Todos son guerreros: El renacer de un campeón, de James Napier Robertson

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 Dada la nula presencia del cine neozelandés entre nosotros –recuerdo a Somos guerreros (Once Were Warriors, 1994) de Lee Tamahori- el estreno de El renacer de un campeón (The Dark Horse, 2014) despierta obvia curiosidad. Dirigida por James Napier Robertson, que ante todo ha tenido una carrera como actor, la película está basada en la vida de un campeón de ajedrez de origen maorí, Genesis Potini, que sufría un fuerte trastorno siquiátrico y que como forma de terapia se dedicó a enseñar este juego a muchachos con problemas adaptativos y personales que enriquecieron así su espíritu.

Genesis, que murió en el 2011, fue sujeto del documental Dark Horse (2003) de Jim Marbrook, y lo que tenemos ahora es una dramatización de un segmento de su vida adulta, cuando decide organizar un club de ajedrez, The Eastern Knights, con jóvenes de la ciudad de Gisborne. Esta cinta bien intencionada une y sintetiza dos géneros: el del genio con un trastorno mental –Shine (1996), Una mente brillante (A Beautiful Mind, 2001)- y el del maestro que logra inspirar y redimir a un grupo de estudiantes necesitados de afecto y de un líder (los ejemplos fílmicos abundan).

Pese a recorrer caminos ampliamente previsibles que el guión no se atreve a subvertir, El renacer de un campeón –por cierto, es fatal el título en español– se beneficia de la actuación atormentada y adolorida de Cliff Curtis como Genesis, un hombre que hizo del desequilibrio su involuntario modus vivendi. El personaje echa mano de la mitología y las leyendas maoríes para explicar a los muchachos en que consiste el ajedrez y como cada pieza representa a un combatiente de diferentes funciones y dones, logrando involucrarlos sinceramente con una práctica intelectual que acá se transforma en una prolongación metafórica de las batallas de sus ancestros. Todos fueron guerreros, las piezas del ajedrez también lo son, tal como este grupo de jóvenes desadaptados que encuentran un motivo válido para no darse por vencidos y sentirse orgullosos de lo que son.

Este filme ha tenido un enorme éxito comercial en Nueva Zelanda y es posible que acá también encuentre un público receptivo. Sus lugares comunes lo hacen fácilmente asimilable y su historia de superación y redención tiene un lenguaje universal que a muchos va a conmover.

Publicado en la columna “Séptimo arte” del periódico El Tiempo (Bogotá, 30/08/15). Pág. 4, sección “Debes hacer”. 
©Casa Editorial El Tiempo, 2015 

El director James Napier Robertson (arriba) dando instrucciones durante el rodaje

El director James Napier Robertson (arriba) dando instrucciones durante el rodaje

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