Caída y colapso de una familia: Sorry We Missed You, de Ken Loach
“A veces me dicen que cuento siempre la misma historia. Y no es cierto. El mundo cambia y con cada alteración se inventan nuevas formas de explotación. No sabíamos nada sobre el trabajo precario. Es algo que no conocíamos desde este punto de vista”, expresaba Ken Loach en entrevista en octubre de 2019 con Fernando García, a propósito de su película Sorry We Missed You (2019). Los cambios en la contratación laboral, la tercerización, le han dado a Loach un nuevo filón dramático que explotar en su filmografía, una obra extensa, comprometida y radical en sus intenciones expositivas.
Sé que muchos consideran que sus filmes son repetitivos y maniqueos, pero Loach opera como una consciencia colectiva, él es quien permanentemente nos recuerda de las injusticias y del abuso al que es sometida la gente del común, el trabajador anónimo que no tiene voz. Loach se hace a esa vocería: tiene la experiencia y el prestigio para hacerlo a través de su cine. Sus personajes (interpretados muchas veces por actores naturales) se constituyen en arquetipos de una situación que es común a muchos y que él, a través de la ficción, presenta en forma de denuncia social.
Pero lo suyo no es un panfleto tan obvio como algunos quieren verlo: Loach se sirve de una situación de iniquidad –en este caso laboral- para estructurar un drama realista, narrado con solvencia y emotividad. Conoceremos en Sorry We Missed You a una familia de cuatro integrantes: Rickie (Kris Hitchen) y Abbie (Debbie Honeywood), y sus dos hijos adolescentes, Seb y Liza Jae. Viven en una pequeña casa arrendada y ambos padres trabajan a destajo: él para una compañía que reparte paquetes y envíos puerta a puerta, y ella cuidando ancianos y enfermos. Ambos con jornadas de alrededor de 14 horas diarias, seis días a la semana. Se les paga por lo que hacen, asumiendo ellos todos los riesgos que un contrato laboral debería cubrirles.
Vemos el trabajo diario de cada uno, la dedicación con la que se entregan a una labor de la que depende su sostén y sus sueños, pero vemos también como semejante jornada –con todas las vicisitudes que les ocurren- los van desmoronando individualmente, pero también como pareja, y como familia, pues el hijo adolescente mayor presenta una serie de conductas que requieren una atención que ellos difícilmente pueden brindarle. “La lealtad básica debe referirse al tema, a la historia y a los personajes. Con la mayor autenticidad posible y no ceder en absoluto en este sentido. Hay que ir a la piel. Porque la piel del trabajador no es la misma de un burgués”, expresaba el director en la misma entrevista mencionada.
Loach pasa del plano personal al familiar para hacernos testigos de la caída y el colapso de una familia que se ama, pero que no tiene tiempo para comunicarse, para expresar las necesidades que cada uno tiene. Ese diálogo es reemplazado entonces por dolorosas confrontaciones, fruto del desespero y de la impotencia de unos padres agotados y de unos hijos abandonados. Loach y su habitual guionista Paul Laverty no pierden el foco: esta familia es víctima de un sistema que los esclavizó y los puso en esta situación.
Si ustedes piensan que un filme como Sorry We Missed You es fallido porque carece de un grito liberador, de un acto de redención y de rebeldía frente a lo establecido, debe ser que no conocen a Loach y que no tienen claro que hay personas –muchísimas- que no pueden darse el lujo de semejantes actos de reafirmación individual, sencillamente porque tienen que trabajar, porque no tienen otra salida al laberinto de sus vidas. Lo demás es fábula.
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