siete días Chaplin rodó un corto –A Day´s Pleasure (1919)- que dejó tranquilos a los nerviosos ejecutivos de la First National.

El chico (The Kid, 1921)

Todo el primer semestre de 1920 se dedicó a concluir el rodaje y a hacer las innumerables retomas del filme, pues Chaplin aspiraba a la perfección con El chico, que se filmó en el orden con el que se desenvuelve la historia. El material rodado, unos 400.000 pies de negativo en 500 rollos, fue más de cincuenta veces mayor que la película terminada. En esos primeros meses del año su crisis conyugal se tornó irreversible: Mildred Harris pidió el divorcio y la pareja afrontó una separación de cuerpos. El arreglo económico no iba a ser sencillo y lo peor es que los ejecutivos de la First National empezaron a negociar con ella los derechos de distribución de El chico, pensando que el filme iba a terminar en medio de la disputa de los bienes de la pareja. Además con Chaplin no habían podido llegar a un acuerdo, pues el director había invertido 500.000 dólares en la cinta y la First National solo quería reconocer lo que costaría un cortometraje de dos o tres rollos.

Apenas le llegaron los rumores respecto a la posible confiscación de El chico, Chaplin sacó los rollos del estado de California con la ayuda del cinematografista Rollie Totheroh y se los llevó a Salt Lake City, donde en la habitación de un hotel hicieron el montaje de la película. Posteriormente trasladaron el material a Nueva York y en un estudio en Nueva Jersey acabaron la postproducción.

El chico (The Kid, 1921)

El acuerdo final de divorcio con su exesposa fue por 100.000 dólares y unas propiedades, y ya en ese momento Chaplin pudo negociar a sus anchas a El chico: exigió a la First National un avance de 1.500.000 dólares y el 50% de las ganancias netas una vez la compañía hubiera recobrado el avance. Pese a sus altas exigencias logró su propósito y El chico pudo estrenarse el 6 de febrero de 1921 con un éxito instantáneo. La película recogió más de 60 millones de dólares y se presentó en más de cincuenta países. De acuerdo al biógrafo David Robinson, autor de Chaplin, his life and art, “Para 1924 la Unión Soviética, Yugoslavia y Colombia eran prácticamente los únicos lugares donde no se había exhibido”.

Un techo y un hijo para el vagabundo
Por primera vez en su cine, el vagabundo tiene, en El chico, un techo. Habita junto con el niño en un ático en una sola habitación humilde, probablemente parecida a la habitación de 12 pies cuadrados del número 3 de Ponwall Terrace, donde Chaplin vivió con su madre y con su hermano Sydney cuando eran niños. Ese escenario y las solitarias y sucias calles de la barriada donde el vagabundo vive tienen un sabor londinense que solo podría dárselo alguien que hubiera vivido ahí, como él. Era un homenaje a su infancia. Como homenaje -a sus habilidades infantiles como actor y bailarín- fue también el encontrar un talento como el de Jackie Coogan, un niño actor que fue su más perfecto y digno compañero de labores. En ese niño Chaplin veía su propia imagen y también, de alguna forma, recuperaba a su hijo fallecido.

Lillita MacMurray, a sus 12 años, junto a Chaplin en el rodaje de El chico (The Kid, 1921)

En El chico Chaplin se convierte en inesperado padre cuando encuentra en la calle a un bebé abandonado al que recoge a regañadientes y cría a su lado. Pasan cinco años y ahora tiene junto a sí a un niño despierto y travieso que le ayuda en su negocio de reparación de vidrios y ventanas. La relación paterno-filial y laboral entre ellos es muy bella (amén de pícara) y le sirve a Chaplin para generar unas secuencias de finísimo humor relacionadas con su desconfianza y temor hacia la ley. La policía siempre en su cine es un factor que le genera problemas y acá no es la excepción. El vagabundo no espera que la ley lo proteja, sino que lo persiga, abuse de él y lo culpe. Es pobre, es por ende sospechoso.

Junto a Jackie Coogan durante el rodaje de El chico (The Kid, 1921)

Por eso el estado va a intentar quitarle al niño y ahí el vagabundo se torna –verdaderamente- en un padre amenazado, y por ende alterado, nervioso y agresivo. Ya no es un hombre individualista que vive para solventar sus propias necesidades, ahora es un padre con un niño al lado al que debe proteger y defender. Su personaje progresa frente a las encarnaciones previas que él había hecho y se vuelve parte de la comunidad, cabeza responsable de una familia. Y capaz de llorar, conmovido, ante el solo pensamiento de verse alejado de él.

Sonrisas y luego lágrimas. La combinación mostró ser efectiva y a ella va a recurrir en sus largometrajes posteriores como fórmula imbatible de éxito. “Había habido sátira, farsa, realismo, naturalismo, melodrama y fantasía, pero slapstick crudo y sentimiento, la premisa de El chico, era algo innovador”, confiesa en su autobiografía. Ya sabe cuál es el camino, ahora va a recorrerlo con pasos firmes.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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