Una impresión diagnóstica: Diarios de motocicleta, de Walter Salles

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Ernesto se acerca a la realidad de Suramérica con la misma inquietud del médico que él es ya y que se enfrenta ante un paciente que no ha visto antes. Hay sorpresa y perplejidad en su rostro: la impresión diagnóstica que se forma no es buena. Su continente sufre injusticias, le duele la piel mestiza de sus habitantes, cojea por la falta de equidad social y económica. Al palparlo de cerca se adivinan en sus arrugas que han pasado años de desesperanza, de callada resignación. Ernesto no sospechaba que las cosas estuvieran tan mal. De seguir así puede anticipar un futuro en el que se van a perpetuar y a agravar todos estos males. Algo habrá que hacer para mejorar el pronóstico del paciente. Algo. Lo que sea.

Ernesto Guevara no sabía bien lo que iba a encontrar en ese viaje en motocicleta que emprendió junto a su amigo Alberto Granado. El romántico idealismo de la juventud de ambos matizaría y aliviaría las dificultades de tan extensa travesía por todo el continente, pero de ahí a que el periplo se convirtiera en una toma de conciencia había un largo trecho. Pero Suramérica y sus circunstancias se impusieron rotundas y cogieron por sorpresa a un par de jóvenes que aspiraban inicialmente a divertirse y a gozarse cada kilómetro de la carretera, pero que terminaron encontrando un motivo para luchar hombro a hombro con los más necesitados, de una forma que quizá muchos no aprobaron ni aprueban, pero que en su momento fue una embriagadora utopía de ideales más sociales que políticos.

Diarios de motocicleta (2004)

Diarios de motocicleta (2004)

El director Walter Salles estrenó en Cannes esta crónica tan nuestra, que para el público francés tuvo que ser ante todo un pintoresco retrato de unos países que poco les dicen, o que solo les suenan como surtidores de drogas. Pero para nosotros, Diarios de motocicleta (2004) es más, mucho más. Nuestra realidad esta ahí, exhibida en esos campesinos del norte de Chile, en ese niño del Cuzco, en esos leprosos peruanos que no han perdido las ganas de sonreír. De esa misma tierra, de ese memorial de agravios permanente provenimos, así algunos se nieguen a aceptar que sus raíces se pierden en esa América profunda y no en la monarquía europea.

Se nota que para el director la experiencia también fue significativa, de ahí el cariño que deposita en sus protagonistas y en los hombres y mujeres que ambos hallan a su paso. Por momentos el filme adquiere una atmósfera documental, Salles abandona sus intenciones narrativas y deja respirar a esos personajes tan auténticos que ha encontrado y que sería incapaz de dejar a la deriva sin que cuenten su historia. Por eso del episodio del leprosario es tan extenso, porqué ahí había vida por descubrir y mucha valentía que destacar.

Diarios de motocicleta (2004)

Quizá por eso mismo al final hay la sensación de un relato trunco, terminado con cierta precipitad, con el agravante de que los colombianos nos quedamos sin saber que fue de Ernesto y Alberto en nuestras tierras. Pero esto no descalifica una película como esta, que recreó para nosotros un episodio de la historia que desconocíamos cuando el Che Guevara todavía era simplemente Ernesto, el médico.

Publicado en la columna “Séptimo arte” del periódico El Tiempo (Edición Medellín, 5/11/2004), pág. 2-2
©Casa Editorial El Tiempo, 2004

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Título: Diarios de Motocicleta.

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