He aquí, en sus propias palabras, el credo de Martin Scorsese: “Si crees en la historia que quieres contar, tienes que arriesgarte. Arriésgate. Puede que muchos no estén de acuerdo. Pueden sentirse heridos. Pero en ese momento, si era lo que sentías, debía ser genuino y real. Eso a veces lastima a la gente. Llega el momento en que te das cuenta de que el arte a veces es cruel. Debes ser lo suficientemente cruel para ser un artista”. Esta declaración de principios se la expresa él a Rebecca Miller, la directora de la miniserie documental de ApleeTV, Mr. Scorsese (2025), que en cinco capítulos traza, en primera persona, la vida y obra de uno de los cineastas vivos más relevantes del cine estadounidense. Las 4 horas y 45 minutos de duración de este trabajo, aunque en apariencias largas, se antojan insuficientes al ver y escuchar a un realizador tan fundamental para entender el cine hecho en Estados Unidos en los últimos sesenta años.

Regreso a la declaración de Scorsese: la pronuncia el director de Calles peligrosas (Mean Streets, 1973), Taxi Driver (1976), La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988) o El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013), filmes que —como muchos otros suyos— han generado polémica y herido la susceptibilidad de un público que no siempre ha acompañado su manera personal de expresar su mirada artística. Scorsese es un hombre que creció en la Little Italy neoyorquina, que era un niño en la posguerra y que fue testigo del desarrollo de la mafia italoamericana con todo lo que eso implicaba. La violencia era innata a su barrio, a sus amigos, a su familia. Los wiseguys estaban ahí: eran familiares de algún vecino, te los encontrabas en la tienda de abarrotes, en la barbería, en la iglesia; estaban omnipresentes en esa sociedad porque eran parte de ella. En ese mundo creció Martin Scorsese. Esa fue la fuente de inspiración para su cine. ¿Cómo esperar algo diferente en una filmografía donde la violencia y los marginados fueran protagonistas?

En Mr. Scorsese, Steven Spielberg afirma que “sus películas son sobre las cosas que, sin análisis, nunca entenderemos sobre nosotros mismos, pero él se expone así. Le dice a la audiencia: ‘Así me siento. Así me siento justo ahora’. Hace que sus personajes digan su verdad y a nosotros nos toca ver cuál es el mensaje”. Martin Scorsese ha rodado el cine que le dicta su conciencia en el momento en que considera oportuno expresarse y con los medios que su experiencia y la financiación le permiten. No ha pretendido ser un provocador; ha pretendido ser siempre honesto consigo mismo, con los mandatos de una vocación creativa inspirada por el entorno en que creció. Por eso ahí hay pillos, asesinos, sicarios, mafiosos, psicópatas, alienados, delatores y seres solitarios. Pero también Cristo, el Dalai Lama, los misioneros jesuitas, Bob Dylan y George Harrison…

Rebecca Miller entrevista a Scorsese en extenso, pero también a una gran cantidad de personas —amigos de la infancia, familiares, exparejas, colegas, productores, guionistas, actores y actrices— que, aunados a un material de archivo inconmensurable, permiten ofrecer una mirada de 360 grados a un director del que creemos saber muchas cosas, pero cuya esencia le pertenece —y eso es algo obvio— a él mismo. Sin embargo, este documental nos permite asomarnos a declaraciones recientes suyas: reflexiones desde el otoño de su vida que tienen el valor de permitirle verse en retrospectiva, de verse en el espejo de los años y reconocerse de nuevo. Hay en sus palabras la sinceridad de aquel que ya no tiene que guardar las apariencias y que es capaz de mirarse a sí mismo con autocrítica. Scorsese es un hombre octogenario que ha alcanzado con los años una serenidad digna de un artista como él. Suena obvio, pero en realidad ser reflexivo no es una cualidad universal.

Scorsese quiso ser sacerdote católico, pero terminó casándose cinco veces y teniendo tres hijas de tres matrimonios diferentes; fue a rodar a Woodstock, sucumbió a la adicción a los estupefacientes, fracasó una y otra vez en la taquilla, pero siempre encontró en el cine mismo la forma de redimirse. Ganó la Palma de Oro en Cannes, el León de Plata en Venecia y el Óscar de Hollywood, pero una de sus películas inspiró involuntariamente al psicópata que atentó contra Ronald Reagan y otra fue prohibida por la Iglesia y la censura en muchos países, e inspiró una encendida polémica religiosa. Este mismo hombre es el que creó, dirige y financia la Film Foundation y el World Cinema Project para la restauración y preservación del cine, y tiene además una carrera como documentalista que amerita punto aparte. Es un hombre hecho por el cine, salvado por el cine, agradecido con este arte. Se merecía en vida un homenaje como Mr. Scorsese, que es, por encima de todo, un acto de justicia.
© Todos los textos de tiempodecine.co son autoría de Juan Carlos González A.









Deja una Respuesta