Una commedia dell’arte musical: Rolling Thunder Revue, de Martin Scorsese
“Ahora la sensación es que resulta ridículo hablar de qué clase de película estamos haciendo. El asunto en sí es algo que ha crecido mucho más allá de una película, más allá de las cintas magnetofónicas, más allá de cualquier intento de capturar su totalidad. Ni siquiera hay manera de documentar esto” –escribe Sam Shepard en la bitácora que hizo de la gira Rolling Thunder Revue en 1975- “Todo sucede a la vez en un millón de direcciones distintas. Ahora lo único es permitir que se despliegue de la manera que quiera y limitarse a fluir con él” (1).
El dramaturgo y guionista Sam Shepard fue enrolado para hacer el guion del filme que resultara de documentar la trasescena de la gira que Bob Dylan y otros artistas realizaron en el otoño de 1975. Esa película –dirigida por Dylan mismo- se convirtió en Renaldo and Clara (1978), un tremendo fracaso crítico y de taquilla, pero ahora parte de ese mismo material, aunado a una gran cantidad de metraje no utilizado en ese entonces y que ha sido restaurado digitalmente, constituye la base de Rolling Thunder Revue (2019), el segundo documental que Scorsese hace sobre la vida y milagros de Bob Dylan.
Pido al lector que vuelva sobre las palabras de Shepard. Ahora no solo se está refiriendo a Renaldo and Clara, ahora también está hablando –involuntariamente- de Rolling Thunder Revue. Scorsese y su montajista de confianza para sus documentales, David Tedeschi, recibieron una enorme cantidad de película sin editar (un workprint en 16mm), sumada a entrevistas recientes con Dylan y varios personajes asociados a la gira, y se pusieron a la tarea de organizar todo de manera que capturara el espíritu idealista, festivo y bohemio de la época. Para eso contaron con la ayuda consciente de Dylan. El documental tiene un subtitulo nada despreciable y que incluye los nombre de ambos cómplices: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese. Lo que van a contarnos, esta “historia”, tiene una inesperada mezcla de realidad con ficción que sorprende y desarma, pero como diría Shepard en su libro, “Dylan es un invento de su propia mente. La cuestión no es explicárselo, sino asimilarlo” (2).
Comprendido eso y con la observancia de las reglas de juego propuestas, convengamos simplemente en decir que en Rolling Thunder Revue no todos son los que dicen ser, ni todos tuvieron el papel en esta gira que ahí se atribuyen. Dylan y Scorsese crean una falsa historia que hace aún más impenetrable su propio mito, pero que necesita de ella: él es el héroe y por eso requiere la (re)formulación de una mitología a su alrededor. “El mito es un medio poderoso porque habla a las emociones y no a la cabeza. Nos traslada a un área de misterio. Creer en algunos mitos es venenoso, pero otros tienen la capacidad de cambiar algo dentro de nosotros, incluso si es solo durante uno o dos minutos. Dylan crea una atmósfera mítica de la tierra que nos rodea. La tierra por la que caminamos cada día y que nunca vemos hasta que alguien nos la enseña” (3), pontifica Shepard.
Dylan se esconde detrás de sí mismo, detrás de su maquillaje blanco, de su máscara. Es él queriendo ser otro. Es él anhelando ser el etéreo mimo Baptiste que Jean-Louis Barrault interpretó en Los niños del paraíso (Les enfants du paradis, 1945) con toda su pureza de representante del teatro popular, de la commedia dell’arte, pero ahora musical y poética. Dylan se esconde, pero también se refugia detrás de esa cara blanca que muestra en los conciertos. Es su escudo contra el ruido y la furia que genera su gira. Él parece ser el único intocado por los demonios de la locura que parecen consumir al resto de su equipo, contagiado de la soberbia que da la fama que tienen, de la extravagancia que permite el dinero que ganan, de los excesos que inducen los alucinógenos que consumen y del licor que beben. Las noches no se acaban cuando cae el telón del escenario: empiezan apenas entre groupies excitadas, sentidos exaltados y una lejanía de casa que incita a la aventura, a la embriaguez perpetua. El texto de Shepard es explícito en describir ese desbordamiento, pero se cuida –y el filme también- de dejar incólume la imagen de Dylan, de mostrar la trasparencia de sus intenciones, de exaltar su misión mesiánica de guía espiritual y trovador moderno.
“¿Qué oíste, hijo mío de ojos azules? / ¿Qué oíste, mi querido muchacho? / Oí el sonido de un trueno que rugió como una advertencia / Oí el bramido de una ola que podría ahogar al mundo entero / Oí a una persona hambrienta, oí a mucha gente riendo / Oí la canción de un poeta que murió en una zanja / Oí el sonido de un payaso que lloraba en el callejón”, canta Dyan en A Hard Rain’s A-Gonna Fall, rodeado en el escenario por Bob Neuwirth, Mick Ronson, T Bone Burnett y Steven Soles. Canta convencido de la fuerza de sus palabras, canta seguro del peso que tienen. Realmente no canta, predica. Y Scorsese lo deja ser, ya no cineasta, sino un discípulo más, completamente seducido. Esta es la película de un fan, de uno que se perdió la gira original porque estaba en la tortuosa postproducción de Taxi Driver (1976).
La Rolling Thunder Revue fue una gira inusual, circunscrita a teatros y escenarios locales del noreste norteamericano, sitios a los que habitualmente un artista como Dylan y sus compinches no irían, pero que le permitió estar más cerca de su público e intentar un abordaje más intimista a su propia carrera. Sin embargo los motivos últimos de este “peregrinaje” nadie los sabe en realidad. Dylan ya los olvido, incluso. Como bien dice en este documental en una entrevista actual, “No recuerdo nada de Rolling Thunder. O sea, pasó hace tanto tiempo que yo no había ni nacido”.
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento.
Referencias:
1. Sam Shepard, Rolling Thunder – Con Bob Dylan en la carretera, Barcelona, Editorial Anagrama, 2018, p. 194.
2. Ibid., p. 135
3. Ibid., p. 97
Publicado en la revista Kinetoscopio No. 126 (Medellín, marzo/junio, 2019), págs. 23-25
©Centro Colombo americano de Medellín, 2019
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