Volando alto: Vicio propio, de Paul Thomas Anderson

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“Y sin embargo no hay vacío en el tiempo, en el mar del tiempo, en el mar de los recuerdos y los olvidos, en los años de promesas incumplidas e irrecuperables. En tierra firme casi está permitido reclamar un mejor destino, aunque los malhechores ya conocidos lo arrebaten y tomen de rehén el futuro en el que debemos vivir para siempre”, afirma la hermosa voz en off de Sortilège, la narradora de Vicio propio (Inherent Vice, 2014), el séptimo largometraje de Paul Thomas Anderson, basado en la novela homónima de Thomas Pynchon publicada en 2009.

Es la primera vez que Hollywood adapta una obra del universo literario de Pynchon y P.T. Anderson tiene las credenciales suficientes para emprender tal tarea. No tanto por sus filmes de gran cartel como Petróleo sangriento (2007) o The Master (2012), sino por el sentido del absurdo que exhibió en Embriagado de amor (2002) y por su precisión para describir un submundo californiano –el del cine porno a fines de los años setenta- en Boogie Nights (1997). Ambos elementos utilizó para darle vida a Vicio propio, cinta ambientada en la ficticia Gordita Beach, en el condado de Los Ángeles, en 1970.

La hipnótica narración de Sortilège nos presenta a Larry “Doc” Sportello, un detective privado que recibe la visita de una mujer de su pasado que le pide ayuda, pues tiene una corazonada respecto a su actual y acaudalado amante. “Doc” aún la anhela y va a aceptar la tarea sin imaginar el laberinto que le espera. ¿Suena conocido? Es porque evoca al cine negro –a El halcón maltés (1941) o a El sueño eterno (1946)– esas historias de detectives demasiado sagaces que se topan con una femme fatale que los hace poner en peligro su investigación. En esos filmes lo de menos era la verosimilitud de la trama: lo importante era la atmosfera de corrupción, las sombras expresionistas, el improbable triunfo del sabueso.

Anderson hace lo mismo, pero su universo es el de los hippies luego de Woodstock y de los crímenes de la familia Manson. “Doc” (Joaquin Phoenix) es adicto a la mariguana y vive en una “traba” perpetua que le impide tomar conciencia de lo que hace y del peligro que enfrenta. La densidad de sus pensamientos es la misma de esta película, que invita a disfrutarla por su atmosfera decadente, no por la dudosa coherencia de su relato.

Publicado en la columna “Séptimo arte” del periódico El Tiempo (Bogotá, 01/03/15). Pág. 4, sección “Debes hacer”. 
©Casa Editorial El Tiempo, 2015 

Belladonna, Maya Rudolph y Joaquin Phoenix en Vicio propio (Inherent Vice, 2014)

Belladonna, Maya Rudolph y Joaquin Phoenix en Vicio propio (Inherent Vice, 2014)

Tiempodecine

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