Try a Little Tenderness: Fish Tank, de Andrea Arnold

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Es curioso, Fish Tank (2009) es -en la superficie- un ejemplo actual del realismo social británico, una tendencia del cine insular que tiene en Ken Loach a su máximo exponente. Vista así, sin considerar ningún otro factor adicional, la película tiene sentido y logra impresionarnos con su descripción de la vida en los suburbios de Essex, al nororiente de Londres, en esos council estates repletos de gente y drama, un submundo que ya la directora Andrea Arnold nos había enseñado en Wasp (2003), el cortometraje por el que obtuvo el premio Oscar. Pero Fish Tank y su realizadora y guionista van más allá de la mera denuncia social y deciden meterse en la piel y en las contradicciones de Mia, la protagonista del filme, y optan por acompañarla en su rabiosa adolescencia y ponerse de su lado. Fish Tank deja entonces la objetividad y el rigor formal semidocumental que caracterizan a este estilo de cintas y se hace más sofisticada y más arriesgada. Más satisfactoria, añado.

La de Mia es la historia previa de un fracaso. De una madre soltera o de un padre que abandonó este hogar y dejó a una mujer joven con dos hijas. Mia es la mayor, en el filme tiene quince años, y en su mundo no cabe un momento de paz. Desescolarizada por motivos que desconocemos pero que presentimos, se dedica a llenar sus horas muertas de hip-hop y es en el baile donde encuentra una manera de escapar a tanta frustración y tanta rabia. La dinámica familiar es caótica: su madre se dedica a beber, fumar, organizar fiestas en su pequeño apartamento y a llevar hombres a casa. La hermana menor de Mia utiliza unas expresiones que harían sonrojar a un rudo estibador y entre las tres solo se entienden a punta de gritos y recriminaciones.

Katie Jarvis en Fish Tank (2009), de Andrea Arnold

Katie Jarvis en Fish Tank (2009), de Andrea Arnold

Mia se mete en problemas, invade propiedad privada, quiere liberar una yegua flaca que unos gitanos tienen encadenada, bebe sidra comprada a escondidas, pelea con sus amigas, se salva a patadas y golpes de ser violada, su madre desea enviarla a un reformatorio. No hay cielo posible para ella: el infierno lo vive desde que abre los ojos. Pero un día llega un nuevo amante de su madre, Conor (interpretado por Michael Fassbender), y Mia encuentra en él al primer hombre que la trata con delicadeza. Acá empieza otra película. Una donde una niña comienza a sentirse mujer, a sentir la presencia de un hombre en su vida. La mezcla de sensaciones la vemos en sus ojos cuando lo mira: Conor es por momentos padre, amigo, consejero, compañero e indudable objeto de deseo.

La fiera herida que habita en Mia por instantes se aplaca ante él, rendida ante su cuerpo, su mirada y sus palabras, y se convierte en una joven deseosa de afecto, pero que no sabe expresarlo sencillamente porque nunca se lo han dado. Esa transformación es absolutamente palpable y es un triunfo para la joven novata que interpreta a Mia -Katie Jarvis, sin ninguna experiencia dramática previa- y para la directora Arnold que consigue capturar con tan genuina precisión esos momentos. Cuando Mia le pone a Conor la mano izquierda sobre su hombro mientras él le hace una curación en su pie, lo que vemos es un símbolo inequívoco de confianza, casi que de entrega. La cámara capta ese instante y le da toda la trascendencia que para Mia tiene. Lo que ocurrirá después, una noche, es consecuencia de tanta soledad acumulada, de tanto deseo reprimido, de tantas fantasías con ese hombre, del inconfesable anhelo de imaginar una vida mejor. Esa secuencia –que ustedes imaginan de qué se trata- también está filmada con la misma honestidad y sinceridad del resto del relato.

Katie Jarvis en Fish Tank (2009), de Andrea Arnold

Katie Jarvis en Fish Tank (2009), de Andrea Arnold

Relato que por cierto ha perseguido a Mia por todas partes, detrás, delante, persiguiéndole cuando corre, esperándole cuando se atrasa, dándole espacio para bailar, reemplazando incluso su punto de vista. Esta historia amarga está contada solo desde su óptica, todo lo descubrimos junto a ella. Con ella nos confundimos, huimos, nos defraudamos, cometemos locuras, caemos. Solo al final hay lágrimas. Solo al final.

Fish Tank no es realismo social. No es tampoco una exploración de la clase desprotegida como los hermanos Dardenne nos han mostrado en sus filmes. Fish Tank es una joven a la que han metido contra su voluntad en un laberinto y que en vez de pedir ayuda para salir, le da a golpes a las paredes buscando derrumbarlas por sí misma. Tiene suficiente ira acumulada como para dejarse derrotar ahora.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

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