Usar la nostalgia como espada: Cenizas del tiempo redux, de Wong Kar-wai

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Que un director de cine quiera darle una nueva mirada a una de sus películas y repensarla, reeditarla, remozarla mediante novísimas técnicas digitales y de nuevo estrenarla es perfectamente válido, siempre y cuando esa versión aporte elementos que acrecienten su comprensión y su disfrute, y no cuando meramente se quiera añadir, por ejemplo, escenas explícitas que originalmente se descartaron, pero que en realidad no son significativas por sí mismas.

Ejemplos positivos de estas reediciones son Apocalypse Now y Blade Runner, a las que habría que sumar Cenizas del tiempo (Dung che sai duk, 1994), que en una versión redux presenta ahora su director, Wong Kar-wai. El realizador lamentó siempre los limitados estándares técnicos con los que hizo la película original y al descubrir hace unos años que el negativo se encontraba en estado lamentable, decidió realizar un remontaje que incluyó rodar otra vez algunas escenas, emplear nuevos efectos visuales y modificar la banda sonora.

El resultado es -visual y narrativamente- esplendoroso, lo cual no es extraño considerando las cualidades de su autor y las de su cinematografista, el australiano Christopher Doyle. Juntos han hecho una obra que en la superficie parece ser una historia -colorida y efectiva- de espadachines y artes marciales (el género conocido como wuxia pian) que transcurre en el jianghu, ese universo paralelo lleno de leyendas, magia, héroes y gestas imposibles.

Pero vayamos más allá de la epidermis: recordemos que se trata de una película de Wong Kar-wai y lo que eso implica. Cenizas del tiempo es, ante todo, una bellísima reflexión sobre los recuerdos, la memoria, el pasado y la nostalgia, los cuatro puntos cardinales sobre los que se ha movido siempre la filmografía de su autor. Su protagonista, el solitario Ouyang Feng, es un intermediario inescrupuloso que se dedica a conseguir asesinos a sueldo para misiones especiales, pero en realidad es un hombre consumido por un rechazo afectivo e incapaz de sanar un corazón que vio cómo se derrumbaba un día la posibilidad de amar y ser amado. Sus clientes le recuerdan a cada instante al amor imposible que un día dijo adiós y lo dejó derribado, exiliado y nadando en un mar de recuerdos sin fondo.

“No necesitas un sable. Hasta una mirada puede matar”, le dice a uno de sus mercenarios. Y él sabe bien lo que dice. Kar-wai expone magníficamente, en clave de filme de artes marciales, el tema que luego expandirá en Chungking Express y en Deseando amar: lo que duele someter el corazón a esa ruleta -incomprensible y fascinante- llamada amor.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 10/06/10). Pág. 1-18
©Casa Editorial El Tiempo, 2010

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