El círculo se cierra: Sin tiempo para morir, de Cary Joji Fukunaga

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Los cinco largometrajes que Daniel Craig protagonizó encarnando a James Bond constituyen en sí mismas una “mini serie” dentro del gran conjunto de 25 filmes que se inició en 1962 con Dr. No. Dado que la película debut de Craig, Casino Royale (2006) fue un “reboot” de la franquicia, los productores se propusieron reestructurar desde cero al personaje, conservándole –obviamente- los rasgos tradicionales anecdóticos y nostálgicos que lo han distinguido, pero quitándole el aire sofisticado, superficial y gracioso que caracterizó al Bond de Roger Moore y al de Pierce Brosnan. El Bond de Craig iba tener la masculinidad de Sean Connery y la gravedad de Timothy Dalton, pero iba a ser ante todo él mismo: violento, agresivo, descorazonado y destrozado por dentro.

Sin tiempo para morir (No Time to Die, 2021)

Si algo es notable de estos cinco filmes que Sin tiempo para morir (No Time to Die, 2021) cierra, es la evolución del personaje. La máquina demoledora de la secuencia inicial de Casino Royale se convierte en un hombre que se reconoce enamorado y que sufre en ese mismo filme la perdida de ese amor, algo que va a marcarlo para siempre. Ese espíritu vengador que lo consume es el de un hombre que jamás olvidará a esa mujer, Vesper Lynd (Eva Green), y que hará lo que sea con tal de desquitarse de los que la despojaron de ella. Por eso este Bond no hace conquistas, sino que consigue aliadas; este Bond trabaja paralelamente con la CIA, este Bond se revela contra sus jefes de MI6, este Bond acumula muertes cercanas, este Bond está más acostumbrado a los adioses que a las bienvenidas.

Sin tiempo para morir (No Time to Die, 2021)

Operación Skyfall (Skyfall, 2012) fue un punto alto del seriado, un retorno a lo más puro de un personaje que Craig transformó en un agente rebelde, en un renegado que llega en Spectre (2015) a renunciar a su cargo y a entrar en la clandestinidad. El “nuevo” Bond no se acoge fácilmente a las reglas: las utiliza a su amaño y para su agenda personal. Que todo lo lleve al hombre que lo dejó solitario es otra cosa, porque ninguna otra misión iba a interesarle. La cohesión interna de los cinco filmes es notable, sobre todo en lo relacionado –y lo reitero- en la evolución trágica del personaje. En Sin tiempo para morir, Bond va a enfrentarse a sus temores inveterados, en medio de hermosas locaciones italianas y otros parajes exóticos, acumulando secuencias de acción de gran precisión, vértigo y peligro. En lo técnico la película es intachable. Pero eso no es lo más sorprendente: Bond encuentra en este filme algo impensado para el otrora agente seductor: una familia, algo que se antoja una posibilidad inaudita de ser feliz, de tener de nuevo paz.

Sin tiempo para morir (No Time to Die, 2021)

Sin embargo, un personaje tan apesadumbrado como este Bond, tan acostumbrado a tener el alma rota, ve en esa posibilidad que le brinda la vida, ante todo la oportunidad de un sacrificio redentor que acabe con tanto dolor y le permita disculparse con todos a los que atropelló en su sendero autodestructivo. Por eso Sin tiempo para morir está estructurada como un círculo que inevitablemente va a ir cerrándose sobre sí mismo, atando todos los cabos que pudieran haber quedado sueltos en las películas previas (no solo las que Craig protagonizó). Aquí lo que tenemos es un réquiem: hay descubrimientos, hay despedidas, hay esa sensación aguda de que todo conduce a un final que grita lo que James Bond escribió en un papel y que quemó ante la tumba de su amada. Eso, por fin, se le concedió.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.    –  Instagram: @tiempodecine

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