La conclusión de Wicked (Wicked: Part One, 2024) –que es la adaptación del segundo acto del musical homónimo de Broadway de Stephen Schwartz y Winnie Holzman– resulta ser mucho más lograda y satisfactoria de lo que uno podría esperar. Wicked: Por siempre (Wicked: For Good, 2025) conserva el espíritu de la primera película, pero intensifica sus aspectos dramáticos al hacer que su pareja protagónica, Elphaba y Glinda, desarrollen una inédita conciencia sobre su responsabilidad personal, social y mágica en el mundo de Oz. Esto suena extraño para un musical que se desarrolla en un universo fantástico, donde esas reflexiones parecerían no tener cabida, pero si uno revisa la primera parte se dará cuenta de que esa película nos conducía hacia ahí, en medio de decepciones, exclusiones e injusticias.
Elphaba representa la diferencia, “el otro” que causa miedo, y por ende era blanco de persecuciones y acusaciones que la hicieron huir y llenarse de resentimiento. Iba a volverse, no por elección, la bruja mala del Oeste, y con ello arrastrar una mala reputación y un temor hacia ella que los defensores del statu quo de Oz iban a fomentar mediante una campaña de desinformación que tenía a los ciudadanos del reino convencidos de la maldad de Elphaba (Cynthia Erivo) y de la bondad intachable de Glinda (Ariana Grande). Esta última es vista por el Mago de Oz y Madame Morrible (Michelle Yeoh) como un títere que, sin darse cuenta, hará todo lo que necesiten para favorecerlos. La propaganda usada para fines políticos aplica, obviamente, también en Oz.
Tras años de ostracismo, Elphaba se hace ver de nuevo en el reino buscando venganza frente al accionar malévolo del Mago, pero sobre todo regresa al enterarse del compromiso matrimonial entre Glinda y Fiyero, algo que a la bruja y a su hermana Nessarose (Marissa Bode) les conmueve y afecta por razones diferentes, pero que termina reuniéndolas, para descubrir que sigue habiendo y habrá una brecha que las separa. La inminente boda es la que detona el núcleo dramático de la película: eso no solo la reúne con su hermana, sino además con Glinda y con el Mago, para confirmar que ella nunca ha estado equivocada, pese a la imagen que le venda el mandamás de Oz. El caos “invocado” involuntariamente por Elphaba termina por humanizarla más, por hacerla sentir una mujer capaz de entregar su cuerpo y su alma a un sentimiento que para ella es inédito.
Humanizarse –bajar la guardia– tendrá consecuencias para ella, y es ahí donde Wicked: Por siempre se enlaza con la historia que conocemos de El mago de Oz: Dorothy y Toto llegan a ese mundo y nosotros vamos a entender el origen del Hombre de Hojalata y del Espantapájaros. Lo que hace valiosa a la novela de Gregory Maguire –Wicked: Memorias de una bruja mala–, que inspiró al musical y por ende a estas dos películas, es darle contexto, antecedentes y motivaciones a los personajes principales y secundarios. Ante nuestros ojos todo va encajando y cobrando sentido en medio de una banda sonora que tiene unas melodías que prácticamente ya son clásicos del cancionero de Broadway. Esos temas musicales acompañan y matizan un drama que se torna urgente en el último segmento del largometraje. Elphaba parece rendirse y entregarse frente a fuerzas –incluso sentimentales– contra las que no puede luchar. Su aparente sacrificio y su inmolación pueden verse como una derrota, pero también como la única forma de preservar aquello que ama y de asegurar, desde las sombras, la posibilidad de un futuro más justo para quienes quedan atrás.
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