La religión de una diva: Vox Lux, de Brady Corbet
Vox Lux (2018), el segundo largometraje como director del actor y guionista norteamericano Brady Corbet es, de acuerdo al subtitulo que aparece en los créditos finales, un “retrato del siglo XXI”, y no le falta razón en términos de la perspectiva que nos ofrece, la de una estrella del pop elevada a las alturas de fenómeno cultural por los medios, que aprovecharon una coyuntura trágica de la vida de esta mujer para a partir de ahí lucrarse con su historia, azuzar y seguir de cerca el desarrollo de su carrera, y alegrarse con cualquier paso en falso que dé a partir de ahí.
Celeste se llama la artista y no es exactamente una ingenua con suerte, es primero una adolescente talentosa (interpretada por Raffey Cassidy) que supo exhibirse en el momento adecuado, cuando tenía la atención y la solidaridad de todos; y luego años más tarde es una diva en estado puro (encarnada por Natalie Portman), en pie de guerra contra ella misma y contra los medios que inicialmente la endiosaron. Esta Celeste adulta es caprichosa, impredecible y políticamente incorrecta. Como bien lo dice el enigmático narrador omnisciente de este filme, ella “aprendió con el ejemplo. Hacía declaraciones parecidas a las que estaban de moda entre los funcionarios y los representantes de su era”.
El sarcasmo de esas palabras –pronunciadas por la voz de Willem Dafoe- es el mismo de toda Vox Lux. Esta no es una crónica benévola, es un relato entre crítico y mordaz de toda la frivolidad artística contemporánea que no está lejos del tono punitivo de Todo por un sueño (To Die For, 1995), de Gus Van Sant, pero sin la inteligencia de ese filme. Brady Corbet quiere que tengamos claro que es un autor hábil y que no teme a los excesos, pero estos por poco devoran esta película. Engolosinado con sus virtudes como formalista, hace que las luminarias estén sobre él y lo que es capaz de hacer, y no exactamente sobre lo narrado, que por momentos se le sale de curso, fluctuando entre diálogos insulsos y volcánicas salidas de tono de la protagonista.
Creo que es mejor no apostar el alma para hacer una película. Puede resultar así de arriesgada y extrema, pero también así de imperfecta como Vox Lux.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 10/03/19) p. 3.9
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