Nouvelle Vague, de Richard Linklater

Le escribe Jean-Luc Godard a François Truffaut una carta la víspera del inicio del rodaje de Sin aliento (À bout de souffle, 1960), en la que, en un aparte, le dice: “Me gustaría escribirte un poco más extenso, pero soy tan perezoso que ese esfuerzo evitaría que trabajara hasta mañana. Y vamos a rodar en el [distrito] 17, llueva o haga sol. En términos generales, el tema será la historia de un chico que piensa en la muerte y de una chica que no. Las aventuras son las de un ladrón de automóviles (…) enamorado de una chica que vende el New York Herald y toma clases de civilización francesa”. Esa actitud perezosa y despreocupada que Godard reconoce va a marcar el devenir del singular rodaje de una película que es un símbolo de la nueva ola del cine francés, con todo lo que eso implica en términos de libertad creativa, goce, autorreferencia, improvisación y experimentación.

Nouvelle Vague (2025)

Esas palabras son también afines al ecléctico cine de Richard Linklater, un autor que, tras 35 años de carrera, vio que era el momento de homenajear al arte al que le ha dedicado su vida: “Todo cineasta que lleva un rato trabajando debería, en algún momento de su carrera, hacer una película sobre el proceso de hacer una película. Es algo natural: querer explorar este tema complejo y absorbente al que dedicamos nuestra pasión y creatividad. Pero, ¿cuál es el enfoque correcto? ¿Cómo encontrar el tono adecuado? ¿Es siquiera posible hacer algo mejor que La noche americana? Probablemente no. (…) Cuando Jean-Luc Godard falleció hace dos años, pensé para mí: ‘Tal vez es el momento de hacer esta película que he estado fermentando por más de una década; este retrato de ese momento singular: el nacimiento de la nouvelle vague’”, declaraba Linklater para Tudum (24/09/25).

Nouvelle Vague (2025)

Junto a los guionistas Holly Gent y Vincent Palmo Jr., decidió hacer, con Nouvelle Vague (2025), un detrás de cámaras del rodaje de Sin aliento que fuera lo más verista posible. La idea era trasladarse a ese momento de la historia del cine no con una perspectiva contemporánea, sino con la de ese momento: la de algo apenas por surgir. “Nouvelle Vague no es sobre rehacer Sin aliento, sino mirarla desde otro ángulo. Quiero sumergirme en 1959 con mi cámara y recrear la época, la gente, la atmósfera. Quiero pasar el rato con la gente de la nueva ola”, expresaba Linklater en Tudum. La ilusión es perfecta, no solo por la precisión en la reconstrucción del ambiente, sino porque además el proceso de casting buscaba —y logró— que los actores fueran lo más parecido posible a las figuras reales. La verosimilitud reemplazó aquí al estrellato.

Nouvelle Vague (2025)

Nouvelle Vague es entonces un ejercicio cinéfilo de gran belleza y sofisticación. Se trata de rodar un detrás de cámaras de un rodaje con el mismo estilo de la película original: formato académico (1.33:1), en blanco y negro, con un reparto francófono y en las mismas calles de París donde Godard filmó. Como es de suponer, Linklater apunta a un espectador que haya visto Sin aliento y que no sea ajeno a la nueva ola francesa y a las personas que hicieron parte de ella. Es un público de nicho, sin duda, sensibilizado por su amor al cine y su historia, y deseoso de ver recreado con fidelidad un momento del cine francés particularmente bello y significativo. Obviamente ese mismo público no va a tolerar una parodia gruesa o una imprecisión más allá de una licencia artística fruto de la ficción. Sin embargo, el más difícil de conquistar es el espectador no cinéfilo, que nunca ha visto Sin aliento y que no sabe nada o casi nada de la nueva ola. Ese asistente necesita que el filme sea didáctico, que no se cierre sobre sí mismo y que le cuente una historia interesante, así no capte muchos de los guiños cinéfilos intrínsecamente incluidos aquí. Para lograrlo, Linklater presenta a cada uno de los personajes, pone en pantalla sus nombres y trata de contextualizar su función dentro de la película; las demás concesiones para ese espectador no iniciado están en boca de los protagonistas.

Nouvelle Vague (2025)

Para explicar esto hay que irse al rodaje real de Sin aliento (aunque esto también lo reproduce Nouvelle Vague): Richard Balducci, el publicista a cargo de la película, hizo que Marc Pierret, un periodista de France-Observateur, llevara un diario de rodaje mientras hacía las veces —con la anuencia de Godard— de falso asistente de producción. Él describe en el reportaje resultante a un Godard solitario, delineando una escena mientras come, casi a la medianoche, un plato de crudités en la pizzería St. Germain, en el barrio Latino. Dispersos alrededor de la mesa hay papeles, hojas, notas. Según nos cuenta Richard Brody en su magnífica biografía de Godard, Everything Is Cinema, esos papeles “incluían muchas citas de fuentes literarias que Godard había seleccionado en sus lecturas obsesivas y que liberalmente salpicó a lo largo de los parlamentos del filme”. Los parlamentos de Sin aliento, al no contar con un guion convencional estructurado, son una colcha de retazos de citas ajenas de las que Godard se apropia, lo que provoca la desilusión y el desconcierto de sus dos protagonistas, Jean-Paul Belmondo (Aubry Dullin) y Jean Seberg (Zoey Deutch).

Nouvelle Vague (2025)

Consecuente con eso, Nouvelle Vague es también un compendio de frases célebres de Godard, puestas ahí como si a toda hora él hablara con aforismos o apuntes ingeniosos. Esas afirmaciones no las hizo todas durante el rodaje de Sin aliento, sino en entrevistas, declaraciones públicas o en sus textos y críticas de cine. Va solo un ejemplo: en una escena aparece él (interpretado por Guillaume Marbeck) conversando con Truffaut y Suzanne Schiffman en un bar, y ella le recuerda cuando faltaba a clases de antropología para escribir una novela. Él les cuenta que pasaba horas tratando de reordenar una frase como “El clima es agradable. El tren entra en la estación”. En realidad eso lo dijo en L’Express (23 de diciembre de 1959): “Debo admitir que tengo una cierta dificultad para escribir. Yo escribo: ‘Es un día agradable. El tren entra en la estación’ y paso horas preguntándome por qué no podría sencillamente haber escrito lo opuesto: ‘El tren entra en la estación. Es un día agradable’ o ‘Está lloviendo’”. La estrategia de los guionistas es clara: hacer que el espectador se maraville frente a unos parlamentos donde la sabiduría popular se mezcla con la picardía. Y no solo pronunciados por Godard: también mucho de lo que dice Truffaut (Adrien Rouyard), Melville (Tom Novembre) o Rossellini (Laurent Mothe) pertenece a esa categoría de frases previamente dichas y escuchadas. Igual ya lo sabemos: “todo lo que se necesita para hacer una película es una chica y una pistola”.

Guillaume Marbeck y Ricjard Linklater en el plató de Nouvelle Vague (2025)

Esta concesión a lo obvio no demerita de ninguna forma la labor de amor que es Nouvelle Vague. En realidad, la película es una delicia. Es mostrar respeto por una leyenda del cine, recreándola para nosotros con conocimiento de causa, con afecto, con la alegría, el dolor y la expectativa que un rodaje implica. En ese momento Godard no era famoso, sus métodos de filmación eran, por decir lo menos, poco ortodoxos, su película podía haber sido un fracaso, la nueva ola quizá solo era el capricho efímero de unos críticos arrogantes… pero hoy todo eso es parte íntegra del mito de lo que llamamos cine. Linklater lo sabe y quiso compartirnos la alegría que siente de ser parte de ese universo. ¿Cómo no sentirse felices por él? ¿Cómo no agradecer el regalo que nos hizo con Nouvelle Vague?

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