Top Gun: El pistolero, de Henry King

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Well, there was this movie I seen one time,
About a man riding ‘cross the desert and it starred Gregory Peck.
He was shot down by a hungry kid trying to make a name for himself.
The townspeople wanted to crush that kid down and string him up by the neck.
-Bob Dylan, Brownsville Girl

Jimmie Ringo sabe que no es fácil ser considerado el pistolero más rápido del Oeste. La dudosa fama –que le precede donde quiere que vaya- no le permite paz alguna. Debe estar huyendo siempre, intentando que no lo reconozcan, tratando que nadie pretenda cobrarle muertos que no mató y disuadiendo a valientes que intentan demostrar que son más rápidos que él, un tipo que es –según ellos- apenas una leyenda que, viéndolo bien, sólo tiene dos brazos, como todos. Jimmie Ringo no se ve ni se siente feliz. Es un hombre acosado por su propia reputación, dispuesto a que todos se olviden de él y así poder recuperar a su mujer y a su hijo, y emprender con ellos una nueva vida lejos, quizá en California, o en el Norte, o hasta en Suramérica. Sin embargo, todo parece dispuesto para que esos sueños nunca se realicen. Tiene encima la maldición de ser el más rápido, the top gun of the West, como un comisario amigo le llama. Una especie de super estrella, una celebridad con la que todos quieren medirse y a lo mejor alcanzar la gloria a costa suya. Un vampiro diurno que paga el don de la inmortalidad con una enorme soledad y el laurel vacuo de la violencia de su pasado. Y eso pesa en el alma.

En El pistolero (The Gunfighter, 1950) el muy veterano director Henry King nos cuenta la vida de Jimmie Ringo –inspirado en un pistolero real, Johnnie Ringo- desde la perspectiva de un hombre cansado de tener que dar explicaciones, inventar excusas para evitar duelos innecesarios y deseoso de dejar esa vida mítica de tiroteos al sol que en realidad es errante y marginal. En toda la película, Jimmie (interpretado por Gregory Peck) sólo una vez tiene la oportunidad de disparar y la cámara no nos lo muestra desenfundar, sólo atestiguamos el resultado de su rápido accionar. No es necesario ver o mostrar más. Queda claro que esta no es una película sobre sus legendarias hazañas, sino sobre la imposibilidad de renunciar a ellas y de escapar de un pasado maldito que se está tragando sus posibilidades de futuro.

El pistolero (The Gunfighter, 1950)

El pistolero (The Gunfighter, 1950)

Tan lacónico como su protagonista, el filme –filmado en blanco y negro por Arthur Miller, en su penúltimo trabajo- sacrifica paisajes, montañas y desiertos, para desarrollarse en su mayoría en un Saloon en Cayenne donde Jimmie –como atrapado en una jaula de cristal donde todos lo ven como una curiosidad- espera. Espera, sin tener claro exactamente cuando, a tres hombres que van a vengar la muerte de su hermano menor; espera a todos los oportunistas bocones que van a intentar demostrar que son mejores y más rápidos; espera que algún padre cobre venganza, pero espera –sobre todo- poder hablar con Peggie (Helen Westcott), una mujer a la que hace ocho años dejó, y con ella alcanzar a volver a ver al hijo de ambos. Todas las esperas de Jimmie van a ser satisfechas a su debido tiempo, en una especie de carrera contra el tiempo. En ese afán, en esa urgencia por verla a ella, irse del pueblo y evitar que lo encuentren, la película adquiere un suspenso que va en aumento y tornándose difícil de manejar, a pesar de ello sin perder nunca de vista la frágil y vulnerable humanidad de su protagonista, nunca sacrificada en pro de la acción. Quizá por ello, aunque el personaje se desarrolló pensando en John Wayne, el hombre que terminó interpretándolo fue Gregory Peck -en la segunda y quizá mejor de las seis colaboraciones que él y Henry King tuvieron entre 1949 y 1959, incluyendo a Twelve O’Clock High (1949)- un actor que podía mostrar diversos matices humanos sin temor a sacrificar una imagen de invencibilidad. Sin embargo parece que Wayne nunca le perdonó a uno de los guionistas, William Bowers, que vendiera la historia por 70.000 dólares a la 20th Century Fox y no a su propia empresa, Batjac Productions, y así haberla podido estelarizar, tal como era su deseo.

El pistolero (The Gunfighter, 1950)

El pistolero (The Gunfighter, 1950)

La atención a la introspección psicológica del personaje es la mayor virtud de El pistolero: Henry King y sus guionistas Bowers y William Sellers (que trabajaron sobre una historia coescrita por Bowers y André De Toth, quienes incluso recibieron una nominación al Oscar) tienen claro que les interesan ante todo las razones y los motivos que han hecho de Jimmie Ringo un ser hastiado y decepcionado, incapaz de soportar las consecuencias de sus actos y anhelante de pasar por fin incógnito y de tener una última oportunidad para dejar por fin las armas, conseguir un trabajo digno y ser feliz. Bien lo decía Luís Alberto Álvarez al referirse a este filme: “Jimmie Ringo es en la película The Gunfighter el granjero del mañana, el ciudadano americano, que tiene tareas más importantes que defenderse, pues deberá asumir las responsabilidades de la nación. Una amarga utopía que la violencia destruye (1)”. Jimmie quisiera ser como ese joven ranchero, casado hace poco y con un floreciente hato de ganado, que comparte con él un único trago de licor sin saber con quien brindó. En ese personaje, que aparece sólo unos minutos en el filme, se resumen todos los anhelos vitales de nuestro pistolero nostálgico. El western ya no volverá a ser el mismo: vienen a partir de ahora las historias personales, alejadas de la gran gesta colonizadora, en las que importa ante todo el drama del hombre enfrentado a su destino, encarnado muchas veces en la figura trágica del pistolero, “un elemento único que sería removido de su contexto tradicional, exagerado y convertido en foco” (2), en un proceso de estilización del héroe que muchos relacionan con la transición entre la postguerra y la guerra fría.

El pistolero (The Gunfighter, 1950)

El pistolero (The Gunfighter, 1950)

El director King podía haber seguido el camino fácil y rentable, y mostrarnos una historia predecible de duelos y tiroteos donde un infalible se enfrenta a todos los que aparezcan, seguro de su victoria, pero prefirió que todo ese accionar estuviera enunciado y evocado, puesto en la boca nerviosa de todos los habitantes de Cayenne y convertido en una leyenda laberíntica e infinita donde los muertos van en aumento, la sevicia del forajido no conoce límites y las infracciones a la ley se tornan incontables. El rodaje transcurrió sin problemas, tal como lo evocaba Peck: “Trabajamos durante diez u once semanas y todo salió en la pantalla tal como estaba en el papel, sin fisuras” (3). Sin embargo el resultado fue un fracaso en taquilla (pese, o debido, a una buena recepción crítica), donde hasta el bigote que luce Gregory Peck en la película –tal como era la usanza en el Oeste- fue responsabilizado del descalabro económico, pues alejaba al actor de la imagen que sus seguidores tenían de él.

El pistolero, que no deja dudas de su maestría intimista y trágica, es la historia de un poder que es, si lo pensamos bien, una maldición que debe ir cambiando de manos y cubriéndose de sangre. En el último plano de la película, un pistolero huye en su caballo con el crepúsculo al fondo. Lo acompaña el miedo.

Referencias:
1. Álvarez L A. El pistolero. Revista Kinetoscopio No. 17. Medellín, 1992. p. 135
2. Stephen McVeigh. The American Western. Edinburgh University Press. 1a Ed., 2007. p. 81
3. Gary Fishgall, Gregory Peck: A Biography, New York, Scribner, 2002, p. 145

Publicado en la revista Kinetoscopio no. 89 (Medellín, vol. 20, 2010). Págs. 82-83
©Centro Colombo americano, 2010

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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