Todo lo viejo es nuevo: Bande à part, de Jean-Luc Godard
El inusual récord de “menor tiempo en atravesar corriendo el museo del Louvre en una película” lo ostentan actualmente Isabelle, Theo y Matthew, el trío protagonista de Los soñadores (The Dreamers, 2003) con un registro de 9 minutos 28 segundos, desplazando a Odile, Franz y Arthur que hicieron 9:43 en Bande à part (1964), que a su vez habían batido en dos segundos la marca que había impuesto Jimmy Johnson, natural de San Francisco. ¿De qué estoy hablando? De cinefilia pura. De ese material está construida Los soñadores –la ofrenda que Bertolucci hizo a la pasión por el cine que se vivía en Francia en 1968- y por eso se atreve a recordar, retar y a derrotar a Bande à part en este récord, como una forma de rendirle un homenaje a esta película y a su autor, Jean-Luc Godard.
Un tributo similar rindió Quentin Tarantino cuando, en 1991, bautizó su novel compañía productora como “A Band Apart”. Unos años más tarde, en Pulp Fiction, Tarantino hará que Uma Thurman y John Travolta bailen un twist que recuerda indirectamente a la inolvidable danza estilo Madison que Odile, Franz y Arthur interpretan en Bande à part. La misma secuencia sirvió de inspiración para Simple Men (1992) de Hal Hartley y para The Go-Getter (2007) de Martin Hynes. Además esta es la única cinta de Godard incluida en la lista original de las 100 mejores películas de todos los tiempos publicada por la revista Time en el 2005, destacando que entre los largometrajes de este director, Bande à part “está entre sus más raros y divertidos esfuerzos para reescribir no solo la gramática del cine, sino también sus convenciones narrativas dominantes”.
Nada mal para un filme que el propio Godard describió como “Alicia en el país de las maravillas conoce a Franz Kafka” cuando se estrenó en el Festival de cine de Nueva York, un mes después de su premier francesa el 5 de agosto de 1964. En la revista The New Republic la crítica de cine Pauline Kael, mencionó que era una cinta “acerca de una chica y una pistola”, que responde a una cita de David W. Griffith sobre lo que quiere el espectador de cine, y que Godard reprodujo en el material promocional de prensa de Bande à part que circuló en el Festival de Cannes en mayo de 1964, donde la pelocula fue exhibida fuera de concurso. Lo más curioso es que con el tiempo la frase “Todo lo que usted necesita para hacer una película es una pistola y una chica” quedó atribuida erróneamente a Godard. Como sea, ambos elementos están acá.
Era su séptimo largometraje en cinco años, los años de la nueva ola del cine francés. Venía de hacer El desprecio (Le mépris, 1963), su ajuste de cuentas con los productores y su forma de entender el cine como un negocio. Previamente había fracasado con Los carabineros (Les carabiniers, 1963) y quería recuperar su prestigio, ganar dinero y posicionar la carrera como actriz de su esposa, Anna Karina, con quien venía teniendo serios desacuerdos conyugales. Fundó su propia compañía productora independiente bautizandolo con uno de los apelativos cariñosos que usaba para con su esposa –Anouchka Films- y obtuvo, tras muchas negativas de diversos estudios norteamericanos, cien mil dólares de Columbia Pictures para hacer su siguiente proyecto.
Ante tres propuestas que Godard les hizo, los ejecutivos del estudio optaron por escoger la adaptación de una novela pulp de Dolores Hitchens, Fool´s Gold, que Godard había leído por sugerencia de François Truffaut. Volvería aquí al terreno gansteril de Sin aliento (À bout de soufflé, 1960), su exitosa película debut, pero esta vez con más reflexión y desazón. Sus personajes ya eran más conscientes del absurdo de sus vidas y quizá por eso mismo se niegan a asumir una existencia adulta. Como protagonistas están Anna Karina en el papel de Odile -una chica taciturna, insegura y voluble- Sami Frey (que ya en ese momento habia terminado su sonada aventura amorosa con Brigitte Bardot) será Franz, mientras Claude Brasseur interpretará a Arthur. Rimbaud es su apellido, por si acaso.
Rodada en solo veinticinco días entre febrero y marzo de 1964, Bande à part, es narrativamente una de los largometrajes más accesibles de Godard y formalmente uno de los más juguetones, frescos, e imitados. Secuencias (auténticas set pieces autónomas, en realidad) como los créditos iniciales, la danza Madison, la insólita clase de inglés, la carrera por el Louvre, el momento en que los protagonistas proponen un minuto de silencio y la banda sonora deja de oírse, el cuento sobre el indio mentiroso que Frank le dice de frente a la cámara, las citas de Shakespeare, T.S. Eliot, Rimbaud o Giraudoux, la narración lírica del propio Godard y las bellas e ingeniosas digresiones que inserta, convertido en la voz interior de sus personajes, hacen de este filme un homenaje a la libertad creativa y a las posibilidades enormes de la narración fílmica. Es un clásico, menos inesperado de lo que uno podría pensar.
¿No es contradictorio considerar clásica a una cinta tan moderna en su estilo? Ya lo decía Odile citando a Eliot: “Todo lo nuevo es, de hecho, automáticamente tradicional”.
Publicado en la revista Arcadia No. 107 (Bogotá, agosto-septiembre/14). Pág. 50
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