Tarantino liberto: Django sin cadenas, de Quentin Tarantino

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Empecemos por lo obvio: Django sin cadenas (Django Unchained, 2012) no es un spaghetti western. Ni mucho menos un western. Esta película es una libre asociación mental de Tarantino, una elaboración ficticia, un pastiche cinéfilo-musical en forma de farsa de los que él acostumbra montar y que habitualmente le funcionan tan bien entre los seguidores de su cine.

El que se ponga en el trabajo de tomarse en serio las elaboradas caricaturas que Tarantino construye se encontrará de frente con la frustración y el desencanto. Sus películas no responden a expectativas preconcebidas, ni están hechas con el ánimo de satisfacer necesidades estéticas distintas a las de su propio autor, un hombre al que le encanta jugar con las posibilidades dramáticas y cómicas de los géneros espurios, para subvertirlos y acomodarlos a su antojo. Cinefilia absoluta, amor por la serie B, bandas sonoras escogidas con lupa, hiperviolencia, humor negrísimo y unos personajes más grandes que la vida –pero llenos de humo– constituyen los elementos con los que ha construido su filmografía. Un puñado de cintas que se aman o se odian. Con Mr. Quentin no hay medias tintas: su aproximación al cine se disfruta casi que con fascinación, o se padece y se rechaza. Es cuestión de gustos, nada más. Igual él no hace sus películas pensando en si van a agradarnos o no: él solo quiere divertirse. ¿Por qué no aprovechar y divertirnos también? ¿Por qué tenemos que sufrir con un cine que jamás ha intentado ser espejo de la realidad o testimonio veraz de nuestros conflictos y vivencias? Si entendemos las reglas del juego que nos propone, pasaremos sin duda un mejor rato.

Jamie Foxx y Leonardo DiCaprio en Django sin cadenas (2012)

Jamie Foxx y Leonardo DiCaprio en Django sin cadenas (2012)

En Django sin cadenas se cumplen uno a uno los postulados de su libérrima forma de hacer películas. La época concreta –segunda mitad del siglo XIX– no le impone la restricción de la verosimilitud; por el contrario, parece darle licencia para la imprecisión histórica que haga rabiar a los puristas. Sus personajes parecen habitar ese mundo del far west tal como lo conocemos, pero es solo en el exterior pues en el fondo habitan un universo paralelo, un universo –llamémoslo tarantinesco– regido por sus propias leyes. El caza recompensas alemán, el Dr. King Schultz (que interpreta Christoph Waltz) se une a un esclavo liberado, Django (Jamie Foxx), en una improbable sinergia que los lleva a atrapar a unos bandidos y a buscar como contraprestación a la mujer del ex esclavo. Si bien la búsqueda de los forajidos nos lleva al terreno del western, la pesquisa por la esclava Broomhilda (vean el nombre) nos aleja de ahí y nos lleva a las plantaciones esclavistas del sur. Y ahí empieza otra película.

Jamie Foxx y Franco Nero en un cameo en Django sin cadenas (2012)

Jamie Foxx y Franco Nero en un cameo en Django sin cadenas (2012)

Si lo previamente visto había despertado reminiscencias de filmes de Sergio Corbucci y Sergio Leone, lo que sigue trae a la cabeza el Mandingo (1975) de Richard Fleischer: la esclavitud en las grandes haciendas sureñas. Conoceremos al amo, Calvin Candie (Leonardo DiCaprio) y al esclavo de la mansión, el viejo Stephen (un Samuel Jackson extraordinario), que es quien parece manejar los hilos del lugar. Ahí en ese nido de víboras Tarantino se desata desaforado, incluso para sus estándares ya tradicionalmente violentos. Desde el brutal “mandingo fighting”, pasando por la desmembración de un esclavo por una jauría de perros, hasta la tortura despiadada. Todo esto desembocará en una venganza sin tregua por parte de Django –convertido en maquina asesina infalible– que es sobre todo un baño de sangre infinitamente salvaje, pero a la vez –aunque suene paradójico– tan sublimado por lo extremo de la situación que ya ni causa horror. Que no se nos olvide que esto es una farsa, no un drama. Que no se nos olvide que esto no es serio, que esto es un juego. Un juego bastante cruel, pero –quien lo creyera– efectivo. Así es Tarantino. Nos guste o no.

Publicado en la edición digital de la revista Kinetoscopio No. 101 (Medellín, vol. 23, 2013)
©Centro Colombo Americano, 2013

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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