Tras los pasos de un genio escurridizo: Dont Look Back, de D. A. Pennebaker

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“Pienso que todas mis películas son películas caseras”
– D. A. Pennebaker

Estamos en los años sesenta. A las oficinas de Donn Alan Pennebaker llegó un día el manager Albert Grossman, y le dijo “¿Te gustaría hacer una película sobre Bob Dylan, mi cliente?”. Pennebaker aceptó de inmediato, incluso sin conocer bien a Dylan y a su música, pero eso no le importaba. “Yo estaba esperando algo con lo que pudiera hacer una película en vez de un programa de televisión”, recuerda.

Nacido en 1925 en Evanston, Illinois, Pennebaker fue uno de los cofundadores de Drew Associates (junto a Robert Drew, Richard Leacock y Albert Maysles), un colectivo fílmico que aplicaba el “cine directo” (la adaptación local del cinéma vérité francés) en sus documentales, tales como Primary (1960) o en las producciones que Time-Life les habían encomendado hacer para la serie de televisión Living Camera. Para Drew Associates, Pennebaker fue uno de los encargados de filmar Crisis: Behind a Presidential Commitment (1963), pero ese mismo año se retiraría junto a Richard Leacock para formar su propia compañía productora. Vino entonces la propuesta de Albert Grossman, y Pennebaker empacó cámaras rumbo a Londres. Lo que no sabía es que estaba a punto de rodar el documental que iba a convertirse en el modelo a imitar, en esa obra a la que todos recurren cuando están cortos de ideas, cuando quieren ver cómo trabaja un maestro. Estaba a punto de hacer Dont Look Back.

Bob Dylan y D.A. Pennebaker

Bob Dylan y D.A. Pennebaker

“Nunca estuve interesado en educar a la gente acerca de Dylan. Primero, porque no sé lo suficiente sobre él. ¿Quién lo sabe? Además ese es asunto de Dylan. Si él quiere educar la gente, estoy seguro que sabe cómo hacerlo. Lo que yo quería era solo estar presente cuando Dylan representa su vida entera y mostrar cómo se maneja y que le interesa”, escribe Pennebaker en su página web. Las tres semanas de la gira británica que Bob Dylan –a sus 24 años- emprendería entre abril y mayo de 1965 serían el momento perfecto para esos fines expositivos que pretendía, lejanos a esa didáctica que este realizador menciona. Fuera de unos créditos iniciales donde se nos dice que personajes van a aparecer, y de una ubicación espacial (letreros con los nombres de calles y ciudades, por ejemplo) no hay nada más. Cuando vemos en Dont Look Back a alguien nunca se nos dice quién es, nadie lo entrevista o recoge su testimonio. No hay tampoco una voz que narre o explique lo que vemos, tampoco sabemos cuál es el nombre de las melodías que Dylan interpreta. El “cine directo” buscaba exactamente eso, como lo explicaba el crítico James Arnold en 1968: “En los documentales antiguos, el cineasta descubre cosas y te dice acerca de ellas, tal como hace el artista tradicional; en el nuevo documental, tal como en el nuevo arte, al espectador se le presenta la complejidad y él hace sus propios descubrimientos”. Rodada en 16mm, en blanco y negro, y con una cámara ágil que prefiere moverse rápida y erráticamente entre los personajes antes que hacer cortes, Dont Look Back era demasiado innovadora para su época.

Don't Look Back (1967)

Dont Look Back (1967)

Si para el público no hay concesiones, para Bob Dylan tampoco. El retrato que Dont Look Back nos ofrece es el de un artista caprichoso, al borde del divismo y la necedad. Dylan se sabe joven, inteligente, talentoso y admirado, y abusa de esa combinación para portarse con insolencia y desdén frente a la prensa y otros músicos, para responder de manera críptica y caprichosa, para adoptar una pose que fluctúa entre la apatía de tener que repetirse en declaraciones y canciones, y la superioridad que demuestra frente a los intereses de los demás. A Pennebaker este aspecto de su personalidad le parece más interesante que las propias interpretaciones musicales y es más el tiempo que el documental pasa tras bambalinas que en los escenarios. Significativamente, en una escena la cámara va tras Dylan, que está a punto de entrar a cantar, y se queda quieta mientras el artista sigue su camino, se aleja y se para frente a un público que no vemos. Estamos distantes de él y así es como Pennebaker quiere que lo veamos, como un genio escurridizo e inescrutable, que sin embargo se prestó para un juego que constituye el inicio de la película: Dylan aparece frente a la cámara en medio de un complejo industrial, sosteniendo una serie de carteles con palabras que son parte de la letra de su canción Subterranean Homesick Blues, mientras al fondo vemos al poeta Allen Ginsberg discutir con el compositor Bob Neuwirth. Era el nacimiento del video clip tal como lo conocemos hoy.

¿Se dieron cuenta que escribí la palabra “pose” en el párrafo anterior? ¿Hasta qué punto Dylan estaba “actuando” frente a la cámara, divirtiéndose al hacerse pasar por majadero? Pennebaker estaba consciente que eso podía ocurrir y por eso decía que la película “podía no ser tanto acerca de Dylan, porque él estaba de alguna forma actuando a lo largo del filme. Y eso es su derecho. En cierto sentido él necesita algo de protección contra ese proceso. Pero pienso que lo que uno descubre es la extraordinaria presión de tener que salir y ser absolutamente perfecto cuando se le llama [al escenario]. Esto es, él tenía que llenar un teatro. No era solo que tuviera cada silla ya reservada, él tenía que tener gente de pie. Él tenía que ser extraordinario cuando la mayoría de nosotros se conforma con solo ser adecuado”, cuenta el realizador.

Don't Look Back (1967)

Dont Look Back (1967)

Lo que ignoraba este director es que esa gira de conciertos que estaba registrando constituía el adiós de Dylan a un estilo de componer e interpretar música en el que se sentía estancado. El folk ya no le permitía avanzar más y quizá su actitud cansada e intolerante reflejaba las luchas interiores que tenían lugar dentro de él. Pennebaker y nosotros estábamos siendo testigos de una transición personal. No es casual el título de este filme, que sale de una frase de Satchel Paige, el pitcher de béisbol de la Liga de jugadores negros de Estados Unidos, “No mires hacia atrás, alguien podría aventajarte”. Dylan parecía saberlo y, sin mirar atrás, sin importarle lo que pensaran sus seguidores, decidió renovarse. “La escena de la música folk había sido como un paraíso que debía abandonar, del mismo modo que Adán abandonó su jardín. Era demasiado perfecto”, escribe Bob Dylan en su biografía Crónicas – Volumen 1.

Al momento de la filmación ya Dylan había grabado y lanzado Bringing it all Back Home, el álbum que constituía su paso a un sonido menos acústico, más eléctrico y experimental, y que muchos de sus seguidores vieron como una traición a sus raíces folk. Cuando la película estaba siendo montada, Dylan grabó su canción Like a Rolling Stone y un mes más tarde se presentaría -con su nueva piel y junto a Mike Bloomfield y la Paul Butterfield Band- en el Newport Folk Festival, encendiendo la polémica. De ese periodo transicional precisamente es que trata el documental de Martin Scorsese No Direction Home: Bob Dylan (2005), que recomiendo ver a los interesados en el desarrollo de la carrera de este músico.

Don't Look Back (1967)

Dont Look Back (1967)

Una vez terminado el montaje, Bob Dylan asistió a una exhibición de la película en Hollywood. Al terminar la presentación le mencionó a Pennebaker que volvería a verla y anotaría las cosas que debían cambiarse. Al día siguiente en la noche regresó con una libreta, pero no escribió nada. “Así es” le dijo a Pennebaker. Sin embargo ni Albert Grossman ni los posibles distribuidores y exhibidores estaban contentos ni dispuestos a mostrar la cinta. El director hizo varias presentaciones ante posibles compradores, pero todos pensaban que Dont Look Back era “demasiado andrajosa”. Hasta que al fin apareció un hombre interesado en ella: era el gerente de una cadena de teatros pornográficos que quería diversificar su negocio. Observó el filme y le dijo a Pennebaker “Parece una película porno, pero no lo es. Es precisamente lo que estoy buscando”. Y así se estrenó Dont Look Back el 17 de mayo de 1967 en San Francisco. El voz a voz favorable hizo el resto.

45 años después de este filme memorable, D.A. Pennebaker fue honrado por el conjunto de su brillante trayectoria. Recibió el 1 de diciembre de 2012 el premio Oscar honorífico junto a Hal Needham, George Stevens, Jr. y Jeffrey Katzenberg, a quien se le otorgó el premio humanitario Jean Hersholt. Sus merecimientos no tienen duda alguna.

Publicado en el suplemento “Generación”, del periódico El Colombiano (Medellín, 23/09/12). Págs. 4-5
©El Colombiano, 2012

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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