El mar de las contradicciones: Una mujer, de Daniel Paeres y Camilo Medina
La película colombiana Una mujer (2016), codirigida por Daniel Paeres y Camilo Medina, tiene el reto de superar la anécdota del bajo costo y la rapidez de su producción, que explica –pero no disculpa- sus errores evidentes (el desenfoque, los problemas de continuidad, el montaje a saltos, el movimiento de la cámara), para ponerse en pie por sus propios méritos, que los tiene.
Es llamativo el contraste entre los defectos formales y lo interesante de la narración, que nos habla de un triángulo afectivo que tiene un ángulo dominante claro: una joven llamada Gabriela que llega de nuevo al país tras una larga temporada en el exterior. Se fue huyendo de sí misma y de sus responsabilidades y compromisos, buscando algo cercano a una paz interior que solo ella podría definir. Ahora vuelve sin saberse muy bien para qué.
Este personaje –hundido en su mar de contradicciones personales- está muy bien construido. Es una mujer contemporánea y por ende totalmente libre, sexualmente activa, muy consciente de su atractivo y de su poder sobre los hombres; pero igualmente Gabriela (interpretada por Diana Giraldo) es impulsiva, voluble, egoísta y sin un rumbo concreto. Lo suyo es sentir, experimentar, estar a toda hora libre de ataduras. El futuro y los planes a largo plazo no existen, es un presente continuo. Ella representa a muchas jóvenes de hoy, temerosas a asentarse en un hogar o un trabajo.
Gabriela –una mujer de clase media alta- regresa y busca a su ex pareja y a su ex amante, buscando reestablecer contacto con ellos, sin importar que tanto desorganice sus vidas. Uno diría que una persona así no le conviene a nadie, pero la película es hábil al mostrarnos cuánto pesa el deseo que despierta ella en ese par de hombres: sentimientos y sensaciones inexplicables para quien las ve desde afuera, pero que obedecen a una mecánica del placer que Una mujer no pretende explicar pero sí exhibir, incluso de manera explícita. La pasión interna que refleja Gabriela es algo absolutamente irresistible, por absurdos y etéreos que sean sus proyectos.
No es este un personaje empático que despierte el agrado o la solidaridad del público, sorprendido más bien por la agresividad y la falta de escrúpulos que ella muestra a fin de conseguir sus objetivos. De ahí que la película sea sólida al crear un conflicto dramático que le dé otra dimensión –más extrema- a su regreso. Lástima que los aspectos técnicos no le hicieran justicia a un material narrativo con tanto potencial como el de Una mujer.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 18/06/17), sección “debes hacer” pág. 7, con el título “El mar de las contradicciones”.
©Casa Editorial El Tiempo, 2017