Soderbergh, el camaleón

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Juan Carlos González A.

Publicado en el suplemento “Generación”, del periódico El Colombiano (Medellín, 09/09/12). Págs. 16-17
©El Colombiano, 2012

Agentes secretos es la más reciente de las películas de Steven Soderbergh estrenadas en Colombia. Perfil de un director prolífico e innovador.
Es posible que la mayoría de los espectadores del país que vieron hace poco a la luchadora de artes marciales mixtas Gina Carano enfrentarse a las patadas –literalmente- con los actores Channing Tatum y Michael Fassbender en la película Agentes secretos (Haywire, 2012) no hayan sabido que estaban viendo una película de Steven Soderbergh. No solo porque la publicidad del cine que se exhibe en Colombia rara vez se centra en el director del filme (lo que habla mal de la cultura cinematográfica que promueven nuestros distribuidores), sino porque además no era fácil reconocer a Soderbergh detrás de este filme de acción.
Quien de antemano supiera que este director norteamericano era el responsable de Agentes secretos es posible que identificara algunos signos de su cine: cierta estilización de las escenas de violencia y de persecuciones que las hace menos explicitas, más pausadas y mejor planeadas. La banda sonora ayuda a esa sensación de “aturdimiento” de esas secuencias, que antes de ser vertiginosas y sin control se adivinan conscientemente planeadas. Además las breves apariciones de actores consagrados (Michael Douglas, Antonio Banderas) que no tendrían que figurar en un filme de acción confirman cierta reverencia por la obra de un director que no es ningún recién llegado, pero cuya filmografía quizá no ha cumplido con todas las expectativas que se tenían con él.
“Bueno, pienso que todo será ahora cuesta abajo en mi vida” afirmaba en mayo de 1989 al obtener –a los 26 años- la Palma de Oro en Cannes con su debut, Sexo, mentiras y video (Sex, Lies, And Videotape), en un certamen en el que James Spader –protagonista de este filme- obtendría el galardón al mejor actor. La película era una mirada franca y explicita a la vida de pareja, con sus bondades y defectos, enmarcada en una historia de adulterio, represiones, perversiones y disfunciones sexuales que sorprendió por su abordaje adulto. En ese mismo festival Jim Jarmusch con su cuarto largometraje, Mistery Train, ganaría el premio a la “mejor contribución artística”. También por la Palma de oro competía la inflamable Haz lo correcto (Do the Right Thing) de Spike lee. No era casual: en ese mayo en Cannes estaba exhibiéndose –y siendo exaltada- una nueva generación del cine norteamericano, encabezada en esos momentos por Soderbergh, Jarmusch y Lee.

Han pasado 23 años desde 1989 y esos tres directores han seguido una senda diversa, no siempre exitosa. El más fiel a su estilo riguroso y a su falta de ataduras comerciales –quizá por ello sea a su vez el menos prolífico- ha sido Jarmusch, cuyos dos último largometrajes han sido Flores rotas (2005) y Los límites del control (2009); Spike Lee ha perdido el vigor de esas propuestas suyas donde los conflictos raciales eran centrales y objeto de su mirada radical. Todos recordamos a Malcolm X (1992) o a su documental 4 Little Girls (1997), de ahí que sea triste que su más reciente producción Red Hook Summer, haya sido estrenada en los Estados Unidos el mes pasado con solo cuatro copias. ¿Y Soderbergh? Ha sido el más prolífico y polifacético (ha ejercido simultáneamente como guionista, cinematografista, montajista y productor), el más comercial, el que más géneros y estilos ha probado, al punto a veces de desdibujarse. Es un camaleón que puede mimetizarse fácilmente, pero por fortuna algo dentro de sí le impide perder para siempre su color original, su esencia como cineasta comprometido.

Nacido el 14 de enero de 1963 en Atlanta, llegó al cine a probar suerte en Hollywood luego de salir del colegio. Obtuvo trabajo como montajista y lentamente se fue involucrando con la industria. Antes de Sexo, mentiras y video solo tenía en su trayectoria un cortometraje, Winston (1987), y lo más valioso que había hecho era un documental y un filme en concierto del grupo Yes en 1985. A partir del éxito de su película triunfadora en Cannes se fue por la senda del cine independiente, con películas de corte artístico como Kafka (1992), King of the Hill (1993) y The Underneath (1995), que era un remake de Criss Cross (1949) de Robert Siodmak. El éxito comercial lo obtendría al iniciar su asociación con el actor George Clooney, con quien haría la entretenida Un romance peligroso (Out of Sight, 1998), según la novela de Elmore Leonard. Clooney intervendría también en La gran estafa (Ocean’s Eleven, 2001) –remake de la película homónima del rat pack de 1960- y sus secuelas, La nueva gran estafa (Ocean’s Twelve, 2004) y Ahora son 13 (Ocean’s Thirteen, 2007). También con Clooney fueron la película de ciencia ficción Solaris (2002) -sobre la novela de Stanislaw Lem que le sirvió a Tarkovski para hacer su película de 1972- y el drama en blanco y negro, y con estética de película de los años cuarenta, El buen alemán (The Good German, 2006), con guión de Paul Attanasio.
En medio de esas películas con Clooney verían la luz tres filmes muy importantes en su carrera: la preciosa Vengar la sangre (The Limey, 1999) que trata de tender puentes con el pasado del actor Terence Stamp, al recrear el mismo rol que interpretó en la película Poor Cow (1967) de Ken Loach; Erin Brockovich (2000), que le diera a Julia Roberts el Oscar a la mejor actriz y Traffic (2000), que ganó cuatro premios Oscar, incluyendo uno para él como mejor director. Junto a esos filmes de gran taquilla van experimentos digitales más personales como Full Frontal (2002), Bubble (2005) o de The Girlfriend Experience (2009), en la que pone a actuar a una estrella pornográfica de ese entonces, Sasha Grey. Recordemos también el par de películas de escala épica que dedicó al Che Guevara: Che, el argentino (Che: Part One, 2008) y Che: Guerrilla (Che: Part Two, 2008) y el filme sobre la diseminación de una epidemia de origen viral, Contagio (Contagion, 2011).

Julia Roberts en Erin Brockovich (2000)

Soderbergh ha sido a su vez el cinematografista de 17 de sus películas, ejerciendo con el seudónimo de Peter Andrews, así como el montajista de 11 de ellas, en algunas de las cuales ha utilizado el seudónimo de Mary Ann Bernard. Su extensa labor como productor se refleja en filmes como Confesiones de una mente peligrosa (2002), I´m Not There (2007) o Tenemos que hablar de Kevin (2011).

En los Estados Unidos estrenó a finales de junio su cinta Magic Mike (2012) sobre los strippers masculinos, filme que ha causado furor en la taquilla, y tiene en postproducción dos películas más, The Bitter Pill y Behind the Candelabra, está ultima para HBO Films. Casi 30 películas en menos de 25 años. No por nada afirma a cada momento y a quien quiera escucharlo que va a dejar de hacer cine tras el estreno de estas dos cintas pendientes. Que ya dijo lo que tenía que decir, que obtuvo la fama demasiado pronto, que ha pasado por el cine independiente, el experimental, los éxitos comerciales, el cine de género, los fracasos, la incomprensión. Es lógico que quiera retirarse a hacer otra cosa. Pero algo me dice que no va a ser tan sencillo dejar súbitamente un ritmo de trabajo tan veloz como el que lleva. Es posible que Soderbergh se detenga un tiempo, pero que deje el cine del todo…es difícil. Ya ese es un virus que del que se contagió hace años y para el que felizmente no existe cura.

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