Un cowboy con el sol a las espaldas: Toy Story 4, de Josh Cooley

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En los créditos finales de Toy Story 4 (2019) se escucha a Chris Stapleton cantar “La balada del vaquero solitario”, una composición que Randy Newman escribió para esta película, y cuyo solo título refleja el espíritu que subyace a esta producción de Pixar y Disney: estamos ante un western disfrazado inteligentemente de filme de animación. Este homenaje al más antiguo de los géneros del cine norteamericano habla maravillas del guion de este filme, del que hay muchos responsables, por fortuna esta vez trabajando al unísono.

No es casual que Woody, el vaquero, sea el auténtico protagonista del relato: esta historia no solo es suya, sino que la soledad en el ser y en al actuar lo definen como cowboy, y más a este que ya ve como sus días de gloria (como juguete preferido) están en el ocaso y opta mejor por buscar otros senderos. Pero esa retirada será digna, pues deberá aún cumplir una última “misión”, un postrer encargo de honor, algo que va a ponerlo en paz con él mismo, con su imagen heroica. Como en Más corazón que odio (The Searchers, 1956), será un rescate esa prueba, será reestablecer el orden. Por eso es aún el sheriff, ¿verdad?

Toy Story 4 (2019)

Para lograr su propósito encontrará inesperados ayudantes en el camino. Es un western: un mercenario renegado le espera. Pero como los tiempos han cambiado y la corrección política y de género son la norma, será una renegada -y antiguo interés romántico- quien inesperadamente le da una mano: se trata de la pastorcita Bo Peep. ¿Se acuerdan de Johnny Guitar (1954)? ¿Recuerdan el papel de Charlize Theron en Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015)? Con ese material como horizonte está hecha Toy Story 4. Woody, Bo Peep y una comparsa de personajes variopintos deberán enfrentarse a una pandilla que secuestró a Forky, el nuevo mejor amigo de Bonnie, la niña a la que Woody pertenece.

Como el mito es inherente al western, los “malos” de esta historia –una muñeca antigua llamada Gabby Gabby y sus secuaces, que son unos inquietantes muñecos de ventrílocuo- revisten características mefistofélicas: quieren “el alma” de Woody a cambio de Forky. Ante todo, lo que está en juego es la lealtad del vaquero, su capacidad de entrega, su sacrificio. Pero, también, la capacidad redentora de esa entrega. La posibilidad de generar un cambio, la capacidad transformadora de la bondad.

Toy Story 4 (2019)

Lo que tiene rota la “malvada” muñeca Gabby Gabby no es la voz exterior, es la voz interna (un tema recurrente en el filme), esa voz –herrumbrosa por años de soledad y desprecio- que le dice que su propósito vital es pertenecer a un niño o a una niña y hacerlos felices. El acto magnánimo de Woody provoca en Gabby Gabby un despertar, una toma de conciencia. Ese es el gesto heroico más importante que nuestro vaquero hará acá, pues para Bonnie su accionar será invisible: Woody restableció el orden pero ella no lo supo. No tenía porque saberlo, en realidad.

Lograr el rescate de Forky fue una autoafirmación para Woody, la constatación de lo intactas de sus capacidades como representante de la ley. Pero el crepúsculo ya llegó para él, como le ocurre a los cowboys que encuentran a un tirador más rápido o a los juguetes que pierden el favor de sus niños. Lo importante es reconocer que esa hora ya llegó. Woody supo entenderlo: también le pasó al sheriff Will Kane en High Noon (1952) y, como este, no va a irse solo.

Toy Story 4 (2019)

Este texto empezó con a Chris Stapleton interpretando “La balada del vaquero solitario”. Oigámoslo cantar I was a lonesome cowboy / But not anymore / I just found out what love is about / I’ve never felt this way before y sintámonos felices por Woody.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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