Stanley Donen: ¡toda una vida haciéndonos felices!
El 23 de marzo de 1998 tuvo lugar en Los Ángeles una aburrida ceremonia de los premios Óscar en la que Titanic se llevó once de estas estatuillas. Sin embargo habría un instante que haría inolvidable esa noche. En un momento dado, Martin Scorsese sale al escenario del Shrine Auditorium a entregar el Oscar honorario al director Stanley Donen, otorgado –según la Academia de Hollywood- “en apreciación a un cuerpo de trabajo marcado por la gracia, la elegancia, el ingenio y la innovación visual”.
Pese a una carrera tan extensa y brillante, Donen nunca había sido nominado al Óscar y recibió este premio con inocultable alegría. Abrazó y acarició la estatuilla y empezó a cantar “Cheek to Cheek” de Irving Berlin (“Cielo, estoy en el cielo, y mi corazón late tanto que difícilmente puedo hablar…”), mientras tenía apretado a su mejilla ese Óscar. Después siguieron unos divertidos pasos de tap celebrados por la algarabía de unos asistentes que se contagiaron de su dicha. Luego nos reveló su secreto para ser un buen director: para el guion contar con gente como Peter Stone o Frederic Raphael, para las canciones vincular por ejemplo a George & Ira Gershwin, y para el reparto tener a la mano a Cary Grant, Audrey Hepburn, Gene Kelly, Sophia Loren o Frank Sinatra. Y cuando el rodaje empieza, aparecerse y luego hacerse a un lado. Aparecerse –nos confiesa- es fundamental para llevarse los créditos y ganarse uno de estos Óscar que ahora él mismo tenía en sus manos.
¿Fácil, verdad? Esa es exactamente la receta que Stanley Donen aplicó durante toda su brillante carrera: rodearse de unos talentos inconmensurables, sacar de ellos lo mejor y dejarlos brillar por sí solos sin entrometerse demasiado. El resultado es un puñado de las películas más entrañables que la historia de Hollywood recuerde: clásicos en estado puro. Musicales, comedias sofisticadas, thrillers… veintisiete largometrajes realizados entre 1949 y 1984, y una película para la televisión estrenada en 1999 dan fe de su dedicada consagración a un arte en el que ya tiene reservado un escaño en la historia: recordemos que él y Gene Kelly codirigieron el mejor musical de la historia del cine, que a la vez es una de las películas más alabadas de todos los tiempos, Cantando bajo la lluvia (Singin’ in the Rain, 1952).
Los musicales marcaron su vida desde muy niño cuando en una ocasión vio una película protagonizada por Fred Astaire y Ginger Rogers. “Ví a Fred Astaire en Flying Down to Rio cuando yo tenía nueve años de edad, y eso cambió mi vida. Era que parecía maravilloso y mi vida no era maravillosa. ¡La alegría de bailar con la música! Y Fred era tan asombroso y Ginger — ¡oh, Dios! ¡Ginger!”, rememoraba Donen en una entrevista para Vanity Fair en marzo del año pasado. Había nacido el 13 de abril de 1924 en Columbia, Carolina del Sur, en un hogar judío y fu víctima de la intolerancia religiosa. El cine y las clases de baile fueron su refugio. Al salir del colegio tenía claro que quería dedicarse al mundo del espectáculo y partió para Nueva York a los 16 años. Tras un par de audiciones fallidas debutaría en el teatro en 1940 en el coro de la producción original de Pal Joey, bajo la dirección de George Abbott y el papel protagónico de un bailarín de 28 años llamado Gene Kelly. Se hicieron amigos y Kelly fue quien lo llevó a su siguiente obra en Broadway, Best Foot Forward, como corista y su asistente en las coreografías.
Cuando la Metro Goldwyn Mayer (MGM) compró los derechos para convertir a Best Foot Forward en una película, sin querer se estaba dando inicio a la carrera de Stanley Donen en el cine. Kelly le pidió al director de esa futura película, Charles Walters, que le diera la oportunidad a Donen de debutar como bailarín corista y asistente suyo. Más tarde Gene Kelly se lo llevaría a ser su asistente en las coreografías de Cover Girl (1944) y él fue quien propuso la hoy famosa secuencia de baile de Kelly con sus reflejos en unas vidrieras. Donen continuó haciendo coreografías para otras películas y la primera escena de baile que él mismo dirigió fue en Take Me Out to the Ball Game (1948), cinta en la que actuaron Kelly y Frank Sinatra.
Como era casi de esperarse, su debut como director lo hizo junto a su “padrino” Kelly. Ambos codirigieron On the Town (1949), la adaptación del exitoso musical de Broadway que habían escrito Betty Comden y Adolph Green, sobre un trío de marineros que apenas cuentan con un día para conocer Nueva York. El gran éxito de este filme musical le permitió filmar un contrato de siete años con la MGM. En ese momento solo tenía 25 años de edad. Donen y Kelly codirigirían dos cintas musicales adicionales, Cantando bajo la lluvia (1952) y Siempre hace buen tiempo (It’s Always Fair Weather, 1955). Como director autónomo, Donen tendría a su cargo musicales como Royal Wedding (1951), recordada por la secuencia en la que Fred Astaire baila en el techo y en las paredes de una habitación, Siete novias para siete hermanos (Seven Brides for Seven Brothers, 1954) y la hermosa Funny Face (1957), donde reunió a Astaire con Audrey Hepburn en una París bohemia.
Junto al dramaturgo y guionista George Abbott codirigiría otros dos musicales, The Pajama Game (1957) y Damn Yankees (1958). Anotemos que la mayoría de los musicales de Stanley Donen fueron hechos para la unidad de trabajo de Arthur Freed en la MGM. Freed, que era el más importante productor de musicales del momento, dotaba a todos sus proyectos del más selecto grupo de compositores, letristas, coreógrafos y guionistas que uno pueda imaginar. Y en estos musicales específicos trabajaron talentos tan grandes como André Previn, Leonard Bernstein, Roger Edens y Alan Jay Lerner. Donen sacó al musical de sus ataduras espaciales, lo llevó a las calles, le quitó lastres teatrales y supo integrar las piezas musicales a la narración para evitar rupturas abruptas. Cantando bajo la lluvia, con guion de los mencionados Comden y Green, fotografía de Harold Rosson, actuaciones de Gene Kelly, Donald O’Connor y Cyd Charisse; y música de Nacio Herb Brown y el propio Arthur Freed, es la prueba máxima de ello. Mezcla de historia del cine, comedia y sátira a los sistemas de producción de Hollywood, la película es la conjunción más acertada de talentos que pudo haber surgido. Fue, es y seguirá siendo perfecta.
En 1957, liberado de compromisos contractuales, funda con Cary Grant una compañía independiente, Grandon Productions, cuya primera cinta fue la comedia Indiscreta (Indiscreet, 1958) protagonizada por Ingrid Bergman y Grant. La relación con este actor fue fundamental para que Donen pasara de los musicales a las sofisticadas comedias de enredos entre ambos sexos. Juntos hicieron The Grass is Greener (1960), en la que Grant hace pareja con Deborah Kerr, y Charada (Charade, 1963) donde su compañera es Audrey Hepburn. Esta última es una de las mejores películas de su carrera, una mezcla impecable de comedia y suspenso donde es imposible no evocar los mejores momentos del cine de Hitchcock en la confusión de identidades y en las pistas falsas. La fórmula de Charada intentó repetirla Donen con menos brillo en Arabesque (1966), donde el dúo protagónico lo conforman ahora Gregory Peck y una bellísima Sophia Loren.
Durante los años sesenta Stanley Donen fijó su residencia en Inglaterra. Allí dirigió a Yul Brynner en dos comedias consecutivas de poco impacto, Once More, with Feeling! (1960) y Surprise Package (1960); es en ese país donde realiza una de sus películas más admiradas, Two for the Road (1967) con Audrey Hepburn y Albert Finney haciendo un repaso no linear, lleno de flashbacks, de su vida juntos. Henri Mancini hizo la música del filme. De esa misma época es Bedazzled (1967), la comedia con Dudley Moore y Rachel Welch que Donen considera favorita entre toda su obra.
Volvió a los Estados Unidos en los años setenta y en esa década –cuando emergían los autores del “nuevo Hollywood”- Donen, que representaba a una vieja escuela, no pudo adaptarse. Solo dirigió tres películas en esos años, y en la siguiente década solo dos, Saturn 3 (1980) –un absoluto fracaso- y La culpa la tuvo Rio (Blame It on Rio, 1984). En 1993 hizo su debut como director de teatro musical con The Red Shoes, pero no tuvo éxito. Su película final, Love Letters (1999) fue hecha directamente para la televisión. En 2013 se rumoró que Donen tenía un guion buscando financiación y que se hizo una lectura del mismo frente a inversionistas, en la que participaron Christopher Walken y Charles Grodin. Mike Michols produciría el futuro largometraje. El guion –acerca de las vicisitudes de hacer una película- fue escrito por su pareja, Elaine May (no hemos mencionado que Donen tuvo cinco divorcios a bordo). Hubiera sido maravilloso que ese proyecto se hubiera concretado.
Tan maravilloso como el regalo de haber tenido a Stanley Donen 94 años entre nosotros. Toda una larga vida haciéndonos muy felices, filme a filme.
Publicado originalmente en el suplemento “Generación del periódico El Colombiano (Medellín, 13/04/14). Págs. 4-5
©El Colombiano, 2014
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