Un guionista llamado Cormac McCarthy
La relación del novelista norteamericano Cormac McCarthy (Providence, Rhode Island, 20 de julio de 1933) con el cine cada vez se hace más rica y más compleja. Aunque escribió su primer guion –The Gardener’s Son– en 1996, este no ha sido llevado aún a la pantalla. La primera de sus novelas que llegó a convertirse en una película fue All the Pretty Horses, publicada en 1992, que fue adaptada por Ted Tally, el guionista de El silencio de los inocentes, y dirigida por Billy Bob Thornton en el año 2000.
All the Pretty Horses está ambientada en 1949 y nos cuenta lo que pasa cuando dos vaqueros texanos idealistas buscan trabajo en México, tras perder uno de ellos –interpretado por Matt Damon- el rancho de sus ancestros. El camino al sur se convierte para ambos en un descenso a los infiernos, pues en medio de otra cultura (los estereotipos latinos abundan), otro idioma y varios malentendidos estos hombres terminan en medio de un drama que incluye romance (Penélope Cruz es la hija a seducir de un hacendado), encarcelación, crímenes y un retorno sin gloria a la tierra de la que nunca debían haber partido. Una fotografía demasiado calculada para impactar se convierte en protagonista y en factor distractor de una narración por lo demás convencional y poco inspirada.
En el año 2007 llegó la más famosa de las adaptaciones de su obra: la versión que de No Country for Old Men hicieran los hermanos Coen, filme que en América latina se conoció como Sin lugar para los débiles y en España como No es país para viejos. Cabe aclarar que aunque No Country for Old Men fue publicada como novela en 2005, McCarthy empezó a escribirla como guion en 1984. El éxito que la película obtuvo –incluyendo cuatro premios Oscar- hizo que se acelerara el proceso de adaptación de su novela La carretera (The Road), que llegó al cine en el 2009 de la mano del director australiano John Hillcoat. Viggo Mortensen encarna a un hombre que trata de sobrevivir junto a su hijo en un mundo post apocalíptico, donde han quedado a merced de los elementos y del canibalismo de algunos seres.
En el 2011 se estrenó en la televisión una película de HBO Films llamada The Sunset Limited, adaptación que el propio McCarthy hizo de su homónima “novela en forma dramática” que en realidad es una obra teatral con solo dos personajes, encerrados en un apartamento de un gueto neoyorquino. En las tablas fue montada por el Steppenwolf Theatre en 2006, tanto en Chicago como en Nueva York, mientras la realización para HBO contó con los papeles protagónicos de Samuel Jackson y Tommy Lee Jones, este último fue así mismo el director del filme.
En The Sunset Limited dos hombres innominados (tan solo denominados “blanco” y “negro” de acuerdo al texto de McCarthy) están en el apartamento de uno de ellos. Es una barriada empobrecida de Nueva York y allí el personaje de Samuel Jackson ha llevado al personaje de Tommy Lee Jones, tras evitar que se suicidara arrojándose al paso del subway neoyorquino. El primero es un exconvicto lleno de fe y el segundo es un profesor universitario habitado por la amargura y cinismo. Entre ambos se desenvolverá un largo diálogo en el que cada uno expone sus motivos para vivir o para morir, mientras el personaje ferviente intenta darle motivos al incrédulo para brindarle un poco de esperanza. Enfrentamientos verbales así terminan por lo general en una conversión redentora, pero con McCarthy no hay posibilidad de que eso ocurra. Los argumentos nihilistas del profesor están sustentados en un academicismo que solo le ha traído hastío, pero que le permite refutar una a una las razones, bien intencionadas pero intelectualmente simples, de su fallido redentor que al final se queda solo, reclamándole a Dios por no haber puesto en su boca las palabras que lograran un milagro.
El 31 de agosto de 2013 se estrenó en el Festival de Cine de Venecia, Child of God, adaptación de la tercera novela de McCarthy, dirigida por el joven actor y guionista James Franco, quien ha recibido fuertes críticas por su cruda descripción de un personaje completamente inadaptado, asesino y necrofílico. En su reseña para Variety, Chris Knipp escribe que “el filme no es para todo el mundo, por decirlo suavemente. Pero a aquellos a los que pueda servirle es absorbente y se deja ver. Solo que uno debería mejor ir y leer el libro y todos los libros de McCarthy”. James Franco, que ya adaptó también a Faulkner, ha mostrado de nuevo el tamaño de su ambición.
El abogado del crimen (The Counselor, 2013) es el primero de los guiones para cine escritos por Cormac McCarthy convertido en un largometraje, esta vez a cargo del inglés Ridley Scott. La película es exactamente sobre depredares. Y no me refiero exactamente al par de chitas que una pareja del filme tiene como mascotas de lujo. Hablo de los seres que habitan este filme, todos moralmente falibles y materialmente ambiciosos, que por ambos motivos van a ser arrastrados hacia una vorágine de violencia que los supera por completo. “Uno no puede hacer distinción entre lo que [el depredador] es y lo que hace. Y lo que él hace es matar. Nosotros por supuesto somos otra cosa”, explica Malkina (Cameron Diaz), una de las dos mujeres de este filme.
Parecemos estar en el mismo terreno de All the Pretty Horses: el sur del río Grande como un territorio poblado por seres imposibles de comprender, con unos códigos de sangre irrompibles, incorruptibles y salvajes. Pero si en aquella película quedaba algo de idealismo en el personaje que interpretaba Matt Damon, en El abogado del crimen nada queda. Un abogado innominado de refinado accionar (Michael Fassbender) se asocia con dos dudosos “hombres de negocios” (Brad Pitt y Javier Bardem) para traer vía México hasta Chicago un cargamento de cocaína colombiana. Los conocemos superficialmente, nos cuentan cada uno de su ambigüedad moral, comprendemos el tamaño de su codicia –ha de incluirse en ese apartado a Cameron Diaz, la pareja de Bardem en el filme- y nos deleitamos con los elaborados y afectados diálogos de McCarthy, que entre otras cosas nos recuerda que “uno no conoce a alguien hasta saber que quiere”. Y acá las reales intenciones de cada uno nunca salen a la luz.
Cuando todo sale mal y el cartel de Ciudad Juárez exige explicaciones y compensaciones muy a su estilo, empieza otro filme, se inicia un “sálvese quien pueda” donde la película se torna menos McCarthy y más Scott, menos retórica y más trepidante, mientras las vejaciones y los cadáveres se van sumando. Todo se derrumba, especialmente para el abogado que pensó que podía salir indemne, libre de las consecuencias de sus actos ilícitos. Jamás pensó que un terror tan incomprensible pudiera alcanzarlo. No tiene opciones, solo la posibilidad de aceptar que nada queda.
El primer guion de Cormac McCarthy funciona mejor como texto que como filme, incluso fue editado por Vintage Books. Los personajes son por completo estereotipados: malos o buenos, sin escalas de grises, sin que incluso lleguemos a verlos como seres humanos: nunca perdemos de vista que son creaciones de ficción, nada del mundo real. McCarthy los necesita para ejemplificar y ratificar sus tesis pesimistas sobre la corrupción humana pero nunca se preocupa realmente por hacerlos tridimensionales. Por eso le es tan sencillo deshacerse de ellos, en detrimento de un filme que narrativamente se queda corto.
Los buenos escritores no son grandes guionistas
A su edad es probable que McCarthy no pretenda empezar una carrera como guionista y que El abogado del crimen, aunque fallida, solo sea una muestra de su versatilidad. Sin embargo sigue perdurando la regla que dice que por lo general los grandes escritores no tienen buena fortuna a la hora de acercarse a Hollywood como guionistas. Los intentos de F. Scott Fitzgerald de ganarse la vida como escritor de guiones fueron todos enormes desastres. Sus proyectos se iban a pique o lo que le encargaban tenía que ser profundamente revisado o reescrito (es famosa la anécdota según la cual el productor y futuro director Joseph Mankiewicz tuvo que reescribir el guion de Three Comrades que Fitzgerald había elaborado), tanto que al momento de su muerte solo tenía acreditado un guion de su autoría.
Vladimir Navokov fracasó en su intento de adaptar a la pantalla él mismo a Lolita: su borrador tenía más de 400 páginas llenas de anotaciones infilmables o irrelevantes. Stanley Kubrick le dijo que con eso daría para una película de siete horas duración y el novelista tuvo que dejarlo en libertad de reescribir el texto, tomando fragmentos del guion que encontró útiles y añadiendo las improvisaciones de Peter Sellers. En una entrevista en 1967 para The Paris Review, Nabokov afirmó que “Nunca comprendí porque [Kubrick] no siguió mis instrucciones y mis sueños. Es una lástima”.
Presionado por las deudas, William Faulkner estuvo en Hollywood entre los años treinta y cuarenta del siglo XX y allí adaptó a Ernest Hemingway y a Raymond Chandler para sendas películas del director Howard Hawks. También ayudó con el guion de The Southerner (1945), de Jean Renoir, pero no recibió crédito por estar bajo contrato con otro estudio. Aldous Huxley llegó a Los Ángeles in 1937 motivado por el dinero que la industria movía. En los veinticinco años que vivió allí realizó varios guiones, pero nunca logró llevar él mismo al cine su obra Un mundo feliz, pues la RKO poseía los derechos. Una propuesta suya de hacer una adaptación bastante libre de Alicia en el país de las maravillas fue rechazada por la Disney en 1951.
Mejor suerte han corrido autores más recientes como Larry McMurtry, Dave Eggers o Michael Chabon, pero ninguno de ellos ha tenido el éxito literario y el poder de Cormac McCarthy, cuyas obras literarias forman un corpus que dice mucho de nosotros, de nuestras debilidades, anonimato, soledad, fragilidad y flaquezas en medio de situaciones límites, temas que resultan particularmente atractivos para hacer con esos textos cine dramático, reflexivo y aleccionador. El abogado del crimen es su propuesta directa para el cine y debe verse en el contexto de una prolongada carrera literaria de enormes alcances. Es ahí donde alcanza todo su potencial.
Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 17/11/13). Págs. 4-5
©El Colombiano, 2013
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